Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

domingo, 4 de febrero de 2024

Mirándolas dormir: NO LA HAGAS Y NO LA TEMAS, de Eusebio Blasco

"Duerme en paz, vida mía, esposa modelo, dulce compañera, ángel de mi hogar, (...) Una mujer joven, hermosa,..."

(
Fragmento de la escena III)

Genoveva dormida, Carlos.

(En este momento tose ligeramente Genoveva. Carlos oculta rápidamente la carta y se queda parado un momento mirando hacia la «chaise longue». Después va de puntillas a mirar a su mujer que continúa dormida).

Carlos: Duerme como un lirón. (Leyendo) «¡Ay, amigo mío! ¿Porqué le he conocido a usted ¿Por qué le he encontrado en mi camino? ¿Debo sentirlo? ¿Debo arrepentirme de ello? porque la verdad es que mi voluntad ayer tan firme, cede ante la fuerza de la simpatía. Sí; ¿a qué negarlo? Ya puedo atreverme a decirle a usted las palabras de la heroína de cierta novela: Tú puedes hacer dichosa una vida infeliz, tú eres acaso quien me adivina y me compadece, tú estimas en mucho lo que él tiene en tan poco, mi corazón está triste y desamparado.» Oh, esto es muy bonito. Esto es muy delicado. Esto no es novela de folletín; no señor, esto es suyo... ¡Válgame Dios! Cuando uno piensa que todo esto es mentira! Yo quiero a mi mujer, a mi pobrecita mujer, que es tan buena... y ella a mí, no tenemos hijos, no hay lazo que apriete nuestros dos corazones, y tal vez por eso me permito yo estas picardigüelas. Pero indudablemente estas picardigüelas van a durar poco. Esta mujer, que me escribe de esta manera, me gusta y me hace gracia, pero su falta de franqueza me repugna. (Mirando a Genoveva) Duerme en paz, vida mía, esposa modelo, dulce compañera, ángel de mi hogar, encanto de mi vida. Decididamente esta es la última traición que te hago, (al público) ¿Una mujer joven, hermosa, que no tiene caprichos, ni parientes, ni amigos?, que sólo piensa en mí... ¡Estoy seguro de que sueña conmigo, que no tiene más pensamiento que su casa tranquila, ni más deseo que hacer- me dichoso!... Verdaderamente es una picardía venir a estas horas, olvidarla así, dejarla sola y triste, y enferma... y juro a fe de Carlos... ¡qué egoísta es el hombre! (Mirándola extasiado¡Pobrecilla! ¡Qué sueño tan tranquilo! ¡Qué frente tan serena! ¡Qué encantadora paz! ¡Tú no sabes cuánto te quiero yo, libertino y todo! ¡Cuánto te agradezco el cariño que pones en mí, pensando en mí, tan sólo en tu Carlos de tu alma!

Genoveva (soñando): ¡Federico! (Dígase como si el sueño fuese muy agradable, sin violencia ni esfuerzo. Hay momentos de pausa, durante los cuales Carlos se queda asombrado, inmóvil, confundido ante lo inesperado del sueño que acaba de sorprender. Baja al proscenio, vuelve a quedarse pensativo; pero demostrando el dolor que le ha producido oír aquella palabra. El rostro del actor debe reflejar todo género de dudas).

Carlos: Ha dicho... Ha dicho... ¿Federico? (Vacila un instante y va corriendo al sofá para llamar a su esposa). Genoveva (ella sigue durmiendo. Carlos vuelve a bajar al proscenio diciendo): No, ¿qué iba yo a hacer? ¿Qué es esto? ¿Qué es esto, Carlos? ¿Qué impresión es esta tan desagradable que en un instante te ha herido el alma como de muerte? (Pausa). Federico. ¿Quién se llama Federico? No tengo ningún amigo que se llame así, ni ella tampoco, que yo sepa. (Énfasis en este «que yo sepa»). ¿Federico? ¿Federico? ¿Quién es? ¿Quién? No lo sé, vamos, no sé quién es. Me ahogo... No tiene hijos, no tiene amigos, no sale de casa... es decir, si no... yo no puedo saberlo todo... yo ignoro tal vez... yo... (Va hacia la «chaise longue» con rabia, se detiene, vuelve a bajar. Hágase esta escena lo más dramática posible). |Me estoy muriendo! (Se deja caer sobre una silla). ¡De qué le sirve al hombre la inteligencia, de qué el talento, de qué el estudio y la observación y la ciencia adquirida, si no sabe ni puede leer en el fondo de un alma! ¡Si oye soñar a su mujer y no puede adivinar lo que sueña!

Eusebio Blasco (España, 1844-1903).

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