Vancouver: atardecer en la bahía al final de la primavera. (Fotografía de Jules Etienne).

domingo, 2 de junio de 2024

Mirándolas dormir: CASAS MUERTAS, de Miguel Otero Silva

"... se salía del cuadro cuando yo estaba dormida y me tapaba con sus alas y me besaba en la boca..."

(
Fragmento del capítulo IV: La iglesia y el río)

- ¿Soñar es pecado, padre? -comenzó sin rodeos desde la rejilla del confesionario.

- Por lo general, no -respondió el cura displicente. Siguió ella sin tomar aliento para no quebrantar el impulso inicial-. Soñé que el arcángel ese que está en el cuadro del Purgatorio, el catire que tiene la espada en la mano, se salía del cuadro cuando yo estaba dormida y me tapaba con sus alas y me besaba en la boca...

- Pero si fue un sueño, tú no tienes la culpa de haberlo soñado, hija.

- Es que -ahora sí titubeó- me gustaba, padre.

- ¿Te gustaba cuando lo soñaste o te sigue gustando después? -preguntó el padre Pernía comenzando a preocuparse.

- Me gustó cuando lo soñé, padre. Ahora no me gusta. Me parece una cosa horrible, un sacrilegio...

(Fragmento del capítulo XII: Casas Muertas)

Cuatro hombres zafios, de pantalones arremangados hasta la rodilla, hediondos a aguardiente, arrancaban las puertas de una desvalida casa sin dueño y dejaban apenas un boquete por donde se miraban desde la calle los verdes del patio abando- nado. A la sombra de los airosos túmulos blancos del viejo cementerio lloraba Martica cuando le mostraron una calavera. El arcángel de la espada llameante se escapaba del Purgatorio para besarla en la boca mientras dormía. No, no era el arcángel, era Sebastián quien la besaba al pie del cotoperí, quien la apretaba contra su pecho, quien le ponía a latir el corazón locamente, como el corazón de los conejos.

Miguel Otero Silva (Venezuela, 1908-1985).

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