"... no hay que ser vulgares, ni quitar el crédito a los pobrecitos eclipses, que es pecado de restitución."
(Libro primero: fragmento del capítulo VII)
- No me admiro -dijo el padre- que su tío de
usted piense de esa manera, porque no tiene motivo para otra cosa; pero me hace
mucha fuerza oír producirse de igual modo a un señor colegial. Según eso,
dígame usted, ¿qué son los eclipses?
- Yo creo -dijo Januario- que son aquellos
choques que tienen el sol y la luna, en los que uno u otro salen perdiendo
siempre, conforme es la fuerza del que vence; si vence el sol, el eclipse es de
la luna, si vence ésta, se eclipsa el sol. Hasta aquí no tiene duda, porque
mirando el eclipse en una bandeja de agua, materialmente se ve como pelea el
sol con la luna; y se advierte lo que uno u otro se comen en la lucha; y si
tienen virtud estos dos cuerpos para hacerse tanto daño siendo solidísimos,
¿cómo no podrán dañar a las tiernas semillas y a las débiles criaturas del
mundo?
- Esa es la vulgaridad -respondió el vicario-.
Los eclipses en nada se meten, ni tienen la culpa de esas desgracias. Las siembras
se pierden, o porque les ha faltado cultivo a su tiempo, o han escaseado las
aguas, o la semilla estaba dañada, o era ruin, o la tierra carece de jugos, o
está cansada, etc. Los ganados malparen, o las crías nacen enfermas, ya porque
se lastiman las hembras, o padecen alguna enfermedad particular que no
conocemos, o han comido alguna hierba que las perjudica, etc.; últimamente,
nosotros nos enfermamos o por el excesivo trabajo, o por algún desorden en la
comida o bebida, o por exponernos al aire sin recato estando el cuerpo muy
caliente; o por otros mil achaques que no faltan; y las criaturas nacen tencuas,
raquíticas, defectuosas o muertas, por la imprudencia de sus madres en comer
cosas nocivas, por travesear, corretear, alzar cosas pesadas, trabajar mucho,
tener cóleras vehementes, o recibir golpes en el vientre. Conque vea usted cómo
no tienen los pobres eclipses la culpa de nada de esto.
- Bien -dijo don Martín-, pero ¿cómo suceden
estas desgracias puntualmente cuando hay eclis?
- La desgracia de los eclipses -dijo el
vicario-, consiste en que suceda algo de esto en su tiempo; porque los pobres
que no entienden de nada, luego luego echan la culpa a los eclipses de cuantas
averías hay en el mundo. Así como cuando uno se enferma, lo primero que hace es
buscar achaque a su enfermedad, y tal vez cree que se la ocasionó lo más
inocente. Conque, amigo, no hay que ser vulgares, ni que quitar el crédito a
los pobrecitos eclipses, que es pecado de restitución.
Celebraron todos al padre vicario, y le pegaron
un buen tabardillo al amigo Juan Largo, de modo que se levantó de allí
chillándole las orejas. A poco rato nos fuimos a acostar.
José Joaquín Fernández de Lizardi (México, 1776-1827).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario