Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

jueves, 14 de septiembre de 2017

Eclipse: LOS MISERABLES, de Víctor Hugo

"Punto de partida: la materia; punto de llegada: el alma. La hidra al principio, el ángel al fin."
 
Quinta parte: Jean Valjean; Libro primero: La guerra entre cuatro paredes
 
(Fragmento del capítulo XX: Los muertos tienen razón y los vivos no se equivocan)

No hay nada que decir. Los pueblos, como los astros, tienen el derecho al eclipse. Y todo está bien, con tal de que vuelva la luz y el eclipse no degenere en noche. Alba y resurrección son sinónimos. La reaparición de la luz es idéntica a la persistencia del yo.
 
Hagamos constar estos hechos con calma. La muerte en la barricada o la tumba en el exilio es un recurso aceptable para la abnegación. El verdadero nombre de la abnegación es desinterés. Que los abandonados se dejen abandonar, que los exiliados se dejen exiliar, y limitémonos a suplicar a los grandes pueblos que no vayan demasiado lejos cuando retrocedan. No se debe, so pretexto de volver a la razón, descender demasiado. La materia existe, y el minuto y los intereses y el vientre existen; pero no se deben oír los consejos del vientre. La vida momentánea tiene su derecho, lo admitimos, pero la vida permanente tiene el suyo. ¡Ay! El haber subido no impide caer. Ejemplos de esto, más de los que se quisieran, se encuentran en la historia. Una nación es ilustre, toma el gusto al ideal, y luego se revuelve en el fango, y le sabe bien; y si se le pregunta cómo es que deja a Sócrates por Falstaff, responde: «Porque me gustan más los hombres de Estado». Unas palabras más antes de volver a la refriega.
 
Una batalla como la que referimos en este momento no es otra cosa que una convulsión hacia lo ideal. El progreso con trabas es enfermizo y padece epilepsias trágicas. Esa enfermedad del progreso, la guerra civil, hemos debido encontrarla a nuestro paso. Es una de las fases fatales, a la vez acto y entreacto, de ese drama cuyo pivote es un condenado social, y cuyo título verdadero es: El Progreso. ¡El Progreso! Este grito que lanzamos a menudo es todo nuestro pensamiento; y en el punto del drama al que hemos llegado, teniendo que experimentar aún más de una prueba la idea que contiene, quizá nos sea permitido, si no descorrer el velo, al menos dejar entrever claramente la luz.
 
El libro que el lector tiene ante los ojos en este instante, en su conjunto y en sus pormenores, cualesquiera que sean las intermitencias, las excepciones o las debilidades, es la marcha del mal al bien, de lo injusto a lo justo, de lo falso a lo verdadero, de la noche al día, del apetito a la conciencia, de la podredumbre a la vida, de la bestialidad al deber, del infierno al cielo, de la nada a Dios. Punto de partida: la materia; punto de llegada: el alma. La hidra al principio, el ángel al fin.


Víctor Hugo (Francia, 1802-1885).
 
(Traducido al español por Aurora Alemany).

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