En
cuanto dio con el lugar que habían elegido para su particular fiesta de la
noche de San Juan, comprendió que se trataba de un rincón ideal. Se hallaba
situado en una hondonada, rodeada de espesos matojos y, algo más retirados,
algunos arbustos.
No
podían haber escogido un lugar mejor. Ni para sus propios fines, ni para los de
él.
Ya
se estaban dispersando las nubes y, tan pronto como salió el sol, subió la
temperatura.
Aquel
mes de junio había resultado bastante frío en Escania. Todas las personas con
las que había hablado de eso se habían quejado de lo frías que habían sido
aquellas primeras semanas de verano. Y él se había mostrado de acuerdo.
Él
siempre se mostraba de acuerdo. De hecho, solía decirse que ésa era la única
manera de escabullirse, de evitar cuantos inconvenientes se presentasen en su
camino.
Era
un arte que había aprendido a dominar. El arte de mostrarse de acuerdo.
Contempló
el cielo y comprobó que no amenazaba lluvia. La primavera y el inicio del
verano se habían presentado realmente fríos, pero ahora que empezaba a
anochecer, precisamente la noche de San Juan, el sol se había decidido a salir.
«Será
una noche muy hermosa», se dijo, «además de memorable».
Henning Mankell (Suecia, 1948-2015).
La ilustración corresponde al parque nacional Söderåsen en la provincia de Escania (Skåne), al sur de Suecia.
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