(Fragmento de la segunda parte: Los detectives salvajes, 1976-1996)
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Y yo: viva, sintiendo
un retortijón en el estómago, mientras pensaba en los
tiempos pasados y en la hora que era en
aquel momento, es decir, la hora en que la noche se hunde en la noche, nunca de golpe, la noche patialba del DF, una noche que se
anuncia hasta el cansancio, que vengo,
que vengo, pero que tarda en llegar, como si también ella, la méndiga, se quedara a contemplar el atardecer, los atardeceres
privilegiados de México, los atardeceres
de pavorreal, como decía Cesárea cuando Cesárea vivía aquí y era nuestra amiga. Y entonces fue como si viera a Cesárea en la
oficina que tenía el general Diego
Carvajal, sentada en su mesa, delante de su máquina de escribir reluciente, hablando con los guaruras del general que por lo común
se pasaban las horas muertas allí
también, sentados en los sillones o apoyados en las puertas mientras el general alzaba la voz en el interior de su despacho y Cesárea,
para que se estuvieran ocupados
o porque verdaderamente los necesitaba, los mandaba a hacer recados o a buscar un determinado libro a la librería de don Julio
Nodier, libro que necesitaba consultar
para sacar una o dos ideas o una o dos citas para los discursos del general que según Manuel ella misma preparaba. Unos discursos
estupendos, muchachos, les dije,
unos discursos que dieron la vuelta a México y que fueron reproducidos en periódicos de muchas partes, de Monterrey y de
Guadalajara, de Veracruz y de Tampico,
y que a veces nosotros leíamos en voz alta en nuestras reuniones de café.
(Fragmento de 2666: La parte de los crímenes)
Digamos que yo me
encargo de los invitados famosos. Todo depende del dinero. Llevar a un presentador famoso a
Aguascalientes tal
vez no sea posible. Pero si la fiesta es en Cuernavaca, tal vez yo consiga hacerlo aparecer por ahí. No digo
que sea fácil
ni tampoco que sea barato, pero puedo intentarlo. Llevar a un galán de telenovela a Aguascalientes sí que es
posible, aunque
tampoco te sale barato. Si el galán no está en su mejor momento, por ejemplo, si no ha trabajado en el último
año y medio,
la posibilidad de que aparezca por tu fiesta es mayor. Y el precio no es excesivo. ¿Cuál es mi trabajo? Pues
convencerlos de que
vayan. Primero los llamo por teléfono, voy a tomar un café con ellos, los sondeo. Luego les hablo de la
fiesta. Les digo que si
se dejan ver por allí hay un dinero para ellos. Llegados a este punto, generalmente entramos en un regateo. Yo
oferto poco.
Ellos piden más. Acercamos posiciones lentamente. Les aclaro el nombre de sus anfitriones. Les digo que es
gente importante, gente
de provincia, pero gente importante. Les hago repetir el nombre de la mujer y del marido varias
veces. Me preguntan
si yo estaré allí. Claro que estaré allí. Supervisándolo todo. Me preguntan por los hoteles de Aguascalientes,
de Tampico,
de Irapuato. Buenos hoteles. Además, todas las casas adonde vamos tienen un montón de habitaciones para
invitados. Al
final llegamos a un acuerdo. El día de la fiesta aparezco yo y dos o tres o cuatro invitados famosos y la fiesta
es un éxito.
Roberto Bolaño (Chileno fallecido en España, 1953-2003).
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