(Fragmento inicial)
Era un Domingo do Carnaval; pero no de los anémicos de hoy, sino de los pletóricos de los buenos tiempos.
Carnaval pictórico de locura, que llenaba calles y plazas y paseos de la heroica villa.
Todo era ruido y regocijo y movimiento y fíebre; risas fingidas de caretas burlonas; llantos fingidos de caretas con lágrimas de cartón; dominós ruines, ocultando personas decentes; dominós lujosos disimulando gente ruin; borracheras envueltas en sudarios; esqueletos repartiendo bombones y caramelos; hombres con faldas y mujeres con pantalones, promiscuidad grotesca de sexos; colchas viejas en forma de cucurucho y mantones de Manila redondeándose sobre senos postizos; bebés de cincuenta años con sonajero, y caballeros con sombrero de copa y frac, de la mano del ama; máscaras que tan pronto van por el arroyo como se amontonan en un coche; máscaras que van a caballo gallardamente y otras que van siempre en su burro de gitano; quién que finge ser enano, quién que finge ser gigante; el mamarracho eterno de la caña repartiendo el higuí y alrededor las eternas bocas abiertas de los chicuelos procurando morderlo; unos que se disrazan con andrajos como si la conciencia se los desbordase, otros que se disfrazan con encajes, como escaparate de tienda y anuncio de venta; comparsas que llevan miserias entre músicas y cornetines de murga pidiendo limosna; el tradicional hombre de los cucuruchitos de papel y el hombre vestido de esferas, acaso simbolismos carnavalescos de ciertas almas; y abajo barro, y más arriba nubes de polvo que esperan su miércoles de ceniza, y allá en las alturas el cielo azul, inmensa careta de resplandores que cubre las negruras del espacio infinito y misterioso, como si quisiera formar parte en no sé qué Carnaval apocalíptico.
José Echegaray (España, 1832-1916).
Obtuvo el premio Nobel en 1904, compartido con Frédéric Mistral.
Aquí es posible leer el texto íntegro de Las dos caretas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario