Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

viernes, 18 de abril de 2014

Sucedió un viernes santo


Durante la noche del jueves al viernes santo, emprendió Dante su viaje nocturno en La divina comedia, para recorrer los nueve círculos del infierno, las nueve terrazas del purgatorio y los nueve cielos (o astros, puesto que se menciona a la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Jupíter y Saturno) del paraíso, y así poder llegar a la ciudad de Dios.
 
Paul L. Maier en el capítulo XVIII de su novela Poncio Pilatos, establece que "Eran las seis de la mañana del viernes 3 de abril del año 33 D. C., para los judíos, Nisán 14 del año 3793". Y en el siguiente párrafo sugiere: "Pilatos miró Jerusalén en esa fresca mañana de primavera". En tanto que Pablo García Baena inicia su poema Viernes santo con una aseveración: "Hace frío en los atrios esta noche".
 
En la literatura hispanoamericana, se encuentran un par de referencias al viernes santo en obras de la picaresca costumbrista, como son los casos de El periquillo sarniento, de José Joaquín Fernández de Lizardi, en la Nueva España, y el cuento La llorona del viernes santo, del peruano Ricardo Palma.
 
En el primer caso, este es el párrafo correspondiente: "El Viernes Santo salía en la procesión que llaman del Santo Entierro; había en la Carrera de la dicha procesión una porción de altares que llaman posas, y en cada una de ellos pagaban los indios multitud de pesetas, pidiendo en cada vez un respondo por el alma del Señor, y el bendito cura se guardaba los tomines, cantaba la oración de la Santa Cruz, y dejaba a aquellos pobres sumergidos en su ignorancia y piadosa superstición."
 
En cuanto al espíritu satírico de Palma, se aprecia desde el párrafo inicial: "Existía en Lima hace cincuenta años una asociación de mujeres todas garabateadas de arrugas y más pilongas que piojo de pobre, cuyo oficio era gimotear y echar lagrimones como garbanzos. ¡Vaya una profesión perra y barrabasada! Lo particular es que toda socia era vieja como el pecado, fea como un chisme y con pespuntes de bruja y rufiana. En España dábanles el nombre de plañideras; pero en estos reinos del Perú se les bautizó con el de doloridas o lloronas."
 
Dos poetas españoles, Pedro Calderón de la Barca y Jorge Guillén, se ocuparon del tema. El primero en El viernes santo escribe: "Solo, negado, escarnecido, muerto,/ enclavado en la Cruz, ¡oh Jesús mío!/ la frente inclinas sobre el mundo impío,/ en la cumbre del Gólgota desierto..." Casi al final de Viernes santo, dice Jorge Guillén: "Ha de morir el Hijo./ Tiene que ser el hombre más humano." Para culminar más adelante: "Es viernes hoy con sangre:/ Sangre que a la verdad ya desemboca."
 
Y ya que parece la medida es por pares, hay dos novelas con una óptica muy original que se ocupan de la vida, pasión y muerte de Jesucristo. Una de ellas es El evangelio según el Hijo, de Norman Mailer, narrada en primera persona, lo que algunos han considerado un sacrilegio; y la otra, La última tentación de Cristo, del griego Nikos Kazantzakis, que alcanzó la celebridad del escándalo gracias a la adaptación al cine que hiciera de ella Martin Scorsese en 1988.
 
Estos son unos párrafos de la obra de Mailer: "Me hundieron un clavo largo en cada muñeca, y otro clavo a través de cada pie. No grité. Pero vi que se dividían los cielos. Dentro de mi cráneo fulguró una luz y vi los colores del arco iris. Mi alma estaba luminosa de dolor.
 
Levantaron la cruz del suelo, y fue como si ascendiera más alto y hacia un mayor dolor. Un dolor que viajaba por un espacio tan vasto como los océanos. Me desvanecí. Cuando abrí los ojos, fue para ver a soldados romanos arrodillados sobre el suelo a mis pies. Discutían como dividir mi ropa, para que hubiera un pedazo de tela para cada uno. Pero mi viejo manto no tenía costura, pues era de una sola pieza."
 
Finalmente, concluye ese capítulo 48 -penúltimo de la novela-, de esta manera: "Entonces llegó mi muerte. Y es verdad que llegó antes de que me atravesaran el costado con la lanza. La sangre y el agua se me escaparon por el costado del cuerpo para señalar el fin de la mañana. Vi una luz blanca que brillaba como el fulgor del cielo, pero era lejana. Mi pensamiento postrero fue para la cara de los pobres, que eran hermosos para mí, y mi esperanza de que fuera verdad, como pronto dirían todos mis seguidores, que había muerto por ellos en la cruz."
 
La gran polémica en torno a La última tentación de Cristo resultó un tanto injusta por la exagerada repercusión que tuvieron los intentos de censura en contra de la película. Estos son los párrafos finales: "Sintió dolores atroces en las manos, los pies y el costado izquierdo. Sus ojos recobraron la vista y vio la corona de espinas, la sangre y la cruz. En el sol oscurecido centellearon dos anillos de oro y dos hileras de dientes agudos y blanquísimos. Resonó entonces una risa fresca y burlona, y los anillos y los dientes desaparecieron. Jesús quedó suspendido en el aire, solo.
 
Sacudió la cabeza y de pronto recordó dónde se encontraba, quién era y por qué sufría. Apoderóse de él una alegría salvaje e indomable. No, no, no era cobarde, desertor ni traidor. No; estaba clavado en la cruz, había sido leal hasta el fin y había cumplido la palabra empeñada. Durante segundos, cuando había gritado Eli Eli y se había desvanecido, la Tentación se había apoderado de él y le había extraviado. No eran reales las alegrías, las nupcias ni los niños; no eran reales los viejecitos decrépitos y envilecidos que le habían llamado cobarde, desertor y traidor. ¡No habían sido más que visiones suscitadas por el Maligno!... Sus discípulos estaban vivos y sanos; habían emprendido los caminos de la tierra y del mar y anunciaban la Buena Nueva. ¡Alabado sea Dios, todo ha ocurrido como debía ocurrir!
 
Lanzó un grito triunfal: ¡Todo está consumado!
 
Y era como si dijera: Todo comienza."
 
No se trata, de ninguna manera, de una selección exhaustiva sobre la presencia del viernes santo en la literatura, pero sí creo haber reunido una muestra representativa de diferentes géneros. Todo esto al margen de mis creencias particulares. Sólo tratando de no pasar por alto un día tan significativo en el mundo cristiano.
 
 
Jules Etienne
 
Para leer otros textos que refieren el tema se puede consultar esta etiqueta: Viernes santo.

La ilustración corresponde a Lamento de María Magdalena ante el cuerpo de Cristo (1867), de Arnold Böcklin.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario