Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

sábado, 17 de mayo de 2014

Espejos (16): CUMBRES BORRASCOSAS, de Emily Brontë


(Fragmento del capítulo XII)

El armario está apoyado en la pared, como siempre, replicó  ¡Qué raro es! Distingo en él una cara.
 
En este cuarto no ha habido un armario nunca  respondí. Y levanté las cortinas del lecho para poder vigilarla mejor.
 
¿Pero no ves aquella cara?  me dijo, señalando a la suya propia, que se reflejaba en el espejo.
 
En vista de que no me era posible hacerle comprender que el rostro que veía era el suyo, me levanté y tapé el espejo con un chal.
 
La cara sigue estando detrás, dijo anhelante, y se ha movido. ¿Quién será? Temo que aparezca cuando te vayas. ¡Elena: este cuarto está embrujado! Me asusta quedarme sola.

Le así las manos y traté de calmarla. Se estremecía convulsivamente y miraba hacia el espejo con fijeza.
 
No hay nadie en el cuarto, señora  repetí . Era su propio rostro, como sabe usted muy bien.
 
¡Yo misma!  exclamó suspirando . Y el reloj da las doce... ¡Es horrible!
 
Y se cubrió los ojos con las sábanas. Pretendí dirigirme a la puerta para avisar a su marido, pero me detuvo un penetrante grito de Catalina. El chal acababa de caer al suelo.
 
¡Vamos!  exclamé . ¿Qué sucede? ¿Quién es el cobarde ahora? ¿No ve usted, señora, que es su cara la que se refleja en el espejo?
 
Se asió a mi, y unos momentos después su semblante se había tranquilizado y a su lividez sucedía el rubor.
 
 
Emily Brontë (Inglaterra, 1818-1848) 

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