(Fragmento del capítulo III: La O.S.S. y sus suicidas)
- De acuerdo. Bien;
supongo que vamos ya camino de Tampico.
- Las sucesivas y
extrañas muertes de varios oficiales de petroleros norteamericanos, ocurridas
en Tampico, así como de dos financieros relacionados con los pozos petrolíferos
mexicanos, han tenido como explicación oficial la de accidentes. Pero uno de
nuestros agentes, poco antes de ser apuñalado, había, enviado un mensaje.
Lacónico. Decía simplemente que estaba sobre la pista de una cantante mexicana
llamada Luana Vélez, que se exhibe en un cabaret de la frontera, en la ciudad
de Nuevo Laredo.
- ¿Robert Lark ha ido a
entablar amistad con Luana Vélez?
- Ha hecho más, señor.
Ha buscado refugio, esposado, en la casita solitaria de la cantante.
- Si la mexicana es
nerviosa pudo recibirlo a tiros.
- Éste es el peligro
menor que a cada minuto corre el menos expuesto de mis agentes, señor.
- Bien. Robert Lark ha
entablado amistad con Luana Vélez.
- En Tampico hay una
zona que llaman el barrio reservado, Es como la Kasbah de Argel. Un lugar donde
sólo pueden entrar, seguros de salir con vida, la hez y escoria del Continente.
Lo peor del hampa. Ninguno de mis agentes lograría entrar en ese barrio, señor.
- La prensa le hace la
suficiente propaganda a Robert Lark para que ésta le sirva de la mejor tarjeta
de introducción en la Kasbah de Tampico.
- Las muertes de los
oficiales y financieros del «trust» petrolífero me han hecho deducir que en la
Kasbah hay un grupo de pistoleros que por sus procedimientos tienen que ser
yanquis. Y sí Luana Vélez es la que sirve de enlace desde Nuevo Laredo, indudablemente
no se dejará perder la ocasión de contar con un valioso elemento como lo es
Robert Lark.
Peter Debry
Pedro Víctor Debrigode (España, 1914-1982).
La novela policiaca Sirenas tropicales, de Peter Debry, apareció publicada por primera vez en el año de 1950, como el número 4 de la colección Servicio Secreto que recién había iniciado Editorial Bruguera en España. Su propio autor, cuyo verdadero nombre era Pedro Víctor Debrigode, decidió modificarla suprimiendo el epílogo y los títulos de algunos capítulos así como eliminando muchas de las descripciones en busca de un estilo más directo y apropiado para el género. Esa nueva versión sería publicada como Arde el petróleo en 1973, formando parte de la serie Punto Rojo de la misma editorial.
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