En Chile es común encontrarse en la costa con lugares denominados Miramar, desde modestas hosterías hasta el lujoso hotel Sheraton en Viña del Mar, el cual, por cierto, tiene un bar llamado Farewell, en honor del poema con ese título de Pablo Neruda, que concluye así:
Ya no se encantarán mis ojos en tus ojos,
ya no se endulzará junto a ti mi dolor.
Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada
y hacia donde camines llevarás mi dolor.
Fui tuyo, fuiste mía. ¿Qué más? Juntos hicimos
un recodo en la ruta donde el amor pasó.
Fui tuyo, fuiste mía. Tú serás del que te ame,
del que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.
Yo me voy. Estoy triste: pero siempre estoy triste.
Vengo en tus brazos. No sé hacia donde voy.
... Desde tu corazón me dice adiós un niño.
Y yo le digo adiós.
En Quintay, además de una peculiar casa en un risco, también tienen su Miramar. Y Francisco Véjar es el autor de un poema que se titula Escrito encontrado en una mesa del restaurante Miramar. Este es un fragmento:
... Nuestro tiempo debería ser infinito como las arenas de esa playa.
Mas toda ceniza, toda embriaguez, toda permanencia
es innecesaria porque perecemos. Y en la costa -como se sabe- sigue
el incesante espectáculo del oleaje. Caminamos
sobre osamentas dispersas que han devuelto las olas del mar,
caminamos para abrir tantas puertas;
puertas de acero, puertas de madera, puertas invisibles,
-mudanza interior de la cual queremos desprendernos-
donde una palabra lleva todo lo que hemos podido poseer.
Pero como también hay un Miramar en Argentina, y es uno de los barrios de Santurce, en San Juan de Puerto Rico, que sirvió para darle título a El manuscrito de Miramar, de Olga Nolla, mejor dejaré a tantos Miramares en paz para poder regresar a mi intención original: la novela Miramar del egipcio Naguib Mahfouz.
La ilustración corresponde a una fotografía de la casa en la roca,
en Quintay, Chile, y fue tomada por Carlo Rocuant.
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