Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

miércoles, 1 de febrero de 2017

Carnaval: EL ADOPTADO, de Heinrich von Kleist

"... atravesó la sala ataviado con sombrero de pluma, capa y espada."
 
(Fragmento)
 
En cierta ocasión Nicolo, a escondidas y sin conocimiento de su esposa, bajo el pretexto de estar invitado a casa de un amigo, había acudido al carnaval con la tal Xaviera Tartini, con quien no había abandonado nunca los amoríos pese a la prohibición del padre, y regresaba a su casa a altas horas de la noche, cuando ya todos dormían, ataviado con un disfraz de caballero genovés que había elegido al azar. Coincidió que al anciano le había sobrevenido una repentina indisposición y Elvira, para asistirle a falta de criada, se había levantado y dirigido al comedor con el fin de llevarle una botella de vinagre. Acababa de abrir un armario del rincón y rebuscaba subida al borde de una silla entre vasos y licoreras, cuando Nicolo abrió la puerta sigilosamente y, con una luz que se había prendido en el corredor, atravesó la sala ataviado con sombrero de pluma, capa y espada. Sin malicia alguna ni echar de ver a Elvira, se llegó hasta la puerta que conducía a su aposento y, al tiempo que él se sobresaltaba por encontrarla cerrada con llave, detrás suyo Elvira, percatándose de su presencia desde el escabel al que estaba encaramada, cayó como tocada por un rayo invisible sobre el entarimado, con las botellas y vasos que sostenía en la mano. Nicolo, pálido del susto, se dio media vuelta y ya iba a acudir en ayuda de la infeliz mas, como el ruido que ella había causado tenía necesariamente que atraer al anciano, el temor a sufrir una reprimenda de éste se sobrepuso a todas las restantes consideraciones: en la turbación del apresuramiento arrebató de su cintura un manojo de llaves que llevaba consigo y, habiendo encontrado una que servía, arrojó el manojo de nuevo a la sala y desapareció.


Heinrich von Kleist (Alemania, 1777-1811) 

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