miércoles, 25 de enero de 2023

Conejos: LA BALADA DE MULÁN, Anónimo chino


“Tsi-tsi, tsi-tsi” –delante de la puerta, Mulan teje.
A menudo, el ruido de la lanzadera se interrumpe
y sólo se oyen los suspiros de la niña.
Le preguntan en quién piensa,
qué es lo que evoca.
“No pienso en nadie,
no me acuerdo de nada.
Ayer tarde leí la gaceta militar
y me enteré de la movilización del Khan;
el nombre de mi padre aparece en las doce ordenanzas.
Mi padre no tiene un hijo en edad de servir,
no tengo un hermano mayor.
Voy a comprar un caballo y un arnés,
y remplazaré a mi padre en la ida al combate.”

En el mercado del este, consigue un buen caballo,
y en el del oeste, compra una silla;
la muserola, el freno y las riendas, en la feria del sur,
y en la del norte una larga fusta.
Por la mañana, abandona a sus padres;
en la noche, se detiene a la orilla del Río Amarillo;
allí, ya no escucha los llamados del padre y de la madre,
sólo las olas susurran. Al día siguiente parte al alba,
al anochecer alcanza el Monte Negro;
tampoco allí puede alcanzarla la voz de sus padres;
sólo los caballos de los Hun relinchan en la falda del monte Yen.
Para llegar al campo de batalla cruza miles de millas;
los montes y las fortalezas desfilan como al vuelo.
En el aire frío del norte retumban los gongs metálicos de los guardias,
los rayos glaciales se reflejan sobre la armadura de los soldados.

El general sucumbió después de cien combates;
mientras que la heroína regresa, vencedora,
luego de haber guerreado por diez años.
A su retorno, se presenta ante el monarca,
que la recibe en la sala de audiencia.
Para recompensar sus hazañas militares,
él debería elevarla de grado doce veces;
para gratificarla, mil lingotes de oro no bastarían.
Entonces el Khan le pregunta qué desea.
“Mulan no quiere un ministerio, emperador;
sólo deseo un camello vigoroso
para volver a mi país natal.”
Al enterarse del retorno de su hija, los padres, felices,
la esperan en las afueras de la aldea;
su hermana mayor se adorna coquetamente.
El hermano menor afila los cuchillos y sacrifica carneros y cerdos
para festejar el regreso de su hermana.

“Voy a reabrir la puerta de la terraza que da al Levante,
me sentaré en la cama del cuarto que da al Poniente,
me soltaré la armadura
y volveré a ponerme mi viejo vestido.”
Ante la ventana arregla su moño espeso como las nubes;
delante del espejo, se adorna con una pequeña flor
y pinta su frente con una capa ligera de maquillaje amarillo.
Sale para ver a sus compañeros de armas
que, asombrados, exclaman:
“¡Durante doce años hemos vivido juntos
y siempre ignoramos que fuera una muchacha!”

Chilla el conejo si lo sorprende el sol,
la coneja posee ojillos más vivaces;
cuando los dos escapan corriendo a ras de tierra,
¿quién puede distinguir a la hembra del macho?

Anónimo.
Poema narrativo chino escrito en el siglo VI,
cuyo original se ha perdido. Guo Maoqian
lo rescató en una antología del siglo XII.

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