viernes, 30 de junio de 2023

Tampico: ANTES DE DESPERTAR, de Henry Kuttner

"Tampico, para Pete (...) Tenía palacios y papagayos de muchos colores, y blancos caminos sinuosos. Era una ciudad de Las mil y una noches..."

(
Fragmento)

La Isla de Pinos era la isla de Circe, con columnas de mármol blanco aquí y allá en la oscuridad, verde, y los piratas que se batían en duelo con el destello de las espadas al chocar y el brillo de sus dientes que sonreían imprudentes. El Golfo, al igual que el Caribe, está embrujado por los fantasmas de los viejos bucaneros. Tampico, para Pete, no era el puerto de embarque industrial que conocía su padre. Tenía palacios y papagayos de muchos colores, y blancos caminos sinuosos. Era una ciudad de Las mil y una noches, con magos cubiertos por túnicas vagando entre sus calles, benignos la mayor parte del tiempo, pero con las manos nudosas como raíces de árboles que en cualquier momento podían tejer hechizos.

Manoel, su padre, podría haberle contado una historia diferente, porque en los viejos tiempos Manoel se había embarcado, antes de establecerse para llevar la vida de cualquier pescador en Cabrillo. Pero Manoel no hablaba mucho. Los hombres hablan con los hombres, no con los niños, y por eso Pete no aprendió tanto como podría haberlo hecho, de aquellos portugueses bronceados por el sol que salían con las flotas pesqueras. Obtuvo su conocimiento de los libros, y eran libros extraños, con conocimientos extraños.

Henry Kuttner (Estados Unidos, 1915-1958).

(Traducido del inglés por Jules Etienne).

jueves, 29 de junio de 2023

Tampico: SOBRE LAS OLAS QUEDA FUERA, de Américo Paredes

"Se escapó a Tampico y cuando regresó, había aprendido a jugar a las cartas."

(
Fragmento inicial)

Siempre había querido ser músico, pero su padre no se lo permitió, porque él había conocido al hombre que compuso Sobre las olas. Habían asisitido juntos a la escuela en Monterrey, una escuela para verdaderos caballeros. Y después el hombre que había compuesto Sobre las olas sucumbió a la bebida y a las mujeres, lo que le llevó a un final trágico.

Su padre sabía acerca de los males que provocan la bebida y las mujeres, habiéndolos investigado durante su juventud. Era peligroso además de innecesario, que el niño intentara cualquier exploración por su cuenta. Además, era un chico delicado. Esa cara suya de niña no resultaría apropiada en un burdel. Porque ese era el lugar para los músicos, le recalcó su padre.

Pero el niño no quería tocar en un burdel. A menudo se acostaba por la tarde sobre la hierba y soñaba que era un juglar en la corte del Cid Campeador. Excepto que en lugar de un arpa tocaba el piano. Un piano brillante de tres patas con una cola. Pero su padre nunca pudo entenderlo porque había conocido al hombre que compuso Sobre las olas.

Y había otra cosa. En su juventud, antes de perder un dedo en alguna parte, a su padre le había gustado la guitarra. Una vez, como él mismo se lo contó, estaba tocando en un funeral, cuando su propio padre, abuelo del niño, llegó y le rompió la guitarra en la cabeza. Su padre nunca volvió a tocar. Se escapó a Tampico y cuando regresó, había aprendido a jugar a las cartas. Fue entonces cuando el abuelo dejó de hablarle.

Eso lo hacía todo más difícil para el chamaco, porque él quería ser músico.


Américo Paredes (Estados Unidos, 1915-1999).

(Traducido del inglés por Jules Etienne).

miércoles, 28 de junio de 2023

Tampico: LA DANZA EN PERSONA, de Efraín Huerta

"... atendido por una jovencita europea, Margarita Verlage, verdadero prodigo de armonía femenina y juvenil arrogancia. No tarde en definirla como «la danza en persona»."

La danza en persona
, en Tampico: Ida y vuelta (II)

El general Moctezuma, este huasteco de pintoresca vida e inmenso sombrero tejano, es quien me conduce al café Ambrosius, recinto amplio y fresco, situado frente a Petróleos Mexicanos, ex edificio de The Mexican Eagle Oil Company Limited. Un cómodo restaurante, con siete mesas, un piano misterioso y cuatro lámparas, atendido por una jovencita europea, Margarita Verlage, verdadero prodigio de armonía femenina y juvenil arrogancia. No tardo en definirla: "la danza en persona". Y pienso entonces en el ritmo deportivo, en las cálidas ondulaciones de la carretera panamericana, en los musicales cañaverales de El Mante, en el color del agua del río Guayalejo, en mi primera sensació, hace seis años, frente al Golfo. Me atrevó a musitar: "El hada armonía". Mi acompañante, mientras tanto, me conversa de Sandino, de la indiada huasteca, de "cuando Tampico derramaba a manos llenas", sobre esto último le replico que yo no tengo la culpa de que ahora, por lo pronto, el derramamiento no se acostumbre, y que lo siento mucho, deseando para la gran ciudad porteña una nueva época de franca y decidida prosperidad. Se enfada y calla, pero a continuación prosigue su charla. Le oigo, sí, por el interés extraño de sus relatos, matizados sabrosamente con originales frases -"los que tenemos unos cuantos pajuelazos metidos dentro del cuero"-. Mas no pierdo de vista a Margarita. Mi danzarina, ¡qué joven!, tiene ojos azules, mediterráneos, cabellos rubios y una voz azucarada que me obliga a tener siempre listo este que ya de por sí es el más desinteresado de los sentidos: el auditivo. Pero su voz, para su danza, no es absolutamente necesaria. Si no tuviera que informar a los abonados o eventuales clientes lo que hay de comer; si no existiera el terrible, imprescindible deber de pasar la cuenta; en fin, si no hablara, sería igualmente fascinante su agilidad, su gracia plástica, su correcta conformación física en flor de adolescencia. Su paso es largo y firme, silencioso como las ramas de un sauce. Cuando, rara vez está sin hacer nada, todo su cuerpo es el mejor dibujo, la mejor melodía. (Baudelaire decía de una exquisita: "No pudo el tiempo romper la armonía chispeante de su andar y la elegancia indestructible de su armonía".) Moctezuma, en tanto, no para de fumar ni de hablar. Hay un momento en que me hace recordar al clásico guía del oeste norteamericano, aquel fiel camarada de los inmortales llaneros Wild Bill Hickok y Buffalo Bill Cody.

Pero pronto regresaré a México ("Allá, tras las montañas orientales"), la ciudad única -declaraciones de odio, declaraciones de amor-, y esta Diana, diosa indiscutible, permanecerá fiel a sí misma, con su danza finísima y sus pupilas claras. Sólo el recuerdo será grato y perdurable. Su recuerdo y el de toda la sorprendente región: Árbol Grande y la Refinería de Ciudad Madero y Mata Redonda, Veracruz, importantes secciones del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana. Y las lagunas, el mar siempre joven y el Pánuco.

Efraín Huerta (México, 1914-1982).

martes, 27 de junio de 2023

Tampico: EL TESORO DE TAMPICO, textos de Albert Pagels, Carlos Johnson Edwards y Jorval


Poco antes de que estallara la primera guerra mundial, la situación política en México se había complicado tras el asesinato del presidente Francisco I. Madero. Fue entonces que tuvo lugar el incidente que dio origen al legendario
Tesoro de Tampico, mucho más difundido en Chile que en el propio puerto donde se originó. Entre los textos aquí reunidos, incluyo un párrafo escrito por el marino alemán Albert Pagels, quien tuvo una importante participación durante el tiempo que el SMS Dresden permaneció oculto en el fiordo de Quintupeu. Eso provocó que incluso fuera el protagonista de la novela El piloto de la Tierra del Fuego (Der Lotse on Feuerland), escrita en alemán por W. Hoeppner-Flatow, publicada en 1940, en la que figura con el nombre ficticio de Georg Brencke. Desafortunadamente, resulta casi imposible leerla en español, puesto que no es localizable en ningún formato en la red, lo que permitiría el uso del traductor automático, y el libro en papel sólo se consigue en alemán.

Más reciente es Señales del Dresden, del escritor chileno Martín Pérez Ibarra, publicada en 2014, con el atolondrado detective Heriberto Tapia y su esposa Ramona como los personajes protagónicos, pero ubica, erróneamente, como punto de partida de la odisea de la nave, al puerto de Veracruz. Finalmente, en Tras la estela del Dresden (1987), de María Teresa Parker, obra de carácter histórico, la autora se niega a aceptar la existencia de tesoro alguno. De manera que comenzaré por reproducir un párrafo en el que Albert Pagels, testigo presencial y partícipe de los hechos, condecorado con la Cruz de Hierro, lo refiere:

Fragmento de Mi vida (Mein Leben, 1940)

Entre los miembros de la colonia alemana de Puerto Montt se comenta que varios de sus antepasados, quienes estuvieron a bordo del crucero mientras estuvo fondeado en Quintupeu, contaban que el último día, antes de zarpar, desde el buque arrojaron un cajón grande al mar y que este podía haber contenido el tesoro de Tampico. Durante muchos años pescadores y buzos recorrieron el fiordo, pero no encontraron nada.
Albert Pagels (Alemán fallecido en Chile, 1878-1966).


Fragmento de El Tesoro del Dresden

En Tampico, otro puerto del golfo, el desorden, el desabastecimiento y el mercado negro imperaban, la situación era dramática e insostenible. El Dresden viaja con abastecimiento hacia la ciudad sitiada para alivio de sus habitantes.

A medida que los rebeldes avanzan, el comandante Kohler convierte el buque en refugio de alemanes y extranjeros. Dado el estado de cosas y la situación de inminen- te peligro de saqueo, los colonos alemanes entregan al comandante sus joyas, dinero, oro y objetos de valor, iniciativa a la que se unen otras familias de extranjeros como también personajes mejicanos adinerados: todo debía ser puesto a resguardo en un banco, a la vuelta del Dresden a Alemania .

El tesoro es embalado en una gran caja que es guardada secretamente en un lugar de las bodegas de la sentina. Días después cae Tampico.

Carlos Johnson Edwards (Chile 1923-2001).


Fragmento de Las joyas de Tampico

- Tuve acceso a los archivos de la Armada y en Santiago fui a las embajadas de México y Alemania; aquí está todo lo que reuní, creo que es bastante interesante -dijo Carlos pasándole a Jorge una de las carpetas.

Jorge comenzó a leer en voz alta: “La situación política en México era caótica, los gobernantes eran derrocados continuamente, ante lo cual Alemania envió al crucero Dresden para cautelar los intereses y la seguridad de la colonia alemana residente. En Tampico la situación era dramática e insostenible, imperaba el desorden y ante el inminente peligro de saqueo, los colonos alemanes entregaron al comandante sus joyas, dinero, oro y objetos de valor, iniciativa a la que se unieron otras familias de extranjeros como también personajes mejicanos adinerados, todo debía ser puesto a resguardo en un banco al regreso del Dresden a Alemania. El tesoro quedó en una caja bajo la custodia del comandante de la nave”.

Tomó un sorbo de agua mineral y continuó leyendo: “La nave navegaba rumbo a Alemania cuando estalló la Primera Guerra Mundial, agosto de 1914. El comandante recibió la orden de efectuar la guerra de corso en el Atlántico y, posteriormente, dirigirse a Isla de Pascua para integrarse a la escuadra del almirante Von Spee. En noviembre el escuadrón de cruceros alemanes derrotó a una escuadra inglesa a 41 millas del puerto de Coronel en Chile y esta misma fuerza, al incursionar en el Atlántico, fue completamente derrotada por otra escuadra inglesa en las islas Malvinas, salvándose solamente el Dresden”.

Jorge terminó de leer, tomó la otra carpeta y se la alargó a su amigo y dijo: “intere- sante lo tuyo, pero yo también trabajé en Puerto Montt y reuní bastante información, lee esto por favor”.

Carlos comenzó a leer: “El Dresden sufrió múltiples averías en el combate de Las Malvinas; se ocultó en los canales patagónicos del sur de Chile donde fue ayudado y aprovisionado por el ciudadano alemán Albert Pagels, que residía en Punta Arenas. Aconsejado por Pagels, la nave puso rumbo al estero de Quintupeu cerca de Puerto Montt. Allí la nave terminó su reparación y continuó su navegación hacia el norte debiendo fondear en la Isla Robinson Crusoe, pues ya no tenía carbón para sus calderas; finalmente fue localizado por varios buques de guerra ingleses y fue hundi- do en bahía Cumberland”.

Tomó un descanso y continuó leyendo: “entre los miembros de la colonia alemana de Puerto Montt se comenta que varios de sus antepasados que estuvieron a bordo del crucero mientras estuvo fondeado en Quintupeu, contaban que el último día, antes de zarpar, desde el buque arrojaron un cajón grande al mar y que éste podría haber contenido el tesoro de Tampico. Durante muchos años pescadores y buzos recorrie- ron el fiordo, pero no encontraron nada”.

- Bueno Carlos, ¿qué me dices de todo esto? ¿Te parece un cuento o verdadero? Lo del tesoro es cierto porque ya averigüé que en Tampico es una historia conocida especialmente entre los descendientes de alemanes. Envié un detective privado a Tampico, su informe está aquí; hay fotocopias de recibos de la época, firmados por el comandante del buque.
Jorval: Jorge Valdés Romo (Chile, ¿1930?-¿?).

Jules Etienne

Las ilustraciones corresponden a tres aspectos del SMS Dresden, la última de ellas en los fiordos chilenos.

lunes, 26 de junio de 2023

Tampico: EL CHINO, de Luis Felipe

"Se oscurece la escena y del techo, como una lluvia de estrellas, caen los chispazos de un corto circuito."

(
Fragmentos del primer acto)

Palma: Se llamaba ... se llama José.

Alameda: ¡José! ¡Válgame Dios, con los Josés que hay por el mundo!

Palma: Sus compañeros le decían Tampico.

Alameda: A todos los marineros los llaman por el puerto de origen. Si se enrolan en La Habana, durante todo el vieja los llaman «Habana», aunque sean de la Patagonia.

Palma: Este es mexicano. Así me lo dijo. Además tiene… tenía acento... ¿Vivieron ustedes durante mucho tiempo en la calle Damas?

Alameda: En Damas y Desamparados. En los altos estaba la posada del chino Luis. Nena me estuvo hablando de las canciones.

Caridad: Fue un buen tiempo aquél, ¿eh, Alameda?

Alameda: Como que éramos jóvenes. Hemos estado ensayando.

(...)

Palma: Me ha ratificado el informe: en el último viaje del «Red Bay» no se encontraba a bordo ningún tripulante de nacionalidad mexicana, ningún José, nadie a quien llamaran «Tampico». El informe de la compañía consignataria también ha sido ratificado: seis meses antes del torpedeamiento, se desenroló en La Habana un tal José Urquiza, mexicano, natural de Tampico, de treinta y cinco años de edad. También me ratificaron del Control de Pasajeros que nadie de esas señas ha salido del territorio nacional. ¡Está aquí! ¡Cerca de mí! ¡Cuántas veces habré cruzado a dos pasos de él, en la calle! ¡Tengo que encontrarlo, Nena! Ayúdeme usted, que es hábil y tenaz.

Nena: Calma. Ya veremos. Por ahora tenemos al chino... Si el chino no recuerda...

Palma: Tiene que recordar, estoy segura. Eran íntimos amigos. Aparte de que aquella noche ocurrieron cosas extraordinarias.

(...)

(Todos atónitos miran hacia la puerta, menos Robert que sigue atendiendo las luces. Entra José el Mexicano. Viste rudo pantalón de marino y la peculiar camiseta a rayas de manga corta.)

José: Vengo de Belén. Me dijeron que en esta casa alguien me buscaba.

Palma (En voz baja): Es él. Su misma voz.

Robert (Al electricista): Haga la conexión triple… Así no así no…

Sergio (A José):  Es cierto. Me han dicho que su nombre es…

José: Me llaman José el Mexicano. Soy natural de Tampico.

Sergio: Alguien lo busca, en efecto. Esta señora. ¿La conoce?

Robert (Al electricista): ¡Bruto! ¡Bruto! (Corren los electricistas por la escena). Haga lo que le digo ... ¡Conecte ahora! (El mismo juego de luz anterior. Vuelve a quedar la escena en rojo).

Sergio (A José): ¿La conoce?

José (Mirando a Palma fijamente): Trato de recordar…

Sergio: Es extraño. Aquí está su amigo Luis.

Chino: Capitán no es amigo de este señor.

José (Extrañado): No lo conozco.

Robert (A los electricistas): ¡Brutos! ¡Brutos!

(El mismo juego de sucesión de luces de diversos colores. Corren los electricistas. Confusión. Se oscurece la escena y del techo, como una lluvia de estrellas, caen los chispazos de un corto circuito. Oscuridad total).

Robert (Corriendo y fritando): ¡Desconecte! !Desconecte! ¡Un fusible!

Silencio. Se ilumina el teatro. Y habrá caído el

Telón

Carlos Felipe Hernández (Cuba, 1914-1975).

domingo, 25 de junio de 2023

Tampico: EL APANDO, de José Revueltas

"... y aquella vez en Tampico, al caer la tarde sobre el río Pánuco, La Chata recostada sobre el balcón, el cuerpo desnudo bajo una bata ligera y las piernas levemente entreabiertas..."

(
Fragmento)

La Chata aparecía ante sus ojos, jocunda, bestial, con sus muslos cuyas líneas, en lugar de juntarse para incidir en la cuna del sexo, cuando ella unía las piernas, aún dejaban por el contrario un pequeño hueco separado entre las dos paredes de piel sólida, tensa, joven, estremecedora. Si era visto a través del vestido, a contraluz -y aquí sobrevenía una nostalgia concreta-, de cuando Polonio andaba libre: los cuartos de hotel olorosos a desinfectantes, las sábanas limpias pero no muy blancas en los hoteles de medio pelo, La Chata y él de un lado a otro del país o fuera, San Antonio Texas, Guatemala, y aquella vez en Tampico, al caer de la tarde sobre el río Pánuco, La Chata recostada sobre el balcón, de espaldas, el cuerpo desnudo bajo una bata ligera y las piernas levemente entreabiertas, el monte de Venus como un capitel de vello sobre las dos columnas de los muslos -aquello resultaba imposible de resistir y Polonio, con las mismas sensaciones de estar poseído por un trance religioso, se arrodillaba temblando para besarlo y hundir sus labios entre sus labios-.

José Revueltas (México, 1914-1976).

sábado, 24 de junio de 2023

Tampico: HOMO FABER, de Max Frisch

"Rumbo Tampico, mientras el aparato vuela tierra adentro (...) yo observaba los tres discos resplandecientes, que a veces parecían detenerse, lo cual es debido a una ilusión óptica..."

(
Fragmentos de la primera etapa)

Apenas despierto, me hice cargo de la situación: Debajo de nosotros, el mar...

Era el motor de la izquierda el que estaba averiado; una hélice formando una cruz estática en el cielo sin nubes; eso era todo.

Debajo de nosotros, como ya he dicho, el golfo de México.

Nuestra azafata, una muchacha de veinte años, una niña a juzgar por su aspecto, me había tomado del hombro izquierdo para despertarme, pero yo me di cuenta de todo antes de que ella me lo explicara, mientras me ofrecía un salvavidas verde; mi vecino se estaba abrochando el salvavidas, con aire de buen humor como se acostumbra a tener en los ensayos de alarma de ese tipo.

En aquel momento estábamos volando a dos mil metros de altura, por lo menos.

Naturalmente, no se me habían caído las muelas, ni siquiera el diente de espiga, el cuarto de arriba a la derecha; me sentí aliviado, verdaderamente satisfecho.

Delante, en el pasillo, el capitán:

There is not danger at all... (No hay el menor peligro...)

Se trata sólo de una medida de precaución, nuestro aparato puede volar incluso con sólo dos motores, nos hallamos a 8,5 millas de la costa mexicana, rumbo a Tampico, se ruega a todos los pasajeros que no se muevan y que, de momento, no fumen.

Thank you. (Gracias.)

(...)

Los otros tres motores marchaban perfectamente; ni hablar de peligro; vi que manteníamos la altura, luego apareció la costa envuelta en niebla, una especie de laguna, más allá pantanos. Pero todavía no se vislumbraba Tampico. Yo conocía Tampico de otra vez, en ocasión de una intoxicación por pescado que no olvidaré hasta el fin de mis días.

- Tampico -dije- es la ciudad más sucia del mundo, un puerto petrolífero, ya verá usted; cuando no apesta a petróleo, apesta a pescado...
Mi vecino se tocó el salvavidas.

- Le aconsejo de verdad -dije-, que no coma pescado, pase lo que pase...

El hombre intentó una sonrisa.

- Los indígenas, naturalmente, están inmunizados -le dije-, pero lo que es nosotros...

Asintió sin escucharme. Parece que yo pronuncié toda una conferencia sobre amibas y sobre los hoteles de Tampico. En cuanto vi que el individuo de Düsseldorf no me escuchaba, le agarré de la manga, cosa que no acostumbro, al contrario: odio esta manía de agarrarse mutuamente de la manga. Pero si no era así, no me escuchaba. Y le conté toda la historia de mi aburrida intoxicación en Tampico, en 1951, o sea hace seis años. Entre tanto, no volábamos, como se demostró, a lo largo de la costa, sino súbitamente tierra adentro. De manera que no nos dirigíamos a Tampico. Yo estaba asombrado, dispuesto a pedir información a la azafata.

(...)

Un buen mapa como los ofrece la Swissair, aquí no lo hay, y lo que me pone nervioso es sencillamente esa información idiota: Rumbo Tampico, mientras el aparato vuela tierra adentro... subiendo, como ya he dicho antes, con tres motores; yo observaba los tres discos resplandecientes, que a veces parecían detenerse, lo cual es debido a una ilusión óptica: una sacudida negra, como de costumbre. No había motivo de alarma, lo único que resultaba extraño era ver la cruz fija de una hélice parada en pleno vuelo.

Nuestra azafata me daba lástima.

Max Frisch (Suiza, 1911-1991).

(Traducido al español por Margarita Fontseré).

jueves, 22 de junio de 2023

Tampico: TEXAS, UNA NOVELA, de James A. Michener

"¿Recuerdas qué sucedió en Tampico? ¿Apenas el año pasado?"

(
Fragmento del capítulo Tres hombres, tres batallas)

Santa Anna: ¿Por qué no? Mi decreto del 30 de diciembre de 1835 claramente establece que cualquier extranjero que tome las armas en contra del gobierno de México será tratado como pirata y ejecutado por las armas en el acto.

Garza: Pero, dispararles a tantos... más de trescientos, tal vez cuatrocientos. Esto lo tomarán a mal en los Estados Unidos. Puede provocar una enemistad por mucho tiempo.

Santa Anna (con gran entusiasmo): En eso estás equivocado, Garza. ¿Recuerdas qué sucedió en Tampico? ¿Apenas el año pasado? Una pandilla de norteamericanos que venían de Nueva Orléans trató de invadirlo. Luego de que los derrotamos, fusilamos a veintiocho de ellos como piratas. Todos me advirtieron, "la gente de Nueva Orléans se va a rebelar" Nadie se movió siquiera. Comprendieron que habían muerto como piratas. Merecían que se les ejecutara, y yo los ejecuté.

Garza: Pero yo estoy preocupado, su excelencia, de que este asunto de El Álamo se interprete de otra manera. No tuvo lugar en Tampico. Sucedió aquí, y los norteame- ricanos interpretan Béjar y Tejas de una modo diferente a como lo hicieron respecto a Tampico.

James Albert Michener (Estados Unidos, 1907-1997).

(Traducido del inglés por Jules Etienne).

miércoles, 21 de junio de 2023

Tampico: EL RESPLANDOR, de Mauricio Magdaleno


(
Fragmento del capítulo 5)

Precisamente en los vertiginosos  ventisqueros de la selva de Tamazunchale sorpren- de al río padre el impetuoso San Andrés, que a la sazón se llama Ama, y se entrega a su grandeza y en él se pierde, y todos juntos, a su vez, rinden sus aguas clamorosas en el Pánuco, que enriquece a las Huastecas y las abona de sustancias creadoras y refresca los bochornos tropicales del manglar y el platanar paradisíacos hasta avistar el mar, no más azul que su corriente undosa, y allí se derrama en la barra rocallosa, cumplida su visión vitalizadora, frente a Tampico, tiñendo el golfo de un membrete cárdeno que no desaparece sino marina adentro.

El sueño fracasado de Fuentes -conquistar las Huastecas hasta topar con el feraz territorio de Tamaulipas y crear una especie de Estado en el que sólo mandase su férula feudal- hubo de ser modestamente refundido en las doscientos treinta caballerías de "La Brisa". Cuando perdió sus tierras con Briones ya no era hora de nuevas conquistas, porque todo estaba conquistado y hasta organizado en las encomiendas. Al tumulto de la epopeya aventurera, en la que cada quien se repartió lo que le vino en gana, sucedía el orden de los virreyes, burocráticamente definidor de la propiedad y las garantías. La soldadesca -reflejo de la soberbia del amo- no se conformaba con "La Brisa" y gruñía a menudo:

- Un día nos adueñaremos de todas estas tierras, pasando por el río Pánuco, hasta el mar.

Don Gonzalo, por su parte, delimitaba su pretensión:

- Las Huastecas me pertenecen por derecho. Yo y mis gentes dormimos con un ojo abierto para cuando llegue la hora de una nueva guerra.

¡Espejismos de fiebre de los tremendos conquistadores, que no se resignaban el coraje y aún esperaban levantarse contra el Rey!

Mauricio Magdaleno (México, 1906-1986).

La ilustración corresponde a Tamasopo, menos de cien kilómetros al norte de Tamazunchale
y ciento sesenta kilómetros al oeste de Tampico, en la huasteca potosina.

martes, 20 de junio de 2023

Tampico: PUÑOS DE TEXAS, de Robert E. Howard

"Slim había comprado un par de calzones de boxeo y zapatos para el ring en Tampico..."

(
Fragmentos)

El Sea Girl no llevaba más que unas cuantas horas de haber atracado en Tampico, cuando tuve una discusión con un cabezadura de un vapor vagabundo. No recuerdo de qué se trataba la discusión: creo que sobre barcos de vela contra barcos de vapor. De todos modos, la discusión se puso tan acalorada que me asestó un golpe. Debía de pesar cerca de cien kilos, pero era pan comido para mí. Le di un solo derechazo y lo dejé durmiendo bajo los restos de una mesa.

Con gran disgusto me volví para tomar mi tarro de cerveza, cuando noté que un grupo de tipos que acababa de entrar me miraba boquiabierto. Eran vaqueros de los alrededores, todos hombres blancos, altos, duros y larguiruchos, con sombreros de ala ancha, chaparreras de cuero, grandes espuelas mexicanas, escopetas y todo; serían unos diez en total.

(...)

Todos los vaqueros aullaron de júbilo y los mineros respondieron gritando burlona- mente, cuando apareció el capitán de la mina -el sujeto que la administraba-, un tipo llamado Menly.

- Nuestro hombre está en su tienda, Slim, poniéndose los pantalones -dijo-. Ten listo a tu peleador y será mejor que estemos atentos. He recibido aviso de que López anda por las colinas cercanas. La mina no está vigilada. Todo el mundo está aquí. Y aunque no hay mineral ni dinero para robar... enviamos el mineral ayer y la nómina aún no ha llegado; pero podría dañar los edificios y la maquinaria si quisiera.

- Tendremos cuidado, puedes apostarlo -aseguró Slim, y me guió hacia lo que iba a servir como mi vestidor. Eran dos tiendas de campaña montadas una a cada lado del ring que funcionaban como nuestros camerinos. Slim había comprado un par de calzones de boxeo y zapatos para el ring en Tampico, así que yo estaba dispuesto y arreglado.

Dio la casualidad de que subí primero al ring. Se escuchó un grito atronador, principal- mente de los vaqueros y, al ver mi físico viril, muchos comenzaron a sacar sus relojes y armas para apostar. La forma en que los mineros hacían sus apuestas demostraba que tenían una fe perfecta en su hombre. Y cuando mi rival subió al cuadrilátero un minuto después, casi se cimbraron las colinas con su rugido. Lo miré jadeante.

Relato publicado en la edición correspondiente 
a mayo de 1931 de Fight Stories.

Robert Ervin Howard (Estados Unidos, 1906-1936).

(Traducido del inglés por Jules Etienne).

lunes, 19 de junio de 2023

Tampico: A LIBRO ABIERTO, de John Huston


(
Fragmento del capítulo 12)

El tesoro de Sierra Madre fue una de las primeras películas americanas que se rodó íntegramente en exteriores fuera de Estados Unidos. Henry Blanke estaba decidido a sacar adelante este plan y convenció a Jack Warner de que era factible y económicamente viable. Warner dio el visto bueno, y entonces emprendí un viaje de reconocimiento de 6.000 kilómetros a través de México con un director artístico, John Hughes, y el jefe de producción mexicano Luis Sánchez Tello. Nos instalamos en las montañas que rodean el pueblo de Jungapeo, cerca de San José Purua.

Empezamos a rodar el material preparatorio en Tampico. Eran planos con el doble de Bogie y varias vistas de Tampico para fondos. Llevábamos una semana rodando en Tampico cuando, al bajar las escaleras del hotel donde se alojaba el equipo, me los encontré a todos sentados. Habían llegado órdenes de las autoridades de la Ciudad de México de interrumpir el rodaje inmediatamente. Al parecer el periódi- co de Tampico había publicado un artículo afirmando que habíamos tomado fotos que constituían un descrédito para México. Continuaba diciendo que la población mexicana había reaccionado con justa indignación y nos había amenazado, llegando a arrojar piedras contra el equipo. No había una palabra de verdad en nada de esto. Por el contrario, la gente de Tampico había sido sumamente amable, y del alcalde para abajo todos nos habían prestado su colaboración. Todo había sido tan armonioso que, ingenuos de nosotros, no podíamos entender qué ocurría. Pronto descubrimos que cuando se deseaba hacer algo en Tampico, el procedimiento habitual era visitar al director del periódico y pagarle una mordida. Nosotros no lo habíamos hecho. Puede que se nos hubiera hecho alguna insinuación, pero a nuestros relaciones públicas se les habían pasado por alto o no las habían tenido en cuenta.

Ya habíamos hecho una gran inversión en la película. Puesto que pensábamos rodarla entera en México, la Warner Brothers hizo gestiones inmediatas a través del Departamento de Estado. Mientras tanto recibí una llamada de un viejo amigo, Miguel Covarrubias, preguntándome qué pasaba. Le dije que no había un ápice de verdad en las afirmaciones del periódico.

- Estaba seguro de eso -dijo él-, pero quería que me lo confirmaras. Diego y yo iremos a ver al Presidente.

Así que él y Diego Rivera -que también era un viejo amigo mío- fueron a ver al presidente de México, quien envió a un representante. Éste llevó a cabo una investi- gación y luego nos dio permiso para reanudar el rodaje. Este fue el comienzo de algo que se convirtió en un procedimiento habitual por parte del Gobierno mexicano. Que haya un representante del Gobierno cuando un equipo cinematográfico extranjero rueda exteriores, es ahora una práctica común en todo el mundo.

El director del periódico* que escribió aquellas historias falsas sobre nosotros fue asesinado dos o tres semanas más tarde. No por lo que nos había hecho a nosotros, sin embargo. Un marido celoso le encontró en una cama que no era la suya.

John Huston (Estados Unidos, 1906-1987).

* Se refiere al periodista Vicente Villasana, asesinado el 31 de marzo de 1947,
en la habitación 208 del hotel Sierra Gorda, en Ciudad Victoria, Tamaulipas.

La ilustración corresponde a un fotograma de la película en la que aparece el propio John Huston, vestido de blanco y leyendo el periódico, mientras Humphrey Bogart deambula por la plaza de la Libertad, en Tampico.

domingo, 18 de junio de 2023

Tampico: EL HOMBRE QUE AMABA A LOS PERROS, de Leonardo Padura

"Mientras el barco se acercaba al puerto de Tampico, se hizo visible la multitud que se congregaba..."

(Fragmento del capítulo 16)

Liev Davídovich y Natalia pasaron los días leyendo los pocos libros sobre México que habían conseguido gracias a Konrad Knudsen, tratando de vislumbrar lo que les aguardaba en aquel Nuevo Mundo, siempre violento y exaltado, donde el precio de la vida podía ser una simple mirada mal recibida y donde, según sabían, nadie los esperaba.

Cuando la costa cobró toda su nitidez, sus temores salieron a flote, y Liev Davídovich lanzó a Die una postrera exigencia: solo abandonaría el petrolero si venía en su busca alguna persona que le inspirara confianza. ¿Quién?, pensaba, cuando Jonas Die le dio la sorprendente respuesta de que iban a complacerlo, y él también se concentró en la observación de la costa.

Mientras el barco se acercaba al puerto de Tampico, se hizo visible la multitud intranquila que se congregaba en sus alrededores, punteada por los uniformes azules de la policía mexicana. Aunque hacía mucho que Liev Davídovich había superado el temor a la muerte, los gentíos exaltados siempre le obligaban a recordar el que había rodeado a Lenin en septiembre de 1918 y del cual había salido la mano armada de Fanny Kaplan. Pero un manto de alivio cayó sobre sus aprensiones cuando descu- brió, en un extremo del espigón, las facciones de Max Shachtman, la estampa maciza de George Novack y la levedad irradiante de una mujer que no podía ser otra que la pintora Frida Kahlo, la compañera sentimental de Diego Rivera.

Apenas atracaron, los Trotski cayeron en un torbellino de júbilo. Varios amigos de Frida y Rivera, sumados a los correligionarios norteamericanos venidos con Shacht- man y Novack, los envolvieron en una ola de abrazos y congratulaciones que obraron el milagro de hacer correr las lágrimas de Natalia Sedova. Conducidos a un hotel de la ciudad donde les habían organizado una comida de bienvenida, los recién llegados fueron oyendo el tropel de informaciones retenidas por Jonas Die, sin duda molesto por el carácter de las noticias: el general Lázaro Cárdenas no solo había concedido a Liev Davídovich asilo indefinido, sino que lo consideraba su huésped personal y, con el mensaje de bienvenida, le enviaba el tren presidencial para que los trasladara a la capital. A su vez, Rivera, que se disculpaba por no haber podido desplazarse hasta Tampico, les ofrecía, también indefinidamente, una habitación en la Casa Azul, la edificación que ocupaba con Frida en el barrio capitalino de Coyoacán.

Los vinos franceses y el rudo tequila mexicano ayudaron a Liev Davídovich y a Natalia en el empeño de saltar del mole poblano a las puntas de filete a la tampiqueña, del pescado a la veracruzana a la consistencia rugosa de las tortillas, coloreadas y enriquecidas con pollo, guacamole, ajíes, jitomates, frijoles refritos, cebollas y cerdo asado al carbón, todo salpicado con el fogoso chile que clamaba por otra copa de vino o un trago de tequila capaces de aplacar el incendio y limpiar el camino hacia la degustación de aquellas frutas (mangos, piñas, zapotes, guanábanas y guayabas) pulposas y dulces, insuperables para coronar el festín de unos gustos europeos deslumbrados por texturas, olores, consistencias y sabores que se revelaban exóticos para ellos. Abrumados por aquel banquete de los sentidos, Liev Davídovich descubrió cómo sus prevenciones se esfumaban y la tensión dejaba paso a una invasiva voluptuosidad tropical capaz de arroparlo en una molicie benéfica que su organismo y su cerebro agotados recibieron golosamente, según escribió.

Leonardo Padura (Cuba, 1955).

sábado, 17 de junio de 2023

Tampico: CÓMO SE EXPUSIERON LOS JUICIOS DE MOSCÚ, de George Novack

"... para saludar a los Trotsky en el puerto de Tampico."

(
Fragmento)

Apenas al desembacar, me dijo que su primera garantía llegó cuando el operador del radio inalámbrico del barco le trasmitió un despacho con la noticia de que dos de sus amigos, Shachtman y yo, habíamos salido de Nueva York para reunirnos con él a su llegada al nuevo hogar.

A través de Rivera, el secretario de comunicaciones, general Mújico (sic)* puso el tren presidencial con un destacamento militar a disposición de nuestro partido y, junto con la compañera de Rivera, la pintora Frida Kahlo, viajamos con esplendor para saludar a los Trotsky en el puerto de Tampico. Fue una transformación sorprendente para un par de revolucionarios de la tierra del dólar yanqui ser tratados tan ceremoniosamente por un gobierno vecino; No estábamos acostumbrados a tal grandeza. El propio Trotsky se mostraba de alguna manera deslumbrado por la repentina transición de su encarcelamiento y maltrato en la nevada Noruega a la cálida hospitalidad que se le brindaba en la atmósfera semitropical de México.

George Novack (Estados Unidos, 1905-1992).

* Se refiere al general Francisco J. Múgica.
(Traducido del inglés por Jules Etienne).

viernes, 16 de junio de 2023

Tampico: CAMINOS SIN LEY, de Graham Greene

",,, porque no había más dinero: todo el dinero se iba ahora a Tampico y los yacimientos petrolíferos."

(
Fragmento del capítulo San Miguelito)

Herr F. me condujo hasta las rocas en las afueras de la ciudad, para mostrarme ejemplos de ingeniería mejicana. Primero el embalse, casi terminado, abandonado, para que durante el invierno se rajara definitivamente, porque no había más dinero: todo el dinero se iba ahora a Tampico y a los yacimientos petrolíferos.

El río, un chorrito de agua, desaparecía en una hendidura de las montañas; reapare- cía del otro lado, a veinte kilómetros de allí. Pero cuando llovía se convertía en un torrente; un tronco de árbol caído, una mata suelta podía obstruir la salida y siete años antes había habido una inundación desastrosa. Herr F. se había encargado de las operaciones de salvamento; me mostró el canal abandonado y lleno de maleza que había tenido que construir, con un costo de doscientos cincuenta dólares sola- mente.

Graham Greene (Inglés fallecido en Suiza, 1904-1991).

(Traducido al español por J. R. Wilcock).

jueves, 15 de junio de 2023

Tampico: LAS VUELTAS DEL TIEMPO, de Agustín Yáñez

"La sonrisa de amarga ironía en el aeropuerto de Tampico..."

(
Fragmentos)

A su madre le pudo mucho lo que le sucedió a Natalia; pero ni por eso quiso recibirla ya en la casa. - Luego no hemos vuelto a saber más de ella. Que estaba en una casa en San Luis, que era mesera en Tampico, que la habían visto en México. Desde entonces la vieja no estuvo un día buena. ¡Es triste eso de vivir en donde a uno nadie lo conoce!

- Yo no conozco quién pueda comparársele en eso de saber ser amigo. Ahora ¿no sentirán remordimiento los que lo traicionaron, los que lo negaron?

- Si su padre no hubiera muerto, si no lo hubieran matado como lo mataron, las cosas habrían sido de otro modo. Natalia no se hubiera perdido. Su madre no hubiera muerto en la miseria, no la hubieran enterrado de caridad. La familia no hubiera andado rodando. Con lo que cuesta el atáud, éste, hubieran tenido para vivir dos, tres años. (Página 53)

(...)

... ayudas que yo ya pensar necesario, y en mismos lugares que yo pensar: ser fortuna buena acuerdo de mucha facilidad. Hacer convenio que hombres a confianza lo encuentren donde Tulancingo, quince días, luego. Yo haber tener Tuxpan antes caída Tampico en manos revolucionaristas o posible avance por ellos en sur. Era doce abril. Camino a México, en regreso, yo comprender donde Celaya, grave situación: el 9, hombres Huerta toman presos en Tampico a marinos de United States; Contral- mirante Mayo pide inmediata reparación a insulto, que Huerta no hace caso. Yo entender bien: Huerta juega carta desesperada por levantar patriotismo contra gringos odiados, y poner a revolución, así, en papel difícil. No mal carta que jugó Huerta. Yo tomo, entonces, decisión de no meterme a Mexico City; escapar yo por norte, camino a Quéretaro. Pero diablo decide ser cogido yo en Querétaro. (Página 186)

(...)

Y el señor Carranza... con las imágenes públicas, aglomeradas, las domésticas y las del reciente destierro. Figura impasible del que habiendo sido jefe máximo, aceptó el oscuro destino que podía depararle la llegada de tropas federales a su casa, la madrugada del 16 de abril de 1836, y la intromisión hasta su alcoba del general Navarro Cortina, que lo aprehendió a las tres y media de la mañana. La sonrisa de amarga ironía, en el aeropuerto de Tampico, al tomar el deportado una taza de café. Luego, las imágenes del abuelo jugando con sus nietos, en paisajes de fondo inconfundiblemente norteamericano, los ojos de tigre suavizados por la ternura y por el tiempo; las imágenes del hombre solitario, que pasea sus días, lejos de la patria. (Página 234)

Agustín Yáñez (México, 1904-1980).

miércoles, 14 de junio de 2023

Tampico: MIKE SHAYNE, de Brett Halliday


(
Fragmento inicial)

Me encontré por primera vez con el hombre a quien decidí llamar Michael Shayne en Tampico, México, hace muchos, muchos años. Yo era un simple muchacho trabajando como marinero en un buque tanque de la costa cuando atracamos en Tampico para tomar una carga de petróleo crudo. Después de la cena, un pequeño grupo de marineros desembarcó para conocer algo de aquel puerto extranjero. Yo estaba en ese grupo.

No nos alejamos mucho del barco, entrando en la primera cantina con la que topamos. Todos estábamos alineados en el bar probando su tequila cuando noté que un estadounidense pelirrojo estaba sentado solo en una mesa pequeña que daba a la sala llena de gente, con una botella de coñac, un vaso pequeño para el licor y un vaso más grande de agua helada en la mesa frente a él. Era alto y larguirucho y tenía facciones toscas con ojos grises sombríos que examinaban la escena con una especie de diversión burlona. Parecía tener poco más de veinte años y, mientras lo observaba, se llevó el vaso a la boca y bebió un pequeño sorbo de coñac, luego lo acompañó con un trago de agua helada. No sé qué me hizo observarlo tan de cerca. Tal vez había una calidad solitaria en él en esa cantina llena de gente. Era parte de la escena, pero se mantenía aparte de ella. Había un mexicano tocando un acordeón en medio de la sala y varias parejas bailando. Había otras señoritas con vestidos llamativos sentadas a los lados y algunos de los marineros se acercaron para pedirles un baile.

No sé qué provocó el altercado. Posiblemente uno de los marineros le pidió un baile a la chica equivocada. De pronto se formó un tumulto que súbitamente se extendió hasta abarcar el reducido espacio del lugar. Se escuchaban maldiciones y gritos entre el brillo de los cuchillos expuestos. Nos superaban en número y llevábamos la peor parte de la pelea cuando, de repente, por el rabillo del ojo, vi cuando el pelirrojo estadounidense apartaba la mesa de un empujón para meterse a la pelea repartiendo puñetazos.

Cada vez que descargaba un golpe, un mexicano caía y generalmente se quedaba en el suelo. Una botella de cerveza me golpeó en la cabeza y los combatientes me pisotearon. Debo haber perdido el conocimiento  un rato porque abruptamente me percaté de que la pelea había disminuido mientras yo yacía en medio de una maraña de cuerpos con la sangre de mi  cabeza descalabrada escurriendo por la cara. Luego fui arrastrado fuera del enredo y puesto de pie por el pelirrojo americano. Me dio un empujón para sacarme a través de las puertas batientes, tropecé y caí, pero me recogieron mis camaradas que salían por la puerta detrás de mí.

Tuvimos que alejarnos apresurados de regreso al barco, donde nos dimos a la tarea de remendar las cabezas rotas y algunas heridas menores por cuchilla- zos.

Nos hicimos a la mar la mañana siguiente y ninguno de nosotros sabía qué le había pasado al pelirrojo luego de que salimos de la cantina.


Brett Halliday: Davis Dresser (Estados Unidos, 1904-1977).

(Traducido del inglés por Jules Etienne).

martes, 13 de junio de 2023

Tampico: LA CONSAGRACIÓN DE LA PRIMAVERA, de Alejo Carpentier

"... tomé el camino de París, vía Tampico, pues quería evitar la escala habanera..."

(
Fragmento final del capítulo 5)

Claro estaba que había que contar con la Revolución, con la bendita Revolución, con la obsesionante Revolución, que ya estaba empezando a cansarme, a saturarme, de tanto como se hablaba de ella en México -y sin hallar que, a pesar de muchas conquistas evidentes, esa Revolución hubiese realizado trascendentales cambios, cambios profundos, en cuanto a las estructuras sociales puesto que si con ella el Indio había recuperado su prestigio, no por esto se había librado de una miseria harto generalizada en los campos y las ciudades-…Con tales pensamientos y preguntas estaba yo instalando en mí el temible personaje goethiano de La preocupación: “Aun cuando ningún oído me escuchara / igualmente sonarían mis palabras en tus entrañas. / Soy el compañero eternamente inquieto / al que siempre encontramos / aunque nunca lo busquemos, / a la vez acariciado y maldito… ”…Mi tía temerosa de verme regresar a Cuba, me colmaba de giros. Al encontrarme, una mañana, con tres mil dólares en el National City Bank -y recordando que el cambio estaba a casi cincuenta francos por dólar- tomé el camino de París, vía Tampico, pues quería evitar la escala habanera, inevitable entre Veracruz y Europa. Me marchaba con una vaga sensación de culpa: remordimiento, preocupación… Detrás, los Dioses del Continente me habían demostrado, con una crisis de conciencia, que la asignatura-América era una asignatura difícil. Sin llegar a ver la médula del árbol, me había ensangrentado las manos al tratar de arañarle la corteza.

Alejo Carpentier
(Cubano nacido en Suiza y fallecido en Francia, 1904-1980).