"... el reflejo de las linternas sobre el agua parpadeaba como una floración de luminosas ninfas multicolores."
(Fragmento de la segunda parte: El imperio del silencio)
(Fragmento de la segunda parte: El imperio del silencio)
Una góndola larga, decorada con linternas de colores,
llena de cantantes y músicos, estaba bajo el balcón de la casa de Desdémona: la
vieja canción de la breve juventud y la belleza pasajera llegaba dulcemente
hasta las mujeres que escuchaban con una sonrisa infantil, sentadas entre sus
mascotas, como en una estampa de Pietro Lunghi: Do veni vu ghavé/ Beleza e zoventú;/ co i va no i toma piú,/ Nina mia
cara…
- ¿No le parece que sea esta la verdadera alma de Venecia que
usted se figuraba, Èffrena? -dice la Foscarina balanceando un poco su cabeza al
ritmo de la suave melodía que fluía por todo el Gran Canal y se repetía a la
distancia en las otras barcas cantoras.
- No, no es ésta –responde Stelio-. Está
dentro de nosotros, errante como una mariposa voluble que vaga por la
superficie de nuestra naturaleza, es un alma ligera, una animula, un
pequeño espíritu jocoso que nos domina por el momento y a menudo nos seduce y
persuade rumbo a placeres simples o mediocres, hacia pasatiempos pueriles y
música frívola. Esta animula vagula
existe hasta en el carácter más grave y violento, como el clown implícito
bajo la persona de Otelo; y en algunas ocasiones confunde nuestro mejor juicio.
Eso que escuchan ahora, en las canciones y la melodía de las guitarras, es el animula de
Venecia; pero su verdadera alma se descubre sólo en silencio, y lo más terrible
–pueden estar seguras-, en pleno verano, al mediodía, como el alma del gran
dios Pan. A pesar de eso, ahí, en la bahía de San Marcos, creí que ustedes
también sentían sus vibraciones místicas durante los momentos del incendio.
Están olvidando a Giorgione por la Rosalba.
En torno a la góndola cantora se
congregaban los botes llenos de mujeres lánguidas que se plegaban hacia la
música con actitudes de abandono, como a punto del des- mayo entre brazos
invisibles. Y, en torno a aquella voluptuosa reunión, el reflejo de las
linternas sobre el agua parpadeaba como una floración de luminosas ninfas
multi- colores.
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