Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

viernes, 18 de marzo de 2011

Cuando nos disfrazamos de irlandeses


Todos portaban alguna prenda de color verde o sombreros como los que usan los gnomos conocidos como leprechaun. Algunas mujeres se pintaron un trébol de tres hojas en el rostro. Las lluvias de marzo nos obsequiaron una tregua. Fue un día espléndido, frío y soleado. Por la noche, la luna llena estuvo nimbada por las nubes como para provocar los aullidos de algún licántropo. Pero los únicos aullidos eran los de los jóvenes formados en filas que parecían interminables para ingresar a los antros.

Las banquetas del centro de la ciudad fueron invadidas por gaiteros, uno de ellos, caminando sobre zancos, habría ganado un premio a la popularidad si lo concedieran. Pero de todas maneras se veía feliz permitiendo que le tomaran fotografías con esta y con aquél, con estos y con aquellas, incluida una adolescente ebria que estuvo a punto de derribarlo pero el gaitero, haciendo gala de su habilidad, sólo trastabilleó y desafinó una nota, pero no perdió el equilibrio ni la melodía. Desde la acera de enfrente, un joven con su guitarra eléctrica tocaba un blues que no venía al caso, lo importante era mantener el espíritu festivo.

Es que se celebraba el día de San Patricio y el que no sea irlandés tiene derecho a fingir que lo es. Si el verdadero nombre de Guillén de Lampart era William, había nacido en Wexford y quería la independencia de México de la corona española, en tanto que John Riley se hacía llamar Juan al frente del legendario Batallón de San Patricio que peleaba del lado de los mexicanos contra los gringos invasores, ¿qué les puede impedir a los mexicanos festejar ese día como irlandeses?

Ya casi me olvidaba que se supone debo ocuparme de escritores y su obra. No dejaré de mencionar entonces que James Joyce, el innovador que transformó para siempre la novela en lengua inglesa, era irlandés, nativo de Dublín, como también lo era Bram Stoker, el creador de Dracula, lo mismo que dos premios Nobel de literatura: George Bernard Shaw, quien lo obtuvo en 1925, y Samuel Beckett, el alumno de Joyce que revolucionó el arte dramático con su teatro del absurdo, y que lo recibió en 1969. Cuando nació Oscar Wilde, otro célebre dublinés, en 1854, Irlanda formaba parte del Reino Unido, y por eso se asegura con frecuencia que era inglés: "Soy irlandés de raza pero los ingleses me condenaron a hablar la lengua de Shakespeare".

El domingo tendremos el desfile con bandas de música, carros alegóricos y personajes ataviados de manera alusiva a las tradiciones y leyendas celtas. Vancouver se disfraza de Dublín aunque sólo sea para beber cerveza Guinness en los Irish pubs. Unas jóvenes asiáticas, menuditas, los ojos rasgados, sonrientes, con sus sombreros verdes, se pretendían irlandesas. Era San Patricio. El que no sea irlandés debe por lo menos intentar parecerlo. Se vale por un día. Es un pretexto para celebrar.

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