Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

viernes, 24 de febrero de 2017

Tiempo de carnaval


Existen dos vertientes para explicar el origen del carnaval. Una sería religiosa, que supone su razón de ser como el festejo previo al miércoles de ceniza, cuando da principio el período denominado cuaresma, y hay quienes lo justifican a partir de su etimología latina: carnum (carne) y levare (quitar), es decir, quitar la carne , que es el alimento que no se debe probar una vez que haya iniciado la cuaresma. Pero también hay quienes encuentran la explicación en las bacanales romanas en honor de Baco, el dios del vino. La celebración tenía lugar con motivo de la proximidad de la primavera y Baco llegaba del mar en un carro alegórico (como los que se estilan durante el carnaval) que llamaban carrus navalis, y que el latín vulgar deformaría en carnaval. Por cierto, el mardi gras, que es como se le conoce en Nueva Orléans, la región originalmente francófona de Estados Unidos, significa en su traducción literal martes gordo, porque parte del festín, además de la música y los disfraces, es una comilona, lo que también podría relacionarlo con las mencionadas bacanales.

Antes de que empezara a escribir este texto, mientras pensaba como estructurarlo, recordé que en la película Henry y June, sobre el romance entre Anáis Nin y Henry Miller en París, cuando éste escribía su novela Trópico de Cáncer, hay una escena intensa que tiene lugar durante el carnaval. Entonces me di a la tarea de localizar alguna referencia a este festejo que de preferencia tuviera una connotación erótica en la obra de Miller y me encontré precisamente lo contrario, una mención al carnaval de luces que es el París nocturno, de una íntima elegancia que no pude permitirme pasar por alto:

"Digo que esos pensamientos ocupan mi mente, pero si no es cierto; hasta después, hasta haber cruzado el Sena, hasta haber dejado atrás el carnaval de luces, no dejo a mi mente jugar con esas ideas. Por el momento no puedo pensar en nada... excepto en que soy un ser sensible apuñalado por el milagro de esas aguas que reflejan un mundo olvidado. A lo largo de las orillas, los árboles se inclinan hasta casi tocar el espejo empañado; cuando se levante el viento y los colme de un murmullo rumoroso, derramarán unas lágrimas y se estremecerán al paso del agua en torbellinos. Me corta el aliento. Nadie a quien comunicar siquiera parte de mis pensamientos..."

Anáis Nin recurre varias veces a la metáfora del carnaval en Corazón cuarteado, por ejemplo cuando dice: "El lugar estaba animado, como un perpetuo carnaval", o también "las sombras sobre las paredes permanecían inmóviles, pero los reflejos de las luces jugueteaban en su superficie como un fantasmagórico carnaval". Aunque también se apega a la definición legítima de la palabra: "Rango no había tenido necesidad de inventar. Había poseído montañas de magnificencia legendaria, lagos de proporciones fantásticas, animales extraordinarios, una casa de gran belleza. Había asistido a fiestas que duraban una semana, carnavales, orgías." Por último: "En cuanto a Rango, estallarían los tambores y todos los caballos decorados del carnaval girarían al son de una polka..."

La amistad entre Henry Miller y Lawrence Durrell quedó bien documentada por un abundante epistolario y se prolongó durante más de cuarenta años. El llamado cuarteto de Alejandría, la gran obra de Durrell, está compuesto por Justine, Balthazar, Mountolive y Clea. Este es un párrafo -por cierto, un claro ejemplo de polisíndeton- alusivo al carnaval:

"Y el carnaval enloquecido bajo las máscaras uniformadoras. El encuentro con un vampiro en las calles repletas de gente que adora la vida. Que le rinde pleitesía según raza, sexo y creencias, pues en sus calles estaba toda la gama planetaria de las tres categorías. Y las playas de dunas y el lago Mareotis y los puestos de magia y los profetas en trance y los coptos enigmáticos y las manos pintadas de azul y el cielo violeta y el desierto."

El carnaval, mascarada en que las identidades se pueden ocultar para dejar en libertad a los instintos, algarabía que confronta su naturaleza erótica y pagana con el subsecuente fervor místico de la abstinencia, anunciada con senda cruz en la frente de los fieles: miércoles de ceniza, final de fiesta.


Jules Etienne

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