miércoles, 28 de junio de 2023

Tampico: LA DANZA EN PERSONA, de Efraín Huerta

"... atendido por una jovencita europea, Margarita Verlage, verdadero prodigo de armonía femenina y juvenil arrogancia. No tarde en definirla como «la danza en persona»."

La danza en persona
, en Tampico: Ida y vuelta (II)

El general Moctezuma, este huasteco de pintoresca vida e inmenso sombrero tejano, es quien me conduce al café Ambrosius, recinto amplio y fresco, situado frente a Petróleos Mexicanos, ex edificio de The Mexican Eagle Oil Company Limited. Un cómodo restaurante, con siete mesas, un piano misterioso y cuatro lámparas, atendido por una jovencita europea, Margarita Verlage, verdadero prodigio de armonía femenina y juvenil arrogancia. No tardo en definirla: "la danza en persona". Y pienso entonces en el ritmo deportivo, en las cálidas ondulaciones de la carretera panamericana, en los musicales cañaverales de El Mante, en el color del agua del río Guayalejo, en mi primera sensació, hace seis años, frente al Golfo. Me atrevó a musitar: "El hada armonía". Mi acompañante, mientras tanto, me conversa de Sandino, de la indiada huasteca, de "cuando Tampico derramaba a manos llenas", sobre esto último le replico que yo no tengo la culpa de que ahora, por lo pronto, el derramamiento no se acostumbre, y que lo siento mucho, deseando para la gran ciudad porteña una nueva época de franca y decidida prosperidad. Se enfada y calla, pero a continuación prosigue su charla. Le oigo, sí, por el interés extraño de sus relatos, matizados sabrosamente con originales frases -"los que tenemos unos cuantos pajuelazos metidos dentro del cuero"-. Mas no pierdo de vista a Margarita. Mi danzarina, ¡qué joven!, tiene ojos azules, mediterráneos, cabellos rubios y una voz azucarada que me obliga a tener siempre listo este que ya de por sí es el más desinteresado de los sentidos: el auditivo. Pero su voz, para su danza, no es absolutamente necesaria. Si no tuviera que informar a los abonados o eventuales clientes lo que hay de comer; si no existiera el terrible, imprescindible deber de pasar la cuenta; en fin, si no hablara, sería igualmente fascinante su agilidad, su gracia plástica, su correcta conformación física en flor de adolescencia. Su paso es largo y firme, silencioso como las ramas de un sauce. Cuando, rara vez está sin hacer nada, todo su cuerpo es el mejor dibujo, la mejor melodía. (Baudelaire decía de una exquisita: "No pudo el tiempo romper la armonía chispeante de su andar y la elegancia indestructible de su armonía".) Moctezuma, en tanto, no para de fumar ni de hablar. Hay un momento en que me hace recordar al clásico guía del oeste norteamericano, aquel fiel camarada de los inmortales llaneros Wild Bill Hickok y Buffalo Bill Cody.

Pero pronto regresaré a México ("Allá, tras las montañas orientales"), la ciudad única -declaraciones de odio, declaraciones de amor-, y esta Diana, diosa indiscutible, permanecerá fiel a sí misma, con su danza finísima y sus pupilas claras. Sólo el recuerdo será grato y perdurable. Su recuerdo y el de toda la sorprendente región: Árbol Grande y la Refinería de Ciudad Madero y Mata Redonda, Veracruz, importantes secciones del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana. Y las lagunas, el mar siempre joven y el Pánuco.

Efraín Huerta (México, 1914-1982).

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