"¡... cuando la tempestad te devore con trabillas, botones y todo lo demás!"
(Fragmento del capítulo VI: La calle)
Ningún elegante de ciudad se puede comparar con uno de campo -me refiero al verdadero patán-: un tipo que, durante la canícula, es capaz de arar sus dos acres con guantes de gamuza para no tostarse las manos. Ahora bien, cuando a un elegante de campo como éste se le mete en la cabeza conseguir reputación de distinguido, y se alista en las grandes pesquerías de ballenas, habría que ver las cosas tan ridículas que hace al llegar al puerto. Al encargar su indumentaria marina, pide botones de bronce para su chaleco y trabillas para sus pantalones. ¡Ah, pobre retoñito, qué amargamente estallarán al primer ulular de la borrasca, cuando la tempestad te devore con trabillas, botones y todo lo demás!
Herman Melville (Estados Unidos, 1819-1891).
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