"La mancha negra empieza a extenderse sobre el sol. Todos parecen asustados (...) los cerdos se comen los pepinos."
(Fragmento)
(Fragmento)
- ¿De
qué proceden los eclipses? -pregunta Masdinka.
Yo
contesto:
- Los
eclipses proceden de que la luna, recorriendo la elíptica, se coloca en la línea
sobre la cual coinciden el sol y la tierra.
- ¿Y
qué es la elíptica?
Yo
se lo explico. Masdinka me escucha con atención, y me pregunta:
- ¿No
es posible ver, mediante un vidrio ahumado, la línea que junta los centros del
sol y de la tierra?
- Es
una línea imaginaria -le contesto.
- Pero
si es imaginaria -replica Masdinka-, ¿cómo es posible que la luna se sitúe en
ella?
No
le contesto. Siento, sin embargo, que, a consecuencia de esta pregunta ingenua,
mi hígado se agranda.
- Esas
son tonterías -añade la mamá de Masdinka-; nadie es capaz de predecir lo que
ocurrirá. Y, además, usted no estuvo jamás en el cielo. ¿Cómo puede saber lo
que acontece a la luna y al sol? Todo ello son puras fantasías.
Es
cierto; la mancha negra empieza a extenderse sobre el sol. Todos parecen asustados;
las vacas, los caballos, los carneros con los rabos levantados, corren por
el campo mugiendo. Los perros aúllan. Las chinches creen que es de noche y salen
de sus agujeros, con el objeto de picar a los que hallen a su alcance. El vicario
llega en este momento con su carro de pepinos, se asusta, abandona el vehículo
y se oculta debajo del puente; el caballo penetra en su patio, donde los cerdos
se comen los pepinos. El empleado de las contribuciones, que había pernoctado
en la casa vecina, sale en paños menores y grita con voz de trueno: «¡Sálvese
quien pueda!» Muchos veraneantes, incluso algunas bonitas jóvenes, se
lanzan a la calle descalzos. Otra cosa ocurre que no me atrevo a referir.
- ¡Qué
miedo! ¡Esto es horrible! -chillan las señoritas de diversos matices.
- Señora,
observe bien, el tiempo es precioso. Yo mismo calculo el diámetro.
Me
acuerdo de la corona, y busco al oficial herido, quien está parado, inmóvil.
- ¿Qué
diablos hace usted? ¿Y la corona?
El
oficial se encoge de hombros, y con la mirada me indica sus dos brazos. En cada
uno de ellos permanece colgada una señorita, las cuales, asidas fuertemente
a él, le impiden el trabajo. Tomo el lápiz y anoto los minutos y los segundos:
esto es muy importante. Marco la situación geográfica del punto de observación:
esto es también muy importante. Quiero calcular el diámetro, pero Masdinka
me coge de la mano y me dice:
- No
se olvide usted: hoy, a las once.
Me
desprendo de ella, porque los momentos son preciosos y yo tengo empeño en
continuar mis observaciones. Varinka se apodera de mi otro brazo y no me suelta.
El lápiz, el vidrio ahumado, los dibujos, todo se cae al suelo. ¡Diantre! Hora
es de que esta joven sepa que yo soy irascible, y cuando yo me irrito, no respondo
de mí. En vano pretendo seguir. El eclipse se acabó.
- ¿Por
qué no me mira usted? -me susurra tiernamente al oído.
Esto
es ya más que una burla. No es posible jugar con la paciencia humana. Si algo
terrible sobreviene, no será por culpa mía. ¡Yo no permito que nadie se mofe
de mí! ¡Qué diablo! En mis instantes de irritación no aconsejo a nadie que se
acerque a mí. Yo soy capaz de todo. Una de las señoritas nota en mi semblante
que estoy irritado y trata de calmarme.
- Nicolás
Andreievitch, yo he seguido fielmente sus indicaciones, observé a los mamíferos
y apunté cómo, ante el eclipse, el perro gris persiguió al gato, después de lo
cual quedó por algún tiempo meneando la cola.
Antón Chéjov: Anton Pavlovich Chekhov
(Ruso fallecido en Alemania, 1860-1904) .
(Ruso fallecido en Alemania, 1860-1904) .
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