lunes, 31 de enero de 2022

Día de reyes: GENTE INDEPENDIEN- TE, de Halldór Laxness


"- Sí, víspera de Reyes. Y después, ¿qué? - Después no faltará mucho para el mes de porri."

(Fragmento del capítulo 48)

- Oh, no sé que haya ninguna otra fiesta grande, aparte de que después de Año Nuevo viene la víspera del día de Reyes, pero no es una fiesta muy importante. No, no creo que haya gran cosa en materia de grandes festividades.

Sí, precisamente era la víspera de Reyes la que ansiaba Asta Sóllilja, y no otra fiesta, porque la expectativa prefiere olvidar las interminables noches de los días laborables y utilizar las fiestas solamente como sus mojones hacia el futuro.

- Sí, víspera de Reyes. Y después, ¿qué?

- Después no faltará mucho para el mes de porri.

Porri, pensó la muchacha con tristeza, porque eso no le recordaba más que grandes tormentas de nieve y súbitos deshielos que venían por turno y, por lo tanto, sin propósito alguno, un deshielo que se convertía en helada, una helada que se tornaba deshielo, eternidad tras eternidad.

- No, abuela, Porri, no. Eso no. Quiero decir fiestas. Festividades...

- En mi época tomábamos nota del tiempo en el día de San Pablo y en la Candelaria, pero entonces, naturalmente, todavía quedaban muchas de las viejas costumbres.

Halldór Laxness
(Islandia, 1902-1998). Obtuvo el premio Nobel en 1955.

domingo, 30 de enero de 2022

Día de reyes: EL VIAJE DE LOS MAGOS, de T. S. Eliot


“Qué helada travesía,
Justo la peor época del año
Para un viaje, y un viaje tan largo:
Los caminos hondos y el aire ríspido,
Lo más recio del invierno”.
Y los camellos llagados, sus patas adoloridas, refractarios,
Tendidos en la nieve que se derretía.
A veces añorábamos
Los palacios de verano en las cuestas, las terrazas,
Y las niñas sedosas que nos servían sorbetes.
Iban los camelleros blasfemando, mascullando,
Huyendo, y pidiendo licor y mujeres,
Y las fogatas se extinguían y no había refugios,
Y las ciudades hostiles y los pueblos agresivos
Y las aldeas sucias y caras:
Cuánto tuvimos que aguantar.
Al final preferimos viajar de noche,
Dormir a ratos,
Con las voces cantando en nuestros oídos, diciendo
Que todo esto era locura.

Entonces llegamos al amanecer a un valle templado,
Húmedo, lejos de las nieves perpetuas, y olía a vegetación;
Con un arroyo y un molino de agua que golpeaba la oscuridad,
Y en el horizonte tres árboles,
Y un viejo caballo blanco se fue galopando hacia la pradera.
Luego llegamos a una taberna con hojas de parra en el dintel,
Seis manos junto a una puerta abierta
Jugaban a los dados por un poco de plata,
Y alguien pateaba los odres vacíos de vino,
Pero no había información, y seguimos
Y llegamos al anochecer, y justo a tiempo
Encontramos el lugar; era (podríamos decir) satisfactorio.

Todo esto fue hace mucho tiempo, recuerdo,
Y yo lo volvería a hacer, pero que quede
Esto claro que quede
Esto: ¿nos llevaron tan lejos
Por un Nacimiento o por una Muerte? Hubo un Nacimiento,
Teníamos pruebas y ninguna duda. Yo había visto nacer y morir,
Pero pensaba que eran distintos: este Nacimiento
Nos sometió a una dura y amarga agonía,
Como la Muerte, nuestra muerte.
Regresamos a nuestros lugares, estos Reinos,
Pero ya no estamos en paz aquí, bajo la antigua ley.
Con un pueblo extraño aferrado a sus dioses.
Cuánto gusto me daría otra muerte.

Thomas Stearns Eliot
(Estadounidense nacionalizado británico, 1888-1965). Obtuvo el premio Nobel en 1948.

sábado, 29 de enero de 2022

Día de reyes: LA VIDA DESNUDA, de Luigi Pirandello

"Y en los camellos con mantas, coronados y solemnes, los tres Reyes Magos..."

Un Goy*

(Fragmento)

Porque hay que saber que, no obstante la gran masacre, el señor Pietro Ambrini, con una magnífica cara dura, aquel año, había pensando en celebrar, para sus queridos nietos, la festividad de la Santa Navidad con más pompa de la habitual. Y se había hecho fabricar muchos pastores de terracota: los pastores que llevan sus humildes ofrendas a la gruta de Belén, al niño Jesús recién nacido. Endellas de ricota inmaculada, Encellas, cestas de huevos y quesos y también rebaños de suaves ovejitas y mulos también cargados de otras más ricas ofrendas, seguidos por viejos capataces y campesinos. Y en los camellos, con mantas, coronados y solemnes, los tres Reyes Magos, que vienen con su séquito desde lejos, detrás del cometa que se ha detenido sobre la gruta de corcho, donde en un lecho de paja verdadera se encuentra el róseo niño de cera, entre María y san José; y san José lleva en la mano el báculo florecido y detrás se encuentran el buey y la mula.

El querido abuelo había querido que aquel año el pesebre fuera muy grande y en relieve, con colinas y precipicios, pitas y palmeras, y senderos por los cuales se tenían que ver todos aquellos pastores, que por eso eran de varias dimensiones, con sus rebaños de ovejas y los mulos y los Reyes Magos.

Luigi Pirandello (Italia, 1867-1933).
Obtuvo el premio Nobel en 1934.

* De acuerdo con la traducción es un término hebreo para referirse a los no judíos.
(Traducido del italiano por Marilena de Chiara).

La ilustración corresponde a un nacimiento -Belén se le llama en España-
con cinco metros de longitud, en el distrito madrileño de Tetuán, en 2019.

viernes, 28 de enero de 2022

Día de reyes: IDA ELISABETH, de Sigrid Undset


(Fragmento del primer capítulo)

- ¿A que está precioso? Ay, la verdad es que es un gusto volver a estar en casa... ¡En realidad no hay ningún sitio tan hermoso como Noruega! Me pregunto qué estrella será esa... ¿Crees que será Venus, Cecilie?

- No, Venus no ha salido todavía... no puede ser esa... Sabe usted qué estrella es, señora Braatø? -preguntó Cecilie Oxley.

- Ni idea. No sé absolutamente nada de estrellas.

- En realidad podríamos pensar perfectamente que esa es la estrella -dijo Ciss Meisling con aire soñador-. La estrella con la que se orientaron los Reyes Magos, quiero decir. En el fondo aquello debió de ser una gran aventura, el viaje fue muy largo, puede que tardaran hasta un año, según he leído. Aunque nosotros celebramos los Reyes solo quince días después de Nochebuena. A mí siempre me ha encantado la fiesta de Reyes... porque al pensar en la estrella te colmas de anhelos...

Los Reyes Magos. Ida Elisabeth no había caído en la cuenta, pero era verdad, era la noche de Reyes. Viajar, viajar siguiendo una estrella que indicara el camino hacia algún sitio... Ay, quién pudiera hacer eso. Con una sensación enferma y entristecida en su agotado corazón, sintió por un momento que también ella se colmaba de anhelos, como decía la pequeña Ciss Meisling. 

 Sigrid Undset
(Noruega nacida en Dinamarca, 1882-1949). Obtuvo el premio Nobel en 1928.

(Traducido del noruego por Cristina Gómez-Baggethun).

jueves, 27 de enero de 2022

Día de reyes: EL REGALO DE NAVIDAD, de Grazia Deledda

"En una ermita se encontraba el belén, con una montaña (...) cubierta de musgo los Reyes Magos descendían..."

(Fragmento)

Dentro de la iglesia continuaba la ilusión de la primavera: el altar estaba todo adornado con ramas de madroño con frutos rojos, mirto y laurel: las velas brillaban entre el follaje y la sombra de estas se dibujaba en las paredes como en las paredes de un jardín.

En una ermita se encontraba el belén, con una montaña de corcho y cubierta de musgo: los Reyes Magos descendían con cautela por un camino empinado, y un cometa dorado iluminaba su camino.

Todo era hermoso, todo era luz y alegría. Los reyes poderosos descendieron de sus tronos para llevar su amor y sus riquezas como un regalo al hijo de los pobres, a Jesús nacido en un establo; las estrellas los guiaron; la sangre de Cristo, que luego murió por la felicidad de los hombres, llovió sobre los arbustos e hizo florecer las rosas; llovió sobre los árboles para madurar la fruta.

Así le había enseñado la madre a Felle y así fue.

- Gloria, gloria - cantaban los sacerdotes en el altar: y el pueblo respondía:

- Gloria a Dios en las alturas. Y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

Felle cantó también, y sintió que esa alegría que llenaba su corazón era el regalo más hermoso que Jesús le enviaba.

Grazia Deledda  (Italia, 1871-1936).
Obtuvo el premio Nobel en 1926.

miércoles, 26 de enero de 2022

Día de reyes: LA ROSA SECRETA, de William Butler Yeats

"... y al final encontró, entre risas y llanto, mujer tan radiante en su belleza..."

Lejana, muy secreta, inviolada Rosa,
estréchame en mi hora de las horas;
y quienes te buscaron en el Santo Sepulcro
o en el tonel de vino, moraron más allá
de los tumultos de sueños derrotados; y profundos,
entre párpados grises muy pesados de sueño,
los hombres han nombrado la belleza. Tus grandes hojas muestran
las barbas antiguas de los coronados Reyes Magos,
sus yelmos de rubí y oro; y e! rey cuyos ojos contemplara
las Manos Traspasadas en la Cruz elevarse
en druídicos vapores, y las teas apagarse,
hasta que e! vano frenesí lo despertara y muriera.
Y aquel que halló a Fand caminando entre llamas de rocío,
junto a una costa gris que el viento no soplaba
y perdió mundo y Emer por un beso.
Y el que llevó los dioses fuera de los muros
y se entregó al festín hasta que cien rojas albas
contemplara y llorara los túmulos de sus muertos.
El rey altivo y soñador que penas y coronas arrojara
y al bufón y al poeta convocando,
morara en hondos bosques con los errantes manchados de vino.
Y el que vendió labranza, casa y bienes
y buscó en mar y tierra por años incontables,
y al final encontró, entre risas y llanto
mujer tan radiante en su belleza
que los hombres trillaban el cereal hasta la noche
por un rizo robado, por un pequeño rizo.
Y yo también aguardo ese momento:
las grandes tempestades de tu amor, de tu odio.
¿Cuándo se arrojarán las estrellas del cielo
y como chispas de herrería morirán?
¿Ciertamente, ha llegado tu hora, tus tempestades soplan,
lejana, muy secreta, inviolada Rosa? 



William Butler Yeats (Irlanda, 1865-1939). Obtuvo el premio Nobel en 1923.
 
(Traducido al español por Enrique Caracciolo Trejo).

martes, 25 de enero de 2022

Día de reyes: BALTASAR, de Anatole France

"Y los tres Reyes Magos continuaron su camino juntos. La estrella que habían visto en el oriente los precedía..."

(Fragmento del capítulo V)

Cuando la estrella dejó de hablar, el rey y sus dos compañeros descendieron de la torre. Luego, habiendo preparado una medida de mirra, formaron una caravana y fueron a donde los llevó la estrella. Viajaron mucho tiempo por países desconocidos, y la estrella caminó delante de ellos.

Un día, encontrándose en un lugar donde confluían tres caminos, vieron a dos reyes que avanzaban con un gran séquito. Uno era joven y de cara blanca. Saludó a Bal- tasar y le dijo:

- Mi nombre es Gaspar, soy rey ​​y voy a llevar oro como regalo al niño que acaba de nacer en Belén de Judá.

El segundo rey se adelantó a su vez. Era un anciano cuya barba blanca cubría su pecho.

- Mi nombre es Melchor, dijo, soy rey ​​y voy a llevar incienso al divino niño que viene a enseñar la verdad a los hombres.

- Voy como ustedes-, respondió Baltasar-. Sometí a mi lujuria, por eso me habló la estrella.

- Yo -dijo Melchor-, vencí mi orgullo, y por eso fui llamado.

- Yo -dijo Gaspar-, he vencido mi crueldad, por eso voy contigo.

Y los tres Reyes Magos continuaron su camino juntos. La estrella que habían visto en el oriente los precedía hasta que, pasando sobre el lugar donde estaba el niño, allí se detuvo.

Anatole France: Anatole François Thibault
(Francia, 1844-1924). Obtuvo el premio Nobel en 1921.

lunes, 24 de enero de 2022

Día de reyes: LOS REYES MAGOS, de Jacinto Benavente


Despertóse nervioso, calenturiento. Mal despierto y mal dormido toda la noche, despierto y dormido había soñado con la regia cabalgata de los Reyes Magos. Con los más ricos materiales recogidos en la realidad forjó la imaginación del niño deslum- bradora comitiva; caballos empenachados, con rendajes de oro, y sobre ellos los Reyes resplandecientes de joyas, y detrás los camellos cargados de tiendas enteras de juguetes y de cajas de dulces.

Apenas clareó el amanecer anhelado, de un brinco saltó de la cama y corrió al balcón, trémulo de curiosidad y de esperanza.

Tan pequeño, que no alcanzaba a levantar la falleba, era un manojillo de nervios vibrantes, morenucho, con la piel lisa de los niños morenos en que se transparentan las venas muy azules; los ojos en continuo abrir y cerrar; la nariz respingada; un feíllo con gracia para ser querido antes que admirado; mimo de las madres, celosas siempre por femenil instinto, que aguzado en los hijos hermosos al verlos acariciados por todos, prefieren el menos atractivo, el que es de ellas sólo, el que sólo para ellas es lindo y gracioso.

Al ruidoso forcejear del niño para abrir el balcón acudió una criada dando gritos.

- ¡Demonio, que te vas a morir! ¡Vuelve a la cama!

- ¡Los reyes! ¡Quiero ver lo que me han traído los Reyes!

- ¡Qué tonto, qué tonto!

Era el hermano mayor, que reía desde la cama al enterarse de lo que había ocurrido.

- Mira, mira -le decía al pequeño cuando la criada lo subió en brazos a la cama-. Yo tengo ya mi regalo. -Y le enseñaba un duro de los recién acuñados-. Me dijo papá anoche: “¿Tú crees en eso de los Reyes? ¡Tonto, más que tonto! ¡Los Reyes son papá y mamá!”

- ¡Mentiroso! -gritó el pequeño con ira-. Han venido los Reyes y me han traído muchas cosas, y a ti nada, porque me haces rabiar...

- ¡Tonto, más que tonto! -seguía el otro implacable.

El pequeño rompió a llorar. Acudió el padre, desazonado por la gritería, de mal temple, grave el rostro...

- ¿Qué ocurre?

Explicado el caso, el padre, educador, positivista, tomó desde luego el partido de la razón práctica.

- Tu hermano tiene razón; no hay tales Reyes; ésas son tonterías, y los hombres no creen en esas cosas...

El niño quedó aterrado ante las severas afirmaciones de su padre. Lloraba callada- mente, con honda pena...

- ¿Lo ves, lo ves? -le decía triunfalmente el mayor.

Y él lloraba, lloraba... Entró la madre.

- ¿Qué tiene el niño? ¿Se puede saber por qué llora?

- ¡Déjalo, por tonterías!

- Corazón, ¿por qué lloras?

- Porque dice papá que no vienen los Reyes Magos, que no hay Reyes Magos...

El padre se disponía a insistir con mayor severidad, pero la madre lo contuvo con una mirada y, cariñosamente, se dirigió al niño.

- ¿Te han dicho eso? ¡Por hacerte rabiar! ¡Sí, hay Reyes Magos, sí, vida mía! Unos Reyes muy buenos que quieren mucho a los niños...

Y secando a besos las lágrimas del hijo, iba contando la eterna leyenda y el niño, al oírla, se abrazaba a ella como si ansioso se amamantara de nuevo al pecho de su madre, y con hipo de risa y llanto desafiaba al padre y al hermano.

- ¿Ves lo que dice mamá? ¿Ves cómo es verdad todo?

Jacinto Benavente
(España, 1866-1954). Obtuvo el premio Nobel en 1922.

La ilustración corresponde a una crónica periodística conservada por la Biblioteca Nacional de España,
sobre la participación de Jacinto Benavente en la cabalgata de Reyes, del Ateneo de Sevilla en 1924.

domingo, 23 de enero de 2022

Día de reyes: COLAS BREUGNON, de Romain Rolland


(Fragmento de Epifanía)

¡Soy un buen bromista! Porque cuanto menos tengo, más tengo. Y lo sé muy bien. Encontré la manera de ser rico sin tener nada, rico por el bien de los demás. Tengo el poder sin cargos. ¿De qué estamos hablando? ¿De estos viejos padres, que luego de que se han desnudado, cuando han dado todo a sus hijos ingratos, su camisa y sus calcetines, son abandonados, dejados y con todas las miradas empujándolos a la fosa? Son unos malditos torpes. Nunca he estado, a fe mía, más amado ni más mimado que en mi pobreza. Es que no soy tan tonto como para despojarme de todo, sin quedarme con nada. ¿Es entonces sólo su bolso para dar? Yo, cuando lo he dado todo, me quedo con lo mejor, conservo mi alegría, lo que he amasado en cincuenta años de andar, arriba y abajo de la vida, en el buen humor y en la picardía, y en la loca sabiduría o en la sabia locura. Y el suministro no está a punto de terminarse. Lo abro para todos; ¡que todos saquen de él! ¿Eso no es nada? Si recibo de mis hijos, también doy, estamos libres. Y si sucede que éste da un poco menos que aquél, el cariño pone el equilibrio; y nadie se queja.

¡Quien quiera ver un rey sin reino, un Juan sin tierra, un bribón feliz, quien quiera ver un Breugnon de Galia, que me vea esta tarde en mi trono, presidiendo la ruidosa fiesta! Hoy es Epifanía. Por la tarde, hemos visto pasar por nuestra calle a los tres reyes magos, su cuadrilla, un rebaño blanco, seis pastorcillos, seis pastoras cantando; y los perros del barrio aullaban. Y esta noche estamos a la mesa, todos mis hijos y los hijos de mis hijos. Son treinta, contándome. Y los treinta gritamos juntos:

¡El rey bebe!

El rey soy yo.

Romain Rolland (Francia, 1866-1944).
Obtuvo el premio Nobel en 1915.

(Traducido del francés por Jules Etienne).

sábado, 22 de enero de 2022

Día de reyes: EL PÁJARO AZUL, de Maurice Maeterlinck


(
Fragmento del primer acto, cuadro I)

La cabaña de Bucheron

Los tres niños Tyl, Ryl y Myl están dormidos. A su lado, en pie, está la Madre Tyl; Padre Tyl aviva el fuego de la chimenea, la cabaña estaba adornada con algunos motivos navideños.

Voces (En cámara de eco; cada vez más lejanas): ¡El Pájaro Azul!...; ¡El Pájaro Azul!... ¡El Pájaro Azul...!

Padre Tyl: ¿Se han despertado?

Madre Tyl: No, hablan en sueños.

Tyl (Entre sueños): ¡El Pájaro Azul!

(Padre Tyl entra en la casa con la leña).

Madre Tyl: ¿Has oído?

Padre Tyl: Lo he oído perfectamente; han dicho el...

Myl (Entre sueños): ¡El Pájaro Azul!

Padre Tyl: Y ahora Myl también lo ha dicho.

(Llega en primer término por la derecha, afuera de la cabaña, el Tío Nicolas y luego Ágata, vienen en un trineo; Ágata es su nieta).

Padre Tyl: ¿Qué es eso del pájaro azul?

Madre Tyl: Lo único que sé es que en la carta que escribieron anoche a los Reyes Magos sólo pusieron eso: «El Pájaro Azul».

Ágata: ¡Abuelito!

Tío Nicolás: ¿Sí?

Ágata: Yo quiero el Pájaro Azul.

Padre Tyl: Oyeron decir a la nieta del anciano cartero Nicolás que quería un Pájaro Azul.

Madre Tyl: Pobre Ágata...

Padre Tyl: Les dije que no pusieran los zapatos en...

(Cruza el anciano Nicolás que se ha levantado del trineo; saca una carta de la vieja cartera que trae en bandolera).

Padre Tyl: ... en la ventana: se podrían mojar; será mejor en la chimenea.

Madre Tyl: No grites, vas a despertarles. (El viejo Nicolás golpea la puerta con el aldabón). ¿Quién será a estas horas?

Padre Tyl (Mirando): ¡El Pájaro Azul!... ¡El Pájaro Azul!, ¡Mejor deberían pedir otro par de zapatos; y unos abrigos nuevos sería más práctico! (Y abre la puerta).

Tío Nicolás: Buenas noches; carta.

Padre Tyl: Buenas noches, Nicolás. ¿Qué tal tu nieta?

Tío Nicolás: Como siempre.

(Madre Tyl abraza a la pequeña Ágata).

Madre Tyl: Hola, Ágata, preciosa: ¿Cómo estás?

Ágata: ¿Y Ryl, Myl y Tyl?

Padre Tyl: Están dormidos: ¿vendrás mañana a jugar con ellos?

Ágata: Sí.

Madre Tyl: ¿Qué les has pedido a los Reyes Magos?

Ágata: Es un secreto; pero sé que si me lo traen podré volver a jugar con los demás niños como antes que me cayera desde la roca.

Maurice Maeterlinck
(Belga fallecido en Francia, 1862-1949). Obtuvo el premio Nobel en 1911.

viernes, 21 de enero de 2022

Noche de reyes: LEYENDAS DE CRISTO, de Selma Lagerlöf


El pozo de los reyes magos

(Fragmento)

“Poco a poco, la Estrella los condujo sobre el famoso río Jordán, y hacia las colinas de Judea. Una noche se detuvo sobre la pequeña ciudad de Belén, que estaba sobre la cima de una colina y brillaba entre los olivos.

“Pero los tres sabios buscaron castillos y torres fortificadas y murallas, y todas las demás cosas que pertenecen a una ciudad real; pero de tales no vieron nada. Y lo que era aún peor, la luz de la Estrella ni siquiera los condujo a la ciudad, sino que permaneció sobre una gruta cerca del camino. Allí, la suave luz se coló por la abertura y reveló a los tres vagabundos a un pequeño Niño, que estaba siendo arrullado en los brazos de su madre.

“Aunque los tres hombres vieron cómo la luz de la Estrella rodeaba la cabeza del Niño, como una corona, permanecieron de pie fuera de la gruta. No entraron a profeti- zar honores y reinos para este pequeño. Se dieron la vuelta sin traicionar su presen- cia. Huyeron del Niño y vagaron colina abajo de nuevo.

“'¿Hemos venido en busca de mendigos tan pobres como nosotros? dijeron ellos. ¡Nos ha traído Dios aquí para que nos burlemos de Él y pronostiquemos honores para el hijo de un pastor? Este Niño nunca alcanzará una distinción más alta que cuidar ovejas aquí en los valles'”.

La Sequía se rió entre dientes y asintió a sus oyentes, como si dijera: “¿No tengo razón? Hay cosas que son más secas que las arenas del desierto, pero no hay nada más estéril que el corazón humano.”

“Los tres sabios no se habían alejado mucho cuando pensaron que se habían extra- viado y no habían seguido la Estrella correctamente”, continuó la Sequía. “Volvieron la mirada hacia arriba para encontrar de nuevo la Estrella, y el camino recto; pero luego la Estrella que habían seguido todo el camino desde el Oriente se había desvanecido de los cielos.”

Los tres extranjeros hicieron un movimiento rápido y sus rostros expresaban un pro- fundo sufrimiento.

“Lo que ahora sucedió”, continuó la Sequía, “está de acuerdo con la forma habitual de la humanidad al juzgar lo que es, quizás, una bendición.

“Ciertamente, cuando los tres reyes magos ya no vieron la Estrella, entendieron de inmediato que habían pecado contra Dios."

Selma Lagerlöf
(Suecia, 1858-1940). Obtuvo el premio Nobel en 1909.

(Traducido al español por Xavier de la Cruz).

jueves, 20 de enero de 2022

Día de reyes: DON MELCHOR Y LOS REYES MAGOS, de José Echegaray

"Mira, esos tres son los Reyes Magos, hay que encargarles que no falten."

(Fragmento)

Conque Perico y Luisito, cuando llegó la Navidad y D. Melchor abrió al público su Nacimiento, fueron juntos y cogidos de la mano a gozar de aquel espectáculo sor- prendente.

Los dos chiquillos en pie, reconcentrando toda su atención sobre los tres Reyes Magos, y D. Melchor sentado en su sillón de vaqueta y fijando sus ojos tristes y húmedos en los dos chiquillos: así los encontramos ahora. Luisito decía:

- Mira, esos tres son los Reyes Magos; hay que encargarles que no falten; la noche de Reyes pondré mis zapatos a la ventana y a ver de qué me los llenan. ¿Y tú vas a poner tus zapatos también?

- Es que yo no tengo ventana, dijo Perico; pero los pondré en la entrada del socavón, por la parte de fuera. Aunque sé que no han de ponerme nada; porque como soy pobre, ¡qué han de ponerme a mí!

Y una nota de tristeza apuntó, por primera vez en su vida, en la voz de Perico.

- Es verdad -dijo Luisito-; ¡pero quién sabe! Encárgaselo a Melchor, que ese dicen que es bueno.

- Por encargarlo no ha de quedar -replicó Perico.

Y acercando el dedo a la figura de barro de Melchor, le dijo con tono humilde:

- Oye, si quieres, ponme algo la noche de Reyes.

Luisito le apretó el brazo y en voz muy baja le avisó que D. Melchor estaba mirando y que no le gustaba que tocasen a las figuras del Nacimiento. Perico retiró el dedo, se agarró a Luisito y con él salió corriendo y diciendo entre risas y miedos:

- Me ha visto sí, sí; me ha visto D. Melchor tocar al Melchor de barro.

D. Melchor entretanto se secaba los ojos con el pañuelo de hierbas. Pasaron días, todos los de Navidad, alegres para los chicos del pueblo y alegres también para Perico, que siempre tenía la risa en los labios aunque tiritase de frío y se muriese de hambre. Cuando oía reír, reía, y cuando estaba solo reía también. Dijérase que le retozaban en el cuerpo un manojo de primaveras y todos los pájaros del aire.

Pero iba a llegar la noche de Reyes y era grande la emoción de Luisito y de Perico.

¿Se acordarían de ellos los Reyes Magos?

De Luisito se habían acordado siempre; de Perico nunca; ¿quién sabe?, acaso este año se acordarían.

José Echegaray (España, 1832-1916).
Obtuvo el premio Nobel compartido con Frédéric Mistral en 1904.

miércoles, 19 de enero de 2022

Día de reyes: LOS REYES MAGOS, de Frédéric Mistral

"Vimos a los tres Reyes Magos con mantos rojos, amarillos y azules, que saludaron al niño Jesús..."

(De Recuerdos y memorias)

- Mañana es el día de Reyes, si quieren verlos llegar, vayan rápido a su encuentro, niños, y llévenles algunos regalos.

Esto, en nuestro tiempo, es lo que decían las madres en la víspera del día de Reyes. Y por delante todos los mocosos, los niños del pueblo; partimos con entusiasmo al encuentro de los Reyes Magos, que venían a Maillane, con sus pajes, sus camellos y su séquito, para adorar al Niño Jesús.

"¿Adónde van, niños?"

- ¡Vamos ante los Reyes!

Y así, todos juntos, mocosos despeinados y muchachitas rubias, con nuestras gorras y nuestros zuecos, emprendimos el camino de Arles, con el corazón trémulo de alegría, los ojos llenos de visiones. Y llevábamos en nuestras manos, como nos habían recomendado, pastelillos para los Reyes, higos secos para los pajes y heno para los camellos.

Jours croissants,
Jours cuisants

(Días de media luna,
Días ardientes)

Era a principios de enero y soplaba el viento del norte: es decir que hacía frío. El sol se hundía, todo pálido, hacia el Ródano. Los arroyos se congelaron, la hierba se secó. Sauces desnudos, las ramas brillaban. El petirrojo y el reyezuelo saltaban, retorciéndose, de rama en rama, y no se veía a nadie por los campos, salvo alguna viuda pobre que se ponía el delantal lleno de remiendos, o algún anciano harapiento que buscaba caracoles en el pie de un seto.

"¿A dónde van tan tarde, niños?"

- ¡Vamos ante los Reyes!

Y cabeza atrás, orgullosos como Artabán, riendo, cantando, saltando o deslizándo- nos, caminamos por el camino calcáreo, barrido por el viento.

Entonces el día estaba cayendo. El campanario de Maillane desapareció detrás de los árboles, detrás de los altos cipreses negros; y el campo se extendía por todas partes, vasto y desnudo. Miramos lo más lejos posible, hasta donde alcanzaba la vista, ¡pero fue en vano! No aparecía nada salvo unos cuantos manojos de espinos llevados por el viento entre los rastrojos. Como sucede en las noches de invierno, todo estaba triste y silencioso. A veces, sin embargo, nos encontrábamos con un pastor, acurrucado en su carruaje, que acababa de cuidar a sus ovejas.

“Pero, ¿adónde van, niños, tan tarde?

- Vamos a encontrarnos con los Reyes… ¿No podrías decirnos si todavía están lejos?

- ¡Ay! los Reyes?... Así es... Vienen por detrás. Pronto los verás.

Y correr, y correr delante de los Reyes, con nuestras tortas, nuestros pastelillos y los puñados de heno para los camellos.

Entonces cayó el día. El sol, ahogado en una gran nube, se desvanecía poco a poco. El balbuceo juguetón se calmó un poco. El viento se estaba volviendo más frío. Y los más valientes caminaban precavidos.

De pronto:

- ¡Aquí están!

Un grito de loca alegría salió de cada boca. Y la magnificencia de la pompa real iluminó nuestros ojos. Un chapoteo, un triunfo de espléndidos colores incendiaba la puesta de sol. Enormes jirones de púrpura llamearon; una media corona de oro y rubíes, lanzando un círculo de largos rayos hacia el cielo, deslumbraba el horizonte.

“¡Reyes reyes!… ¡Miren sus coronas! ¡Miren sus túnicas, sus colores, su caballería y sus camellos! ¡Y nos quedamos estupefactos!... Pero pronto este esplendor, esta gloria, el último resplandor del sol poniente, se desvaneció, se extinguió poco a poco en las nubes; y, asombrados, boquiabiertos, en el campo oscuro y aterrador, nos encontramos solos.

"¿Adónde han ido los reyes?"

- Detrás de la montaña.

El búho ululaba. El miedo se apoderó de nosotros; y, en el crepúsculo, volvíamos mordisqueando tímidamente las tortas, las pastelillos y los higos que habíamos traído para los Reyes.

Y cuando por fin llegamos a nuestras casas:

"Bueno, ¿los has visto?" preguntaron nuestras madres.

- ¡No! Pasaron a otro lado, detrás de la montaña.

"¿Pero qué camino tomaron?"

- El camino de Arles.

- ¡Ay mis pobres hijos!, los reyes no vienen de este lado. Vienen del Levante. Pardi, tenías que haber tomado el viejo camino a Roma… ¡Ah! ¡Qué hermoso era, si hubieras visto!... ¡Si hubieras visto, cuando entraron en Maillane! Tambores, trompetas, pajes, camellos, ¡qué algarabía! ¡Dios mío!... Ahora están en la iglesia, en la adoración. Después de la cena, iremos a verlos.

Cenamos de prisa; luego corrimos a la iglesia. Y en la iglesia abarrotada, apenas entramos, el órgano, acompañando el canto de todo el pueblo, comenzó lentamente, luego prosiguió con la voz formidable del soberbio Nöel:

Ce matin
J'ai rencontré le train
Des trois grand rois qui partaient en voyage
Ce matin
J'ai rencontré le train
Des trois grand rois dessus le grand chemin.

(Esta mañana
me encontré con el séquito
de tres grandes reyes yendo de viaje
Esta mañana me encontré con el séquito
de tres grandes reyes en la carretera.)

Los demás, enloquecidos por la curiosidad, nos deslizamos entre las enaguas de las mujeres, hasta la capilla de la Natividad; y allí, sobre el altar, ¡vimos la hermosa Estrella! Vimos a los tres Reyes Magos con mantos rojos, amarillos y azules, que saludaron al niño Jesús: el rey Gaspar con su cazuela de oro; ¡El rey Melchor con su incensario y el rey Baltasar con su vaso de mirra! Admirábamos a los galantes pajes que vestían levitas; los camellos jorobados que levantaban la cabeza por encima del asno y el buey; la Santísima Virgen y San José; luego, alrededor, sobre una pequeña montaña de papel pintado, los pastores, las pastoras, que llevaban pan, cestas de huevos y pañales; el Molinero, que sostenía un saco de harina; la Hilandera, que estaba hilando; el Asombrado que se maravilló; el Afilador, que afilaba; el Hotelero desconcertado que, despierta de su sueño, abre su ventana, y todas las figurillas que rodean al pesebre; pero al que más miramos fue al Rey Moro.

A veces, desde entonces, cuando vienen los Reyes, salgo a pasear, al caer la noche, por el camino de Arles. El petirrojo y el reyezuelo todavía revolotean por los setos; algún anciano siempre anda buscando caracoles en la hierba, como solía hacerlo, y la lechuza sigue ululando. Pero en las nubes del ocaso ya no veo las ilusiones, ya no veo la gloria ni la corona de los viejos Reyes.

- ¿Adónde han ido los Reyes?

- Detrás de la montaña.

Frédéric Mistral (Francia, 1830-1914).
Obtuvo el premio Nobel en 1904 compartido con José Echegaray.

(Traducido del francés por Jules Etienne).

martes, 18 de enero de 2022

Día de reyes: BEN HUR, de Lewis Wallace


(Fragmento inicial del capítulo XII: Los magos llegan a Jerusalén)

El undécimo día después del nacimiento del niño en la cueva, a eso de la media tarde, los tres sabios se acercaban a Jerusalén por carretera de Siquem. Después de cruzar el arroyo Cedrón, encontraron a muchas personas, ninguna de las cuales dejó de pararse y mirarlos con curiosidad.

Judea era una avenida internacional obligatoria; un estrecho puente, levantado, al parecer, por la presión del desierto en el este y del mar en el oeste. Eso era y no podría pretender que fuese otra cosa. Por encima de ese puente, empero, la naturale- za había fijado el cauce de una corriente comercial entre el este y el sur, y de aquí nacía la riqueza del país. En otras palabras, la riqueza de Jerusalén provenía de los impuestos que cobraba al comercio que pasaba por allí. Con la excepción de Roma, en ninguna otra parte se encontraba constantemente reunido, tan gran número de personas de tantas y tan distintas naciones; y en ninguna otra ciudad era el extranjero menos extraño a los avecindados en ella como dentro de sus muros y aledaños. A pesar de lo cual aquellos tres hombres excitaban la admiración de todos los que encontraban en su marcha hacia las puertas de la ciudad.

El hijo de una de las mujeres sentadas a la orilla del camino enfrente de las Tumbas de los Reyes vio al grupo que se acercaba, e inmediatamente se puso a batir palmas y a gritar:

- ¡Mira, mira! ¡Qué hermosas campanillas! ¡Qué camellos tan grandes!

Las campanillas eran de plata; los camellos, como hemos visto, eran de una talla y una blancura extraordinaria, y se movían con singular majestad; los arreos hablaban del desierto, de largas travesías a través de él, y también de que sus poseedores estaban en posesión de abundantes medios. Y los tres jinetes iban sentados debajo de los pequeños toldos del mismo modo en que aparecieron en el lugar de reunión al otro lado del Jebel. Sin embargo, no eran las campanillas, ni las guarniciones, ni el aire de los jinetes lo que resultaba tan maravilloso; sino la pregunta que formulaba el que iba en cabeza.

La entrada a Jerusalén por el norte discurre por una llanura que se inclina hacia el sur, dejando la puerta de Damasco en un valle u hondonada. El camino es estrecho, y el prolongado uso lo ha hundido profundamente: en ciertos puntos lo hacen difícil los guijarros que el agua de las lluvias ha puesto al descubierto y ha dejado sueltos. Sin embargo, a uno y otro lado se extendían, antaño, fértiles campos y bosques de olivos que cuando crecían con toda su lozanía habían de ser muy hermosos y en especial habían de parecerlo a los viajeros recién llegados de las arideces del desierto. Yendo por dicho camino, los tres sabios se detuvieron delante del grupo que había enfrente de las Tumbas.

- Buena gente -dijo Baltasar, acariciándose la trenzada barba e inclinándose fuera de su litera-, ¿no está cerca Jerusalén?

- Sí -respondió la mujer, en cuyos brazos se había acurrucado el niño-. Si los árboles de aquella eminencia de allá fuesen un poco más bajos, veríais las torres de la plaza del mercado.

Baltasar dirigió una mirada al griego y al hindú, y luego preguntó:

- ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?

Las mujeres se miraron unas a otras sin responder.

- ¿No habéis tenido noticias de él?

- No.

- Pues decid a todo el mundo que nosotros hemos visto su estrella en el este, y he- mos venido a adorarle.

Dicho lo cual, los jinetes siguieron en marcha. A otras personas formularon la misma pregunta, con idéntico resultado. Un gran grupo de gentes que encontraron camino de la gruta de Jeremías quedaron tan pasmados por la pregunta y el aspecto de los via- jeros que dieron media vuelta y los siguieron hacia la ciudad.

Lewis Wallace
(Estados Unidos, 1827-1905).

lunes, 17 de enero de 2022

Día de reyes: EL PESEBRE DE BELÉN, de Alfred de Montvaillant

"¡Magos, arrodíllense!, este pesebre es un mundo en donde la humanidad reposa su destino."

(Estrofas finales)

Estrellas que brillan en el azul sin nubes,
Que su dulce resplandor conduzca hasta aquí a los Magos,
Que vienen a adorar al Niño en su pesebre.
Aquí están; su felicidad no se puede describir,
Llevan en sus manos el incienso y la mirra,
Cayeron a los pies de Jesús triunfante.

Reyes Magos, eleven a Dios sus oraciones,
De este pesebre un día saldrá la luz;
Desde este pomposo saludo del sol por la mañana,
Miren el futuro que su esplendor inunda.
¡Magos, arrodíllense!, este pesebre es un mundo
En donde la humanidad reposa su destino.

(La crèche de Bethléem

Étoiles qui brillez dans l’azur sans nuages,
Que votre doux éclat conduise ici les mages,
Qu’ils viennent adorer dans sa crèche l’Enfant.
Les voici ; leur bonheur ne peut pas se décrire,
Ils portent dans leurs mains et l’encens et la myrrhe,
Ils sont tombés aux pieds de Jésus triomphant.

Mages, faites monter vers Dieu votre prière,
De cette crèche un jour sortira la lumière ;
De ce pompeux soleil saluez le matin,
Regardez l’avenir que sa splendeur inonde.
Mages, prosternez-vous ! cette crèche est un monde
Où de l’humanité repose le destin.)

Henri-Michel-Alfred Rieu de Montvaillant
(Francia, 1826-1906).

(Traducido del francés por Jules Etienne).

domingo, 16 de enero de 2022

Día de reyes: EL COMENDADOR, de Camilo Castelo Branco

"Podría ponérsele Melchor al niño, si quiere el señor cura."

(Fragmentos de la primera parte)

Seis de enero de 1832. Mañana lluviosa y glacial. El viento silbaba en las ventanas de la iglesia de Santa María. Crujían los robles, azotados por el viento norte. Al rayar el día, la devota de los tres Reyes Magos, la tía Bernabé, tejedora -viuda del operario Bernabé, que le había dejado el nombre y una humilde casita con su huerta-, se levantó, fue a casa del párroco a pedir la llave de la iglesia y, llevando bajo el brazo la escoba de retama, para barrer el suelo, y la aceitera, para llenar las lámparas, entró en el atrio. Al pasar frente a la puerta principal se arrodilló, persignó y rezó. En aquel momento oyó el vagido convulsivo y áspero de un niño. Volvió el rostro hacia el lado de donde le parecía que había salido aquel llanto. No vio a nadie. Se asustó.

- ¡Jesús! ¡Santo nombre de Jesús! ¡Esto debe ser algo malo! -exclamó, dejando en el escalón de la puerta la alcuza y la escoba.

Y el llanto del niño cesó.

* * *

El cura salió de casa malhumorado y bostezando. Cada vez que abría las mandíbulas trazaba en la entrada de la boca tres cruces con el dedo pulgar.

La tejedora, que le esperaba en el atrio, se acercó a él, mostrándole la cara amora- tada del niño. El cura le miró de reojo y preguntó:

- ¿Es macho o hembra?

- Es un niño -respondió la viuda.

- Encienda uno de aquellos cabos -dijo el párroco a Isidro, señalando los miserables candeleros de plomo de un altar-. ¿Tiene agua la pila?

- Ahí viene mi chico con el cántaro.

- ¿Son ustedes los padrinos? ¿Ponemos Isidro al niño o le ponemos el nombre del santo de hoy? -dijo, bostezando y persignándose en la boca, el párroco, que estaba en el umbral de una de las puertas, donde, según el ritual, esperaba la mujer.

- Hoy es el día de los Reyes Magos -dijo ella.

- Es verdad -afirmó también el cura- y dudó si "Reyes" sería nombre o apellido. No se acordaba de haber estudiado este asunto.

- Los Santos Reyes Magos eran tres -prosiguió la tía Bernabé.

- Ya lo sé -replicó el cura.

- Uno se llamaba San Melchor; otro, San Gaspar; otro, San Baltasar -expuso la devota de los magos orientales-. Podría ponérsele Melchor al niño, si quiere el señor cura.

- Yo quiero todo lo que ustedes quieran. Y vamos a ello, que hace mucho frío.


Camilo Castelo Branco (Portugal, 1825-1890).

(Traducido al español por Pedro Blanco Suárez).