del solsticio. En la luz
que apostaste a las ruinas
del asombro. Cúmulos de arena:
postrado en oración -la distancia
aceptó
tu nombre.
Tú. Y otra vez tú.
Retrocede
un paso: lo que es más
ya no es más: nada
ha sido nunca
suficiente. Tiendas,
montadas y embestidas: una escalera
labrada
en un lecho de roca: los abruptos
peldaños nimbados
de fuego. Tú
y después nosotros. La tierra
no pregunta
por nadie.
Que así sea. Mucho
mejor -tantas palabras,
barridas y acarreadas
por tus rodillas beduinas,
no conjurarán tu hogar. Aun
si salieras a rastras de la piel
de tu hermano,
no irías más allá
de lo que respiras: ningún
ángel puede curarte
del nombre.
Mínima. Memoria
y espejismo. En cada punto
que te detienes a respirar
construiremos una ciudad
a tu alrededor. Tu alma
no volverá a atravesar
el muro tapizado
de estrellas
que se alza en nuestras noches.
Paul Auster (Estados Unidos, 1947).
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