Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

lunes, 11 de octubre de 2010

Decir Adiós es morir un poco (página 180)


Esto es algo que no te gustaría que cambiara de México. Su verbosidad, no para evadir la verdad en sí misma, sino para retardar el momento de afrontarla. Sólo se sugiere a través de alusiones veladas y figuras retóricas, porque plantearla con la crudeza directa de los europeos o los norteamericanos puede herir fácilmente la sensibilidad a flor de piel del mexicano: A mí nadie me habla en ese tono. Y entonces ponemos en marcha todo un ceremonial de fórmulas de cortesía -con todo respeto, si usted me lo permite, sin ofender al presente-, que precede algo tan sencillo como una negativa. Decir no, no sé, no puedo o, aun peor, no quiero, es una grosería imperdonable. Por eso tanta floritura verbal. Los mexicanos somos maestros en el arte del perifraseo.

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