"El último viernes de diciembre. El primero de enero. El segundo de enero. Ah, por fin el que buscaba (...) Lo leyó con dificultad, como si tuviera los ojos tapados con un trapo blanco..."
(Fragmento del capítulo: La aproximación de la primavera)
Un
día, movido por un impulso repentino, se levantó de la mesa de su despacho y
con paso lento descendió al Archivo. Reinaba el mismo olor pesado a carbón que
había respirado tiempo atrás. Los funcionarios permanecían a su lado
como sombras, dispuestos a servirle. Pidió el cartapacio de los Sueños Maestros
de los últimos meses y, cuando se lo trajeron, después de ordenar a los
funcionarios que lo dejaran trabajar tranquilo, comenzó a hojearlo con calma.
Sus dedos le transmitían un creciente desasosiego a medida que pasaba las
hojas. Los latidos de su corazón se habían tornado extremadamente lentos. En la
cabecera de las hojas, a la derecha, estaban escritas las fechas y otras
anotaciones de referencia. El último viernes de diciembre. El primero de enero.
El segundo de enero. Ah, por fin el que buscaba, el Sueño Maestro fatal que había
llevado a su tío a la tumba y lo había elevado a él a la dirección del Tabir.
Lo leyó con dificultad, como si tuviera los ojos tapados con un trapo blanco
que dejara pasar apenas ramalazos de luz lechosa. Era justo aquel sueño del vendedor
de verduras de la capital que había pasado dos veces por sus manos, acompañado
de la interpretación aproximativa que ya conocía: Puente-Koprü-Qyprilli. Instrumento
musical-epopeya albanesa. El toro rojizo que, incitado por ella, embestía
contra el Estado. ¡Oh, Dios!, se dijo. Conocía de sobra todo aquello, sin embargo
el hecho de verlo escrito lo hizo estremecerse de la cabeza a los pies. Cerró
el cartapacio y se marchó con el mismo paso parsimonioso.
Ismail Kadaré (Albania, 1936).
(Traducido al español por Ramón Sánchez Rizarralbe).
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