(Fragmento inicial)
Los siglos habían pasado sobre las llamas de Isaías
sin apagarlas, El eco de sus gritos aún resonaba, al menos en el corazón de la
Virgen. Se hizo más clara la vaga y sorda expectativa del género humano,
localizada en tres gobernantes de Oriente. Los Reyes Magos fueron los
personajes principales en Oriente. No debemos dejarnos engañar por sus
nombres y tomarlos por magos. Eran eruditos y eran reyes; porque en
Oriente los doctos eran reyes. La alta ciencia de la gran antigüedad, tal
como la concebía Oriente, llevaba el cetro y la corona.
Fueron advertidos por una estrella; porque eran
astrónomos. Ya he señalado esta ley, en virtud de la cual los elegidos son
elegidos según su naturaleza y llamados según su propio carácter. Cada visión,
cada aparición, cada palabra divina interior o exterior toma, en cierta medida,
la semejanza de quien debe verla u oírla. Está proporcionada y determinada
según el nombre que lleva, en el mundo invisible, el espectador elegido para
ella. Por eso los reyes de Oriente, los reyes eruditos, los depositarios de las
anti- guas tradiciones relativas a Balaam, los reyes astronómicos, los reyes
ocupados en las cosas del cielo, los reyes que habían entendido el eco
misterioso de la antigua tradición murmurar al oído: Orietur stella,
“saldrá una estrella”, los reyes elegidos y coronados, que entre ellos
representaban la vocación del pueblo, fueron llamados por una voz digna de su
grandeza: fueron llamados por una estrella.
Melchor representaba la raza de Sem; Gaspar, la
raza de Cham; Baltasar, la raza de Jafet.
Ernest Hello (Francia, 1828-1885).
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