"Venecia es siempre la patria de lo inverosímil, la ciudad de las ondinas, que en este extremo del Oriente se llaman sirenas..."
(Fragmento del capítulo XV: Los odios de Colette)
El sello de la carta le reveló que Claudio se hallaba al presente en Venecia. Con singular cuiriosidad rompió el sobre y leyó las páginas que siguen, andando por las tranquilas calles del barrio de San Germán, que le llevaban hacia el Sena, una mañana de primavera tan fresca y luminosa como su propio amor.
Venecia, palacio Dario, Abril 79.
«Escribo a usted, querido Renato, desde su Venecia, desde esta Venecia de donde usted ha evocado la cruel imagen de Celia, el dulce perfil de Beatriz, y como la hechicera Venecia es siempre la patria de lo inverósimil, la ciudad de las ondinas, que en este extremo del Oriente se llaman sirenas, he decubierto aquí un cuartito amueblado en el palacio más mono, sobre el Gran Canal, como lord Byron; un palazzino con medallones de mármol en su fachada, todo historiado, bordado, cincelado e inclinado de un ángulo, como yo en mis días malos. Mientras me ocupo de garrapatear a usted esta carta, siento el agua del Gran Canal debajo de mis ventanas y a mi alrededor la paz de esta ciudad -la Cora Pearl del Adriático, que diría un zarzuelista- en que se disfruta de un soñador silencio. ¡Ay, amigo mío! ¿Por qué no he podido desprenderme, al venir aquí, de mi corazón de escritor enfermo, de este corazón que siento gemir y golpear aún más fuerte en este suave silencio? (...)»
Paul Bourget (Francia, 1852-1935).
(Traducida al español por H. Giner de los Ríos).
La ilustración corresponde a un mosaico del Renacimiento
que figura en el ensayo Las sirenas de Venecia, de Alison Luchs.
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