(Fragmento)
“Poco a poco, la Estrella los condujo sobre el famoso
río Jordán, y hacia las colinas de Judea. Una noche se detuvo sobre la
pequeña ciudad de Belén, que estaba sobre la cima de una colina y brillaba
entre los olivos.
“Pero los tres sabios buscaron castillos y torres
fortificadas y murallas, y todas las demás cosas que pertenecen a una ciudad
real; pero de tales no vieron nada. Y lo que era aún peor, la luz de
la Estrella ni siquiera los condujo a la ciudad, sino que permaneció sobre una
gruta cerca del camino. Allí, la suave luz se coló por la abertura y
reveló a los tres vagabundos a un pequeño Niño, que estaba siendo arrullado en
los brazos de su madre.
“Aunque los tres hombres vieron cómo la luz de la
Estrella rodeaba la cabeza del Niño, como una corona, permanecieron de pie
fuera de la gruta. No entraron a profeti- zar honores y reinos para este
pequeño. Se dieron la vuelta sin traicionar su presen- cia. Huyeron del
Niño y vagaron colina abajo de nuevo.
“'¿Hemos venido en busca de mendigos tan pobres como
nosotros? dijeron ellos. ¡Nos ha traído Dios aquí para que nos
burlemos de Él y pronostiquemos honores para el hijo de un pastor? Este
Niño nunca alcanzará una distinción más alta que cuidar ovejas aquí en los
valles'”.
La Sequía se rió entre dientes y asintió a sus
oyentes, como si dijera: “¿No tengo razón? Hay cosas que son más secas que
las arenas del desierto, pero no hay nada más estéril que el corazón humano.”
“Los tres sabios no se habían alejado mucho cuando
pensaron que se habían extra- viado y no habían seguido la Estrella
correctamente”, continuó la Sequía. “Volvieron la mirada hacia arriba para
encontrar de nuevo la Estrella, y el camino recto; pero luego la Estrella
que habían seguido todo el camino desde el Oriente se había desvanecido de los
cielos.”
Los tres extranjeros hicieron un movimiento rápido y sus
rostros expresaban un pro- fundo sufrimiento.
“Lo que ahora sucedió”, continuó la Sequía, “está de
acuerdo con la forma habitual de la humanidad al juzgar lo que es, quizás, una
bendición.
“Ciertamente, cuando los tres reyes magos ya no vieron
la Estrella, entendieron de inmediato que habían pecado contra Dios."
Selma Lagerlöf
(Suecia, 1858-1940). Obtuvo el premio Nobel en 1909.
(Traducido al español por Xavier de la Cruz).
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