"... y vistieron sus más ricas ropas ceremoniales, de modo que parecían reyes."
(Fragmento del capítulo La huida a Egipto)
Los tres hombres de Damasco escuchaban en silencio. Cuando se alejó, le siguieron de prisa y miraron, desde lejos, adónde iba. Luego regresaron a su campamento en busca de los dones sagrados que habían traído, se lavaron, se perfumaron y vistieron sus más ricas ropas ceremoniales, de modo que parecían reyes.
María daba el pecho a su hijo cuando aparecieron en la puerta del cobertizo. Alzó la vista alarmada. Pero hicieron el signo de la paz y, postrándose en el piso de tierra apisonada, cuidadosamante barrido por María, rindieron silencioso homenaje al niño. Uno de ellos puso a sus pies una corona de oro de doce puntas, con una joya distinta en cada punta; la que correspondía a cada una de las doce tribus. Y susurró:
- En prenda de tu soberanía, Grande.
El siguiente depositó a la izquierda de la corona una vasija de alabastro que contenía mirra y dijo:
- En prenda de tu amor, Grande.
Y el tercero puso a la derecha de la corona una caja de marfil con incienso olíbano y dijo:
- En prenda de tu inmortalidad, Grande.
María, con los ojos húmedos de lágrimas, dijo con gravedad:
- Doy las gracias en nombre de mi hijo, señores. Sus dones han sido justamente otorgados. Vayan con la bendición del Señor.
Robert Graves
(Inglés fallecido en España, 1895-1985).
(Traducido al español por Carlos Peralta).
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