Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

martes, 14 de agosto de 2018

Algunos solsticios de novela


Son abundantes las novelas que se ocupan del solsticio, tanto el correspondiente al invierno como el de verano, al que le hemos dedicado estos últimos dos meses en Mitos y reincidencias. La obra más simbólica podría ser el relato Las noches blancas, de Dostievski, cuyo título alude de manera evidente a ese período que se vive en San Petersburgo, en Rusia, entre la segunda quincena de junio y la primera del mes de julio, en que el sol brilla durante la noche y menciona la importancia del sol en esa ciudad tan septentrional:

"Oye uno entre tanto cómo en torno suyo circula ruidosamente la muchedumbre en un torbellino de vida, ve y oye cómo vive la gente, cómo vive despierta, se da cuenta de que para ella la vida no es una cosa de encargo, que no se desvanece como un sueño, como una ilusión, sino que se renueva eternamente, vida eternamente joven en la que ninguna hora se parece a otra; mientras que la fantasía es asustadiza, triste y monótona hasta la trivialidad, esclava de la sombra, de la idea, esclava de la primera nube que de pronto cubre al sol y siembra la congoja en el corazón de Petersburgo, que tanto aprecia su sol. ¿Y para qué sirve la fantasía cuando uno está triste? Acaba uno por cansarse y siente que esa inagotable fantasía se agota con el esfuerzo constante por avivarla. Porque, al fin y al cabo, va uno siendo maduro y dejando atrás sus ideales de antes; éstos se quiebran, se desmoronan, y si no hay otra vida, la única posibilidad es hacérsela con esos pedazos. Mientras tanto, el alma pide y quiere otra cosa. En vano escarba el soñador en sus viejos sueños, como si fueran ceniza en la que busca algún rescoldo para reavivar la fantasía, para recalentar con nuevo fuego su enfriado corazón y resucitar en él una vez más lo que antes había amado tanto, lo que conmovía el alma, lo que enardecía la sangre, lo que arrancaba lágrimas de los ojos y cautivaba con espléndido hechizo."

En una novela comentada previamente, París en el siglo XX, de Jules Verne, la presencia del solsticio de verano es exaltada en el siguiente párrafo:
 
"Debería darle el sol a mediodía; pero las altas paredes de un patio impedían que entrara. Una sola vez en el año, el solsticio del 21 de junio, si hacía buen tiempo, el más alto de los rayos del astro radiante rozaba el techo vecino, se deslizaba velozmente por la ventana, se posaba como un pájaro en el ángulo de un estante o sobre el lomo de un libro, temblaba allí un instante y coloreaba con su proyección luminosa los pequeños átomos de polvo; después, al cabo de un minuto, retomaba vuelo y se marchaba hasta el año siguiente."

Por su parte Umberto Eco, en El péndulo de Foucault, le concede una importancia dramática que lo vuelve esencial como punto de referencia en la trama: "Pero si tenía razón con respecto al Péndulo, quizá también fuera cierto todo el resto, el Plan, la Conjura Universal, y era justo que ahora yo estuviese allí, en la víspera del solsticio de verano. Jacopo Belbo no había enloquecido, sólo había descubierto, jugando, a través del Juego, la verdad."
 
En El último adiós, de la australiana Kate Morton, se lee: "Había pasado casi un año entero desde que lo vio por primera vez. Llegó a Loeanneth el verano de 1932, durante ese glorioso periodo seco en el que, con toda la emoción de la fiesta de solsticio detrás de ellos, no había nada que hacer salvo entregarse al soporífero calor."
 
Por último, en la novela policiaca Casa de verano con piscina, del holandés Herman Koch, inspirada en la detención y arraigo del cineasta Roman Polanski, debido al juicio que dejó inconcluso en los Estados Unidos por la violación de una menor de edad. Aquí el autor reúne en la casa de verano que da título a la obra, propiedad de Ralph Meier, un famoso actor de cine narcisista y arrogante, al doctor Schlosser y su hija Julia, una adolescente de trece años, a un famoso cineasta septuagenario y su joven esposa Emmanuel -casualmente la mujer de Polanski en realidad es la actriz Emanuelle Seigner-. El capítulo 24 se inicia estableciendo desde el primer párrafo: "Ese sábado por la tarde, la aldea estaba celebrando el solsticio de verano con fuegos artificiales y fogatas en la playa. A lo largo de todo el día se escucharon las explosiones."

Estas son apenas unos cuantos títulos que refieren este fenómeno natural que hace sólo unas semanas tuvo lugar en el hemisferio boreal. Para una relación más detallada se puede visitar la etiqueta relativa al solsticio en este mismo blog.

Jules Etienne

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