Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

sábado, 13 de julio de 2024

Mirándolas dormir: EL TREN LLEGÓ PUNTUAL, de Heinrich Böll

"... la muchacha no sólo se ha asustado al oírle, sino que parece totalmente agotada..."

(Fragmento)

- ¡Detente! -grita asustado. Y al conjuro de su voz, las manos de Olina se apartan de las teclas.

Se frota la frente dolorida, y a la pálida luz de la lámpara nota que la muchacha no sólo se ha asustado al oírle, sino que parece totalmente agotada, cual si la dominara un cansancio supremo tras escalar las altas torres, aferrándose a ella con sus suaves manos. Las comisuras de sus labios tiemblan como las de un niño a quien la fatiga impide llorar. Se le ha soltado el cabello, está pálida y tiene profundas ojeras.

Andreas se acerca a ella y, tras rodearla con sus brazos, la lleva con cuidado al sofá. La joven cierra los ojos, suspira y mueve la cabeza con suma lentitud, como si sólo pidiera tranquilidad y reposo. «Quiero descansar un poco... tener algo de paz.» Es un consuelo que, al fin, quede dormida, con la cabeza caída hacia un lado.

"Es un consuelo que, al fin, quede dormida, con la cabeza caída hacia un lado."

Andreas apoya el rostro en ambas manos, que tiene puestas sobre la mesa, y se da cuenta de que también él está infinitamente cansado. «Es domingo -se dice-. Ha dado la una. Quedan todavía tres horas. No puedo dormirme; no debo permitirlo.» Observa a la joven amorosamente; contempla su cara pura, fatigada, pequeña y pálida, que en la felicidad que le da el sueño sonríe sin advertirlo. «No debo dormirme» -se repite Andreas. Mas a pesar suyo, el cansancio lo empieza a dominar. «Dios mío, no dejes que me duerma... permíteme mirar su cara... Fue preciso venir a este burdel de Lemberg para saber que existe un amor desprovisto de deseo... Y así es como amo a Olina... No me debo dormir. Es preciso que siga mirando su boca, su frente y los mechones dorados de su fino pelo caído sobre su cara, y las oscuras sombras de su cansancio indefinible rodeándole los ojos. Ha interpretado a Bach hasta el límite de lo humano. No me puedo dormir... hace mucho frío... la crueldad de la mañana acecha tras esas cortinas que nos separan de la noche... Hace frío y no tengo con qué cubrirla... porque he vendido mi abrigo. El mantel está manchado de vino. Podría taparla con mi guerrera y poner mi camisa sobre el escote de su vestido.» Mas al propio tiempo, nota que él también está tan cansado que no tiene ánimos ni para levantarse y quitarse la guerrera. «No puedo mover los brazos. Pero no hay que dormirse. Quedan infinidad de cosas por hacer... Sí, infinidad de cosas por hacer. Intentaré reposar unos instantes, apoyando los brazos sobre la mesa. Después me quitaré la camisa, la abrigaré con ella y me pondré a rezar. Quiero rezar arrodillado junto a este sofá que ha visto tantísimos pecados; deseo arrodillarme ante esta cara pura gracias a la cual sé ahora que es posible un amor sin deseo... No me debo dormir... no, no... no me debo dormir...»

Al despertar, su expresión es como la de un pájaro que muere y se desploma en pleno vuelo, hundiéndose en la más profunda desesperación. Pero los ojos sonrientes de Olina detienen su caída.

Heinrich Böll
(Alemania, 1917-1985). Obtuvo el premio Nobel en 1972).

(Traducido al español por Julio F. Yáñez).

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