Regreso de un paseo por la bahía para ver la más brillante de todas las lunas. Si se celebra anualmente un día dedicado a las madres y otro para los padres, los maestros o los niños, así como casi todos los oficios y profesiones existentes, la llegada de la primavera, el año nuevo y la noche de brujas o el día de los muertos, ¿por qué no designar cada perigeo como la noche de la luna? El año pasado me ocupé de la luna de enero que según la tradición es "la más clara en todo el año", en palabras de Antonio Machado.
También me refería entonces a Li Po, el poeta chino que murió ahogado en el siglo VIII al tratar de abrazar el reflejo de la luna sobre el lago. Juan José Tablada, quien decía que "La luna es araña de plata que tiende su telaraña en el río que la retrata", lo describió así: "Li-Pó/ el divino/ que se/ bebió/ a la/ luna/ una/ noche en su copa/ de vino".
Y esta es una versión suya al español de un famoso verso de Li Po que resulta de lo más oportuna porque no sólo se refiere a la luna, sino también a la primavera que ahora vivimos en el hemisferio boreal:
Asoma la luna
y dice su rayo
que ya somos dos
y mi propia sombra
anuncia después
que ya somos tres
aunque el astro
no puede beber
su parte de vino
y mi sombra no
quiere alejarse
pues está conmigo
en esta compañía
placentera
reiré de mis dolores
entretanto que dura
la Primavera.
El escenario de la primavera
está casi preparado:
La luna y las flores del ciruelo.
"Como sombra de luna", decía Cesare Pavese y "Vamos a la luna", proponía el poeta turco Nazim Himket, en tanto que su presencia en la poesía de Pablo Neruda es inagotable y en el Canto general describe a la noche como "llena de lunas que tritura el viento". No podría pasar por alto que Octavio Paz publicó Luna silvestre a la edad de diecinueve años, sin embargo, en su breve poema La hora transparente, habla de una luna desnuda:
La hora es transparente:
vemos, si es invisible el pájaro,
el color de su canto.
Mis ojos te descubren
desnuda
y te cubren
con una lluvia cálida
de miradas.
Baja
desnuda
la luna
por el pozo
la mujer
por mis ojos.
A la luna se le ha calificado con todos los adjetivos imaginables, por ejemplo, con la amplia gama de los colores, del blanco al negro, pasando por azul, gris, roja, plateada, opalina, y también nueva, llena, pálida, tibia, enamorada, alegre, triste, fría, caliente, amarga -como la película de Polanski-, impura, de nieve, de sangre, americana y melanésica, bruja o mágica, para luego buscar el otro lado de la luna o el lado oscuro de la luna.
En el conjunto de "Hombre mirando...", Mario Benedetti tiene un Hombre mirando la luna. Y es célebre el remate del capítulo 7 en la novela Rayuela, de Julio Cortázar, que culmina: "Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua."
Para concluir, Jaime Sabines escribió que "se puede tomar a cucharadas" y "un pedazo de luna en el bolsillo es el mejor amuleto", en su poema titulado precisamente La luna:
Pon una hoja tierna de la luna
debajo de tu almohada
y mirarás lo que quieras ver.
Jules Etienne
La ilustración corresponde a Luna llena (Full Moon), de Yulia Volodina.
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