"Para mayor asombro, un conejo de lapislázuli se acercó al trono para presentar sus respetos al Rey de los Cielos..."
(Fragmento del capítulo IV)
Wu-Kung pasó también junto al Salón del Tesoro de la
Niebla Divina, donde las puertas y marcos eran de jade, y las puntas y clavos
que los unían, de oro puro. Sus pasillos y corredores se contaban por millares
y por doquier se veían esculturas y relieves de una perfecta y elegante
hechura. Poseía tres y cuatro aleros, tan espaciosos que en cada uno de ellos
cuidaban de sus crías los dragones y los fénix. En su punto más amplio se abría
una espléndida cúpula redonda, gigantesca calaba- za de oro color púrpura, bajo
la que las diosas protectoras tendían sus abanicos y las doncellas de jade colgaban
sus velos de inmortales.
La apariencia de los mariscales celestes que supervisaban
la marcha de la corte era feroz, y digna la de los diez mil oficiales entre
cuyas responsabilidades sobresalía la de proteger el trono. Ninguno prestaba,
sin embargo, atención especial a una fuente de cristal llena hasta rebosar de
píldoras del elixir de la Gran Mónada, junto a la que había varios jarrones de
cornalina con ramas retorcidas de coral sobresaliendo por la grácil apertura de
sus bocas. En aquel salón celeste podía contemplarse todo género de objetos extraños,
absolutamente diferentes de los que pueden encontrarse en la tierra, tales como
arcadas de oro, carrozas de plata, capullos de coral, plantas de jaspe con
brotes tiernos de jade... Para mayor asombro, un conejo de lapislázuli se
acercó al trono para presentar sus respetos al Rey de los Cielos, mientras un
cuervo de oro* vino volando a rendir pleitesía al Gran Sabio. ¡Qué inmensa
suerte la del Rey de los Monos, al ser admitido en los misterios del reino
celeste, él, que en nada era tenido en el mundo de los hombres!
Se le considera una obra anónima impresa en 1592,
aunque también se atribuye al erudito de la dinastía Ming
Wu Cheng'en (China, 1500 o 1504-1582).
* El conejo de lapizlázuli y el cuervo de oro son metáforas taoístas para designar respectivamente, a la luna y el sol.
(Traducida del chino por Enrique P. Gatón e Imelda Huang-Wang).