(Fragmento inicial del capítulo IV)
El 31 de
diciembre, víspera del Año Nuevo de 1810, se celebraba un baile en casa de un
gran señor del tiempo de Catalina. El cuerpo diplomático y el Emperador habían
de asistir a él.
Una tercera
parte de los invitados había llegado ya y en casa de los Rostov, que habían de
asistir a la fiesta, se estaban ultimando los preparativos a toda prisa.
María
Ignatevna Perouskaia, amiga y pariente de la Condesa, una señorita de honor,
delgada y pálida, iba al baile de los Rostov y guiaba a aquellos provincianos
por el gran mundo de San Petersburgo.
Los Rostov
debían ir a buscarla a las diez en las cercanías del jardín de Taurida, y a las
diez y cinco minutos las muchachas aún no estaban vestidas.
A las diez y
cuarto se metieron en el coche y se marcharon. Pero todavía tenían que dar la
vuelta por el jardín de Taurida.
La señorita
Perouskaia ya estaba a punto. A pesar de su edad y de su fealdad, había
ocurrido en su casa lo mismo que en la de los Rostov, aunque sin tanto trajín;
ya estaba acostumbrada a ello. También su persona envejecida estaba limpia, perfuma- da,
empolvada, y, como en casa de los Rostov, la anciana criada, entusiasmada,
admiró el atuendo de su ama cuando salió del salón, con su vestido amarillo
adornado con el distintivo de las damas de honor de la Corte.
La señorita
Perouskaia elogió los vestidos de los Rostov, y los Rostov elogiaron el gusto y
el vestido de la Perouskaia y, con todas las precauciones por los peinados y
las ropas, a las once se instalaron en el coche y se marcharon.
León Tolstói
Lev Nikoláievich Tolstoi (Rusia, 1828-1910).
La ilustración corresponde a un fotograma de la adaptación cinematográfica
de la novela, dirigida por Sergéi Bondarchuk en 1967.