Una
Naturaleza arreglada mecánicamente, he ahí un motivo francamente cómico, sobre
el cual podrá levantar la fantasía sus combinaciones con la certeza de obtener
un gran éxito de risa. Recuérdese el tan divertido pasaje de Tartarín
en los Alpes, donde Bompard hace tragar a Tartarín (y algo
también, por consiguiente, al lector) la idea de una Suiza montada con máquinas
como el escenario de la «Opera», explotada por una Compañía que atiende a la
conservación de cascadas, glaciares y barrancos ficticios. Este mismo motivo
aparece también, pero transpuesto en un tono muy distinto, en las Novel Notes del humorista
inglés Jerome K. Jerome. La anciana dueña de un castillo pretende que el hacer
buenas obras no le cause mucha molestia y manda instalar cerca de su morada a
unos ateos a quienes convertirá y que han sido fabricados expresamente para
ella; gentes honradas que se hacen pasar por borrachos, a fin de que ella pueda
curarles de su vicio, etcétera. Hay palabras cómicas en las cuales se encuentra
este motivo en el estado de resonancia lejana, mezclado a una ingenuidad
afectada o sincera que le sirve de acompañamiento. Ejemplo de ello es la frase
de cierta dama que, invitada por el astrónomo Cassini* a ver un eclipse de luna,
y habiendo llegado con retraso, le dijo: «M. de Cassini, tendrá la amabilidad
de volver a empezar para que yo lo vea.» O, si no, esta exclamación de un
personaje de Gondinet que, al llegar a una población y enterarse de que en los
alrededores hay un volcán extinguido, exclama: «¡Tenían un volcán y lo han
dejado apagarse!».
Henri Bergson (Francia, 1859-1941). Obtuvo el premio Nobel en 1927.
* Giovanni Cassini (1625-1712), astrónomo italiano nacionalizado francés.
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