"... cinco chivos expiatorios «naturales»: las estrellas, los eclipses, los terremotos, los cometas y manchas solares."
(Fragmento del capítulo 1: La pequeña edad de hielo)
La popularidad de las obras de teatro, la sodomía y la brujería como explicaciones de la catástrofe en el siglo XVII apenas eran nada en comparación con los cinco chivos expiatorios «naturales»: las estrellas, los eclipses, los terremotos, los cometas y las manchas solares. En Alemania, un diplomático sueco se preguntaba en 1648 si el aluvión de rebeliones de la época podía «explicarse mediante algún tipo de configuración general de las estrellas en el firmamento»; mientras que, según un cronista español, únicamente «la malignidad de los astros» podía explicar la coincidencia de que «en un año (1647-1648) que no sólo en Nápoles, sino también en Sicilia, en el Estado Eclesiástico, en Inglaterra y Francia, y aún en la Metrópolis del Oriente, se veyan (sic) o se prevenían para el siguiente atrocidades y casos tan raros, que en otra ninguna era». Pocos años más tarde, el historiador italiano Maiolino Bisaccione argumentaba en este mismo sentido que sólo «la influencia de las estrellas» podía haber generado tanta «ira entre el pueblo contra los gobiernos» de su época.
Otros culpaban a los eclipses. El autor de un almanaque español estaba completa- mente seguro de que un reciente eclipse de Sol había producido «grandes alborotos de guerra, como mudanzas de estados, daño en gente popular» entre marzo de 1640 y marzo de 1642 (así como otras catástrofes meticulosamente pronosticadas hasta el año 2400). Una recopilación inglesa similar predecía que los dos eclipses lunares y el pronóstico de una inusual conjunción planetaria para 1642 traerían «muchos accidentes extraños», a saber, «graves fiebres tercianas, guerra, hambruna, peste, incendios de viviendas, violaciones, despoblación, homicidios, sediciones secretas, destierros, encarcelamientos, muertes violentas e inesperadas, asaltos, robos e invasiones piratas». Otro, por lo demás, sensato cronista, escribió dos años después de la revolución de Nápoles de 1647 que la culpa de todo la tenía un reciente eclipse solar; mientras que en Irán, otro eclipse solar acaecido en 1654 condujo a algunos «sabios persas» a afirmar que aquello significaba «que el rey había muerto; otros decían que habría una guerra y derramamiento de sangre; otros, en cambio, que se producirían muertes por doquier». En la India, incluso los emperadores mongoles tomaban precauciones especiales durante los eclipses, permaneciendo bajo techo y comiendo y bebiendo muy poco; mientras que en el Paraíso perdido, escrito entre 1658 y 1663, John Milton se hacía eco del pánico popular cuando el Sol
... desde detrás de la Luna
en los sombríos eclipses difunde un crepúsculo funesto
sobre la mitad de las naciones; y con el temor al cambio
desconcierta a los monarcas.
Geoffrey Parker (Inglaterra, 1943).
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