(Fragmentos del capítulo Mac)
Cuando meses después
Wilson ordenó la evacuación de México por parte de los estadounidenses, Mac
estaba instalado en un apartamentito del Plaza del Carmen con una muchacha
llamada Concha y dos gatos persas blancos. Concha había trabajado de taquígrafa
e intérprete para una firma americana y había sido durante tres años amante de
un petrolero, así que hablaba inglés perfectamente. El petrolero se había colgado
del estribo del tren de Veracruz en la época del pánico, cuando la fuga de Huerta,
dejando a Concha a pan y agua. Ella se había ilusionado con Mac desde el momento
mismo de verlo por primera vez en el correo. Lo atendía a cuerpo de rey, y cuando
él hablaba de unirse a los de Zapata solía reírse y decir que los peones eran unos
salvajes ignorantes que no entendían otro idioma que el del látigo. Su madre, una
vieja perpetuamente envuelta en un rebozo negro, iba a cocinarles, y a Mac empezaron
a gustarle el pavo con salsa de chocolate y las enchiladas con queso. Los gatos
se llamaban Porfirio y Venustiano y dormían al pie de la cama.
Concha era muy ahorrativa, podía lograr que el sueldo de Mac se estirara hasta
límites insospechados y jamás se quejaba cuando él se iba a vagar por la ciudad
y volvía tarde, con la cabeza a punto de explotarle de tanto beber tequila.
(...)
Antes de cenar cada uno
bebió un tequila en un bar donde no se despachaba otra cosa. La guardaban en
barrilitos barnizados. Salvador le enseñó a G. H. Barrow cómo se tomaba:
primero se ponía sal en el hoyuelo entre el pulgar y el índice, después se bebía
el tequila de un solo trago, se chupaba la sal y finalmente se comía un poco de
salsa de chile. Pero Barrow invirtió el proceso y se atragantó.
Para la hora de la cena
estaban borrachos como cubas y G. H. Barrow repetía que los mexicanos sí que
sabían lo que era el arte de vivir, lo cual dio pie a que Salvador hablara del
genio indio y del genio latino y confesara que Mac y Ben eran los únicos gringos
soportables que había conocido en su vida e insistiera en pagar la cuenta.
John Dos Passos (Estados Unidos, 1896-1970).
(Traducido al español por Marcelo Cohen).
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