jueves, 31 de julio de 2014

Espejos (91): CRIMEN Y CASTIGO, de Fiódor Dostoyevski

"La naturaleza es un espejo, el espejo más diáfano, y basta dirigir la vista a él."

Cuarta parte: Capítulo 5
 
(Fragmento)

Supongamos que ese hombre miente... Me refiero al hombre desconocido de nuestro caso particular... Supongamos que miente, y de un modo magistral. Como es lógico, espera su triunfo, cree que va a recoger los frutos de su destreza; pero, de pronto, ¡crac!, se desvanece en el lugar más comprometedor para él. Vamos a suponer que atribuye el síncope a una enfermedad que padece o a la atmósfera asfixiante de la habitación, cosa frecuente en los locales cerrados. Pues bien, no por eso deja de inspirar sospechas... Su mentira ha sido perfecta, pero no ha pensado en la naturaleza y se encuentra como cogido en una trampa.

Otro día, dejándose llevar de su espíritu burlón, trata de divertirse a costa de alguien que sospecha de él. Finge palidecer de espanto, pero he aquí que representa su papel con demasiada propiedad, que su palidez es demasiado natural, y esto será otro indicio. Por el momento, su interlocutor podrá dejarse engañar, pero, si no es un tonto, al día siguiente cambiará de opinión. Y el imprudente cometerá error tras error. Se meterá donde no le llaman para decir las cosas más comprometedoras, para exponer alegorías cuyo verdadero sentido nadie dejará de comprender. Incluso llegará a preguntar por qué no lo han detenido todavía. ¡Je, je, je...! Y esto puede ocurrir al hombre más sagaz, a un psicólogo, a un literato. La naturaleza es un espejo, el espejo más diáfano, y basta dirigir la vista a él. Pero ¿qué le sucede, Rodion Romanovitch? ¿Le ahoga esta atmósfera tal vez? ¿Quiere que abra la ventana?

- No se preocupe - exclamó Raskolnikof, echándose de pronto a reír - Le ruego que no se moleste.
 
Porfirio se detuvo ante él, estuvo un momento mirándole y luego se echó a reír también. Entonces Raskolnikof, cuya risa convulsiva se había calmado, se puso en pie.
 
- Porfirio Petrovitch -dijo levantando la voz y articulando claramente las palabras, a pesar del esfuerzo que tenía que hacer para sostenerse sobre sus temblorosas piernas- estoy seguro de que usted sospecha que soy el asesino de la vieja y de su hermana Lisbeth. Y quiero decirle que hace tiempo que estoy harto de todo esto. Si usted se cree con derecho a perseguirme y detenerme, hágalo. Pero no le permitiré que siga burlándose de mí en mi propia cara y torturándome como lo está haciendo.
 
Sus labios empezaron a temblar de pronto; sus ojos, a despedir llamaradas de cólera, y su voz, dominada por él hasta entonces, empezó a vibrar.


 Fiódor Dostoyevski (Rusia, 1821-1881).

miércoles, 30 de julio de 2014

Espejos (90): NOCTURNO, de Georg Trakl

"En los sueños marfilinos del solitario aparece el reflejo de ángeles caídos."

El hálito del inmóvil. Un rostro animal
Entumecido de azul, su santidad.
Poderoso es el silencio de la piedra;
 
La máscara de un pájaro nocturno. Tres suaves
Campanas se desvanecen en una. ¡Elai! Tu rostro
Se reclina callado sobre el azul de las aguas.
 
Oh, quietos espejos de la verdad.
En los sueños marfilinos del solitario
Aparece el reflejo de ángeles caídos.

 
Georg Trakl (Austria, 1887-1914)
 
(Traducido al español por Pura López Colomé) 

martes, 29 de julio de 2014

Espejos (89): MUNDO ESPEJO, de William Gibson

 
 Capítulo 1: La página web de la noche terrible
 
(Fragmento)

El mundo espejo. Los enchufes de los aparatos eléctricos son enormes, de tres clavijas, para una clase de corriente que en América sólo alimenta las sillas eléctricas. Los coches están al revés por dentro, la izquierda a la derecha; los auriculares de los teléfonos tienen un peso distinto, un equilibrio distinto, las portadas de las ediciones en rústica parecen dinero australiano.
 
Con las pupilas dolorosamente contraídas frente al halógeno brillante como el sol, se mira con ojos entrecerrados un espejo de verdad, apoyado en ángulo contra una pared gris, esperando que lo cuelguen. Ve en él una marioneta desarticulada de piernas negras, con el pelo de recién levantada, erizado como una escobilla de excusado. Le hace una mueca al reflejo, pensando por algún motivo en un novio que se empeñaba en compararla con un retrato de Helmut Newton de Jane Birkin desnuda.
 
En la cocina hace correr el agua del grifo por un filtro alemán y llena una olla eléctrica italiana. Se enreda con los interruptores, uno en la cacerola, otro en el enchufe, otro en la toma de corriente. Inspecciona con mirada vacía la extensión color amarillo canario de armarios laminados mientras hierve el agua.
 
Una bolsita de un sucedáneo de té importado de California en un gran tazón blanco. Echa el agua hirviendo. En la habitación principal del apartamento descubre que el fiel Cubo de Damien está encendido, pero dormido, con el resplandor de mariposa nocturna de sus interruptores estáticos latiendo suavemente. Aquí se ve la ambivalencia de Damien hacia el diseño: no permitirá a un decorador pasar de la puerta a menos que acceda, básicamente, a no hacer precisamente lo que sabe hacer, pero se aferra a ese Mac porque puedes volverlo al revés y sacarle las tripas con un pequeño tirador mágico de aluminio. Como los genitales de una de las chicas robot de su vídeo, ahora que lo piensa.
 
Se acomoda en la silla de respaldo alto de la terminal de trabajo de Damien y hace clic en el ratón transparente. Balbuceo de los infrarrojos sobre la madera pálida de la larga mesa de caballete. Aparece el navegador. Teclea Fetiche: Metraje: Foro, que Damien, decidido a evitar la contaminación, nunca agregará a favoritos.
 
Se abre la primera página, Tan familiar como el salón de un amigo. Un fotograma del n.° 48 sirve de fondo, oscuro y casi monocromo, sin ningún personaje a la vista. Esa es una de las secuencias que producen comparaciones con Tarkovsky. En realidad, ella sólo conoce a Tarkovsky por algunos fotogramas, aunque es cierto que una ves se quedó dormida durante la proyección de Stalker, hundiéndose en una panorámica interminable, con la cámara apuntando directamente hacia abajo, en primer plano, a un charco sobre un destrozado suelo de mosaico. Pero ella no está entre los que creen que puede llegarse muy lejos analizando las supuestas influencias del creador. El culto al metraje está plagado de sub-cultos que reivindican cualquier influencia imaginable. Truffaut, Peckinpah… Los seguidores de Peckinpah, incluso los más moderados, siguen esperando que saquen las pistolas.
 
 
William Gibson (Estadounidense nacionalizado canadiense, 1948)

lunes, 28 de julio de 2014

Espejos (88): TE AMO, de Paul Éluard

"No he podido atravesar el muro de mi espejo."

Te amo por todas las mujeres que no he conocido.
Te amo por todos los tiempos que no he vivido.
Por el olor del mar inmenso y el olor del pan caliente.
Por la nieve que se funde por las primeras flores.
Por los animales puros que el hombre no persigue.
Te amo por amar.
Te amo por todas las mujeres que no amo.
Quién me refleja sino tú misma me veo tan poco
sin ti no veo más que una planicie desierta.
Entre antes y ahora
están todas estas muertes que he sorteado sobre paja.
No he podido atravesar el muro de mi espejo.
Tuve que aprender la vida como se olvida
palabra por palabra
Te amo por tu sabiduría que no me pertenece.
Te amo contra todo lo que no es más que ilusión.
Por el corazón inmortal que no poseo
crees ser la duda y no eres sino razón.
Eres el sol que me sube a la cabeza
cuando estoy seguro de mí.
 
 
Paul Éluard (Francia, 1895-1952)
 
(Traducido del francés por Luis A. Cano)

domingo, 27 de julio de 2014

Espejos (87): ESPEJO ROTO, de Mercé Rodoreda

"... todos quisiéramos alcanzar el sueño, que es nuestra más profunda realidad, sin romper el espejo."

(Fragmento)

Hay espejos mágicos. Espejos diabólicos. Espejos que deforman. Hay espejuelos para cazar alondras. Está el espejo de cada día que nos hace extraños a nosotros mismos. Detrás del espejo está el sueño; todos quisiéramos alcanzar el sueño, que es nuestra más profunda realidad, sin romper el espejo.
 
 
Mercé Rodoreda (España, 1908-1983) 

sábado, 26 de julio de 2014

Espejos (86): AMOR, de Edith Södergram


Mi alma era un traje celeste como el cielo;
lo dejé sobre una roca junto al mar
y desnuda llegué hasta ti y parecía una mujer.
Y como mujer me senté a tu mesa
y brindé con vino y aspiré el aroma de unas rosas.
Me encontraste bella y semejante a alguien que en sueños viste,
olvidé todo, olvidé mi infancia y mi patria,
sólo sabía que tus caricias me tenían cautiva.
Y tú, sonriendo, tomaste un espejo y dijiste que me mirara.
Vi que mis hombros estaban hechos de polvo y se desmoronaban,
vi que mi belleza estaba enferma y ahora sólo quería desaparecer.
Oh, aférrame tan fuerte entre tus brazos,
que ya no necesite nada más.
 
 
Edith Södergram (Finlandesa nacida en Rusia; 1892-1923)
 
(Traducido al español por Renato Sandoval e Irma Sítanen)

viernes, 25 de julio de 2014

Espejos (85): LA FERIA DE LAS TINIEBLAS, de Ray Bradbury

"Más allá se extendían los espacios insondables del Laberinto de Espejos..."
 
(Fragmento)

En el prado, la tienda, la feria esperaba. Esperaba a alguien, a cualquiera que vadeara la marejada de hierba. Las grandes tiendas estaban hinchadas como fuelles. Dulcemente exhalaban el aire, que olía a antiguas bestias amarillas. Pero sólo la luna miraba esos huecos de oscuridad, las profundas cavernas. Afuera, unas bestias nocturnas colgaban a medio galope sobre un carrusel.

Más allá se extendían los espacios insondables del Laberinto de Espejos, que albergaban una multiplicación de vacías vanidades, silenciosas, serenas, plateadas por los años, blanqueadas por el tiempo. Cualquier sombra, a la entrada del Laberinto, podría provocar reverberaciones del color del miedo, y descubrir lunas profundamente sepultadas.

Si un hombre se detuviese allí, ¿se vería a sí mismo repetido un billón de veces hasta la eternidad? ¿Miraría detrás ese billón de imágenes, una cara y la siguiente y la otra, cada una más vieja que la anterior? ¿Se encontraría ese hombre perdido en medio de un fino polvo, muy lejos y muy profundamente un hombre no de cincuenta años sino de sesenta, no de sesenta sino de setenta, no de setenta sino de ochenta, noventa, noventa y cinco años?

El Laberinto no preguntó.

El Laberinto no respondió.

El Laberinto estaba allí, simplemente, esperando como un témpano ártico.


Ray Bradbury (Estados Unidos, 1920-2012)

jueves, 24 de julio de 2014

Espejos (84): EVOCO TU SONRISA, de Eugenio Montale

"... exiguo espejo en el que observa una hiedra sus corimbos..."
 
Evoco tu sonrisa y es para mí como el agua limpia
descubierta por azar entre las piedras de un arenal
exiguo espejo en el que observa una hiedra sus corimbos;
y encima de todo el abrazo de un quieto cielo blanco.
 
Ese es mi recuerdo; no sabría decir, a la distancia
si en tu rostro se expresa libre una alma ingenua
o si es de veras fugitiva que el mal del mundo ha extenuado
llevando consigo el sufrimiento como un talismán.
 
Mas esto puedo decirte: que tu efigie imaginada
sumerge mis inquietudes bajo una oleada de calma
y que tus rasgos se insinúan en mi memoria gris
sencillos como la copa de una joven palmera…
 

 (Ripenso il tuo sorriso, ed è per me un'acqua limpida
scorta per avventura tra le pietraie d'un greto,
esiguo specchio in cui guardi un'ellera e i suoi corimbi;
e su tutto l'abbraccio di un bianco cielo quieto.

Codesto è il mio ricordo; non saprei dire, o lontano,
se dal tuo volto si esprime libera un'anima ingenua,
vero tu sei dei raminghi che il male del mondo estenua
e recano il loro soffrire con sé come un talismano.

Ma questo posso dirti, che la tua pensata effigie
sommerge i crucci estrosi in un'ondata di calma,
e che il tuo aspetto s'insinua nella memoria grigia
schietto come la cima di una giovane palma...)



Eugenio Montale (Italia, 1896-1981). Obtuvo el premio Nobel en 1975.
(Traducido del italiano por Jules Etienne)

miércoles, 23 de julio de 2014

Espejos (83): JUSTINE, O LOS INFORTUNIOS DE LA VIRTUD, del Marqués de Sade

"¿Has visto, Thérèse, espejos de formas diferentes? Unos disminuyen los objetos, otros los aumentan."

(Fragmento de la primera parte)

La imaginación del hombre es una facultad de su mente a la que, mediante el órgano de los sentidos, van a pintarse y modificarse los objetos, para formar a continuación sus pensamientos, debido a la primera impresión de estos objetos. Pero esta imaginación, resultante ella misma del tipo de organización de que está dotado el hombre, sólo adopta los objetos recibidos de tal o cual manera, y sólo crea a continuación los pensamientos a partir de los efectos producidos por el choque de los objetos percibidos. Una comparación facilitará ante tus ojos lo que te expongo. ¿Has visto, Thérèse, espejos de formas diferentes? Unos disminuyen los objetos, otros los aumentan. Los hay que los vuelven espantosos, y otros que les prestan encantos. ¿Te imaginas ahora que si cada uno de esos espejos uniera la facultad creadora a la facultad objetiva ofrecería, de un mismo hombre que se contemplara en él, retratos totalmente diferentes? ¿Y estos retratos responderían a la manera como ha percibido el objeto? Si a las dos facultades que acabamos de atribuir a este espejo, uniéramos ahora la de la sensibilidad, ¿no tendría hacia este hombre, visto por él de tal o cual manera, el tipo de sentimiento que le fuera posible concebir para la clase de ser que habría descubierto? El espejo que lo hubiera visto bello, lo amaría; el que lo hubiera visto espantoso, lo odiaría. Y, sin embargo, se trataría siempre del mismo individuo.
 
Así es la imaginación del hombre, Thérèse; el mismo objeto se representa para ella bajo tantas formas como diferentes modos posee, y es a partir del efecto recibido por esta imaginación del objeto, sea cual fuere, que se decide a amarlo o a odiarlo. Si el choque del objeto percibido le sorprende de manera agradable, lo ama, lo prefiere, aunque ese objeto no contenga en sí ningún atractivo real; y si dicho objeto, aunque de un valor seguro a los ojos de otro, sólo ha afectado la imaginación a que nos referimos de manera desagradable, se alejará de él, porque cualquiera de nuestros sentimientos se forma y se realiza debido al producto de los diferentes objetos sobre la imaginación. Nada sorprendente, a partir de ahí, que lo que gusta vivamente a unos pueda disgustar a otros, e, inversamente, que la cosa más extravagante encuentre, sin embargo, partidarios... El hombre contrahecho también encuentra unos espejos que lo hacen bello.
 
 
Marqués de Sade: Donatien Alphonse François de Sade (Francia, 1740-1814)

martes, 22 de julio de 2014

Espejos (82): ESPEJO, de Sylvia Plath

"Luego se vuelve hacia esas embusteras, las velas o la luna.Veo su espalda y la reflejo con fidelidad."

Soy de plata y exacto. No tengo prejuicios.
Todo lo que veo, lo trago de inmediato.
Tal y como es, intacto de amor o de antipatía.
No soy cruel, sólo veraz.
El ojo de un pequeño dios con cuatro esquinas.
La mayor parte del tiempo medito sobre la pared de enfrente.
Es rosa, con manchas. La he mirado tanto
Que creo ya es parte de mi corazón. Pero se mueve.
Caras y oscuridad nos separan una y otra vez.
Ahora soy un lago. Una mujer se reclina sobre mí,
Buscando a través mío quién es ella en realidad.
Luego se vuelve hacia esas embusteras, las velas o la luna.
Veo su espalda y la reflejo con fidelidad.
Me recompensa con lágrimas y ademanes.
Soy importante para ella. Viene y va.
Cada mañana es su rostro lo que reemplaza a la oscuridad.
En mí ha ahogado a una joven y desde mí una vieja
Avanza hacia ella día tras día, como un pez terrible.
 
 
(I am silver and exact. I have no preconceptions.
What ever you see I swallow immediately
Just as it is, unmisted by love or dislike.
I am not cruel, only truthful-
The eye of a little god, four-cornered.
Most of the time I meditate on the opposite wall.
It is pink, with speckles. I have looked at it so long
I think it is a part of my heart. But it flickers.
Faces and darkness separate us over and over.
Now I am a lake. A woman bends over me,
Searching my reaches for what she really is.
Then she turns to those liars, the candles or the moon.
I see her back, and reflect it faithfully.
She rewards me with tears and an agitation of hands.
I am important to her. She comes and goes.
Each morning it is her face that replaces the darkness.
In me she has drowned a young girl, and in me an old woman
Rises toward her day after day, like a terrible fish.)


Sylvia Plath (Estados Unidos, 1932-1963)

(Traducido del inglés por Jules Etienne)

lunes, 21 de julio de 2014

Espejos (81): EN EL ESPEJO, de Ilse Aichinger

"En este día el espejo opaco refleja la maldita casa. Maldita llama la gente a una casa que se va a derrumbar..."

(Fragmento)

Luego ustedes siguen caminando. Por allí hay un camino que pasa por el almacén de carbón y llega hasta el mar. Se callan. Esperas la primera palabra, se la dejas a él para que no se te quede a ti la última. ¿Qué va a decir? ¡Rápido, antes de que lleguen al mar, que lo hace a uno tan temerario! ¿Qué dice? ¿Cuál es la primera palabra? ¿Puede ser que sea tan difícil que lo hace tartamudear, que lo obliga a bajar la vista? O, ¿son los montones de carbón que se yerguen atrás de las tablas que le arrojan sombras a los ojos y lo ciegan con su negrura? La primera palabra… ahora la dijo: es el nombre de una calle. Así se llama la calle donde vive la vieja. Y, ¿puede ser esto? Antes de saber que estás esperando un hijo, ya te nombra la vieja, antes de decirte que te ama, te nombra la vieja. ¡Estáte quieta! No sabe que ya estuviste con la vieja, tampoco puede saberlo, no sabe nada del espejo. Pero, apenas lo dijo, ya se le olvidó.
 
En el espejo todo se dice para que quede olvidado. Y apenas dijiste que esperas el hijo, ya te lo callaste. El espejo lo refleja todo. Los montones de carbón ceden ante ustedes, allí están frente al mar y están viendo los barcos blancos como preguntas en el límite de su mirada, esténse quietos, el mar les saca la respuesta de la boca, el mar devora lo que iban a decir.
 
Desde entonces ustedes remontan seguido la playa, como si la estuvieran bajando, a casa como si se fueran yendo, y lejos como si regresaran a casa.
 
¿Qué están cuchicheando aquellas con sus cofias claras? “Ésta es la agonía”. Deja que hablen.
 
Algún día el cielo estará lo suficientemente pálido, tan pálido que resplandecerá su palidez. ¿Habrá otro resplandor que el de la postrera palidez?
 
En este día el espejo opaco refleja la maldita casa. Maldita llama la gente a una casa que se va a derrumbar, la llaman maldita, no lo saben mejor. No los tiene que asustar. El cielo ahora está lo suficientemente pálido. E igual que el cielo en la palidez, la casa, al final de la maldición, está esperando la felicidad. De tanta risa fácilmente llegan las lágrimas. Ya lloraste bastante. Retoma tu corona. Pronto también podrás deshacer las trenzas. Todo en el espejo. Y en el fondo de todo lo que hacen, yace, verde, el mar. Cuando salen de la casa, está delante de ustedes. Cuando ustedes vuelven a salir de las ventanas hundidas, habrán olvidado. En el espejo todo se hace para que sea perdonado.
 
Ilse Aichinger (Alemania, 1921).

domingo, 20 de julio de 2014

Espejos (80): VAMPIROS EN EL ESPEJO

"¿Podrán los vampiros ver su imagen reflejada en un espejo?"
 
No es que los vampiros padezcan de eisoptrofobia, también conocida como catoptrofobia (el temor enfermizo a los espejos), sino al hecho de que a la plata siempre se le ha considerado como un metal sagrado y es bien sabido que los espejos se fabricaban con una amalgama que incluía la plata entre sus componentes. Fue Bram Stoker en Drácula, un clásico publicado en 1897 que estableció buena parte de la mitología en torno al vampirismo, el primero en suponer, de acuerdo con la doctrina cristiana, que cuando los seres carecen de alma no son capaces de ver su imagen reflejada ante un espejo y como los vampiros son muertos vivientes, ya han perdido su alma. Por eso Jonathan Harker se percata, al llegar al castillo del conde, de la ausencia de espejos. Y, más tarde, cuando se encuentra en su habitación rasurándose ante un pequeño espejo, advierte que la imagen de Drácula no se refleja en él. Éste intenta justificarse con la queja de que los espejos no son más que un objeto de la vanidad humana y lo rompe.
 
Existen unos seres llamados vampiros. Algunos de nosotros tenemos la prueba de ello. Los vampiros existen y son fuertes y poderosos, están en este mundo para hacer el mal”, aseguraba el profesor Van Helsing, además de que: “Este ser no tiene sombra y su imagen no se refleja en un espejo".
 
Anne Rice, en cambio, asume una postura opuesta en sus obras a partir de Entrevista con el Vampiro, ya que según ella los vampiros están sujetos a las mismas leyes de la física que rigen el universo, sin embargo, esos mismos vampiros son capaces de volar manteniendo su cuerpo con apariencia humana. El caso es que, de acuerdo con esta autora, pueden verse reflejados en un espejo como cualquier mortal:
 
"La existencia, como he dicho, era posible. Siempre había la promesa detrás de sus labios burlones de que sabía grandes cosas o cosas terribles, que tenía comunicación con esferas sobrenaturales que yo ignoraba. Y todo el tiempo me despreciaba y me atacaba por mi amor a la vida, mi renuncia a matar y la casi pesadilla que representaba ese acto para mí. Se rió a carcajadas cuando yo descubrí que me podía mirar en un espejo y que las cruces no me hacían el menor efecto. Y se mofaba poniéndose el dedo sobre los labios cuando yo le preguntaba acerca de Dios o del demonio."
 
La muestra de que escritores previos la obra de Bram Stoker aceptaban la posibilidad del  reflejo de los vampiros en el espejo, se puede encontrar en un párrafo del relato Carmilla (1872), de Sheridan Le Fanu: "A eso de la una se me ocurrió echar otro vistazo a la habitación de Carmilla. Llegué allí y mi asombro no tuvo límites: ¡Carmilla estaba en su habitación, mirándose al espejo! No podía creer lo que mis ojos estaban viendo. Mi amiga me llamó con un gesto."
 
En La hermosa vampirizada, también conocida como La dama pálida (Histoire de la dame pâle), de Alexandre Dumas, la mujer que ha sido víctima inconsciente del vampiro, lo advierte ante el espejo:
 
"Me desperté a medianoche; mi lámpara ardía aún; intenté levantarme, pero estaba tan débil que hube de repetir la tentativa dos veces. Finalmente logré superar mi debilidad, y como despierta sentía en el cuello el mismo dolor que experimentara en el sueño, me arrastré, apoyándome en el muro, hasta el espejo, y miré. Algo que semejaba la punzadura de un alfiler marcaba la arteria de mi cuello. Creí que algún insecto me hubiera picado durante el sueño, y como me sentía abatida por la extenuación, me acosté de nuevo y me dormí. A la mañana me desperté como de costumbre; pero entonces sentí una tal debilidad como la experimentara sólo una vez en mi vida, a la mañana siguiente de un día en que fuera sangrada. Me miré en el espejo, y me sorprendí de mi extraordinaria palidez. La jornada transcurrió triste y oscura; yo experimentaba algo singular; cuando me encontraba en un lugar sentía necesidad de quedarme allí: cualquier cambio de posición me fatigaba."

¿Podrán los vampiros ver su imagen reflejada en un espejo? Quién tendrá, en este caso, la razón: ¿Bram Stoker o Anne Rice? Por encima de todo prevalece otra cuestión, la prodigiosa capacidad del vampirismo para prolongar sus mitos y contradicciones sin dejar de mantenerse vigente. Después de todo, ¿qué sería de la literatura fantástica sin la suspensión de la incredulidad?
 
Jules Etienne

sábado, 19 de julio de 2014

Espejos (79): NADIE ES PROFETA EN SU ESPEJO, de Luis Rosales


Dime, ¿sientes aún la antigua herida
cuando el amor te baña en su oleaje
y el beso es luz como el amor es traje
y el labio es sed como la noche es vida?
 
Dime que sí, que sí, como me dices
que no con la tristeza arrinconada
cuando ya el beso se convierte en nada
en los mártires labios aprendices.
 
Tú, mi instantaneidad, mi únicamente,
la lluvia que vino a vivir conmigo,
trigo es mi voz cuando te nombra, trigo,
puente es mi cuerpo al abrazarte, puente.
 
Tú, mi diaria eternidad primera,
la noche que se junta con el día
cuando cruje en la carne la alegría
y a la puerta del cuarto el mar espera,
 
y el espejo es un agua tiritando,
y el agua sube lentamente un monte
donde tu cuerpo llena el horizonte
y veo lo mismo en lo que estoy soñando.
 
 
Luis Rosales (España, 1910-1992)

jueves, 17 de julio de 2014

Espejos (77): EL PAPEL BLANCO DURO ESPEJO, de Jaroslav Seifert

 

El papel blanco duro espejo
sólo devuelve eso que fuiste.
El papel blanco habla con tu voz,
tu propia voz,
no aquella que te gusta,
tu música en la vida esa que derrochaste.
Puede que no vuelvas a ganar si lo deseas,
si te clavas a esa cosa indiferente
que te lanza atrás ahí dónde empezaste.
Viajaste, muchas lunas viste muchos soles,
tocaste muertos y vivos,
sentiste el dolor del bravo mozo
y el gemido de la mujer,
la amargura del niño inmaduro,
cuanto has sentido se derrumba sin sustento
si a éste vacío no te fías.
Quizás ahí encuentres cuanto creíste perdido,
el brote de la juventud,
el justo naufragio de la edad.
Tu vida en cuanto diste,
este vacío es cuanto diste,
el blanco papel.
 
 
 
Jaroslav Seifert (República Checa, 1901-1986). Obtuvo el premio Nobel en 1984.

miércoles, 16 de julio de 2014

Espejos (76): LA NÁUSEA, de Jean Paul Sartre


Viernes
 
(Fragmento)

Enciendo la lámpara sobre la mesa; quizá su claridad pueda combatir la del día. Pero no: la lámpara forma alrededor de su pie un charco lastimoso. Apago; me levanto. En la pared hay un agujero blanco, el espejo. Es una trampa. Sé que voy a dejarme atrapar. Ya está. La cosa gris acaba de aparecer en el espejo. Me acerco y la miro; ya no puedo irme.
 
Es el reflejo de mi rostro. A menudo en estos días perdidos, me quedo contemplándolo. No comprendo nada en este rostro. Los de los otros tienen un sentido. El mío, no. Ni siquiera puedo decidir si es lindo o feo. Pienso que es feo, porque me lo han dicho. Pero no me sorprende. En el fondo, a mí mismo me choca que puedan atribuirle cualidades de ese tipo, como si llamaran lindo o feo a un montón de tierra o a un bloque de piedra.
 
Sin embargo hay algo agradable a la vista, encima de las regiones blandas de las mejillas, sobre la frente: la hermosa llamarada roja que me dora el cráneo, mi pelo. Es agradable de mirar. Por lo menos es un color definido: estoy contento de ser pelirrojo. Ahí, en el espejo, se hace ver, resplandece. Tengo suerte: si mi frente llevara una de esas cabelleras que no llegan a decidirse entre el castaño y el rubio, mi cara se perdería en el vacío, me daría vértigo.
 
Mi mirada desciende lenta, hastiada, por la frente, por las mejillas; no encuentra nada firme, se hunde. Evidentemente, hay una nariz, ojos, boca, pero todo eso no tiene sentido, ni siquiera expresión humana. Sin embargo Anny y Vélines opinaban que tenía una expresión vivaz; es posible que esté demasiado acostumbrado a mi cara. Cuando era chico, mi tía Bigeois me decía: “Si te miras largo rato en el espejo, verás un mono”. Debí de mirarme más todavía: lo que veo está muy por debajo del mono, en los lindes del mundo vegetal, al nivel de los pólipos. Vive, no digo que no; pero no es la vida en que pensaba Anny; veo ligeros estremecimientos, veo una carne insulsa que se expande y palpita con abandono. Sobre todo los ojos, de tan cerca, son horribles. Algo vidrioso, blando, ciego, bordeado de rojo; como escamas de pescado.
 
Me apoyo con todo mi peso en el borde de loza, acerco mi cara al espejo hasta tocarlo. Los ojos, la nariz y la boca desaparecen, ya no queda nada humano. Arrugas morenas a cada lado del abultamiento febril de los labios, grietas, toperas. Un sedoso vello blanco corre por los grandes declives de las mejillas; dos pelos salen por los agujeros de la nariz; es un mapa geológico en relieve. Y a pesar de todo, este mundo lunar me resulta familiar. No puede decir que reconozco sus detalles. Pero el conjunto me da una impresión de algo ya visto que me embota: me deslizo dulcemente hacia el sueño.
 
Quisiera recobrarme: una sensación viva y decidida me libertaría. Aplico mi mano derecha contra la mejilla, tiro de la piel; me hago una mueca. Toda una mitad del rostro cede, la mitad izquierda de la boca se tuerce y se hincha descubriendo un diente, la órbita se abre sobre un globo blanco, sobre una carne rosada y sanguinolenta. No es lo que yo buscaba; nada fuerte, nada nuevo; ¡es algo suave, esfumado, ya visto! Me duermo con los ojos abiertos, el rostro crece, crece en el espejo, es un inmenso halo pálido que se desliza en la luz ...
 
 
Jean Paul Sartre (Francia, 1905-1980) Obtuvo el premio Nobel de literatura en 1964

martes, 15 de julio de 2014

Espejos (75): BOLERO, de Julio Cortázar

"... y de pie ante el espejo interrogándose cada uno a sí mismo..."

Qué vanidad imaginar
que puedo darte todo, el amor y la dicha,
itinerarios, música, juguetes.
Es cierto que es así:
todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta
como a mí no me basta que me des
todo lo tuyo.

Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.

Por ahí un papelito
que solamente dice:

Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.

Y este fragmento:

La lenta máquina del desamor
los engranajes del reflujo
los cuerpos que abandonan las almohadas
las sábanas los besos

y de pie ante el espejo interrogándose
cada uno a sí mismo
ya no mirándose entre ellos
ya no desnudos para el otro
ya no te amo,
mi amor.
 

Julio Cortázar
(Argentino nacido en Bruselas, Bélgica en 1914; y fallecido en París, Francia en 1984).

lunes, 14 de julio de 2014

Espejos (74): LA HIJA DE BURGER, de Nadine Gordimer

"... la Dama sostiene un espejo en el que el unicornio... ve una diminuta imagen de sí mismo."

(Fragmento)

Ni siquiera una postal del Musée de Cluny.

El unicornio entre las beldades medievales, los tapices de flores, cohibidos conejos; el espejo. O dieses ist das tier es nicht gibt. En la unión del Boulevard Saint-Germain con el Boulevard Saint-Michel. Una vieja abadía en el solar de las termas galorromanas, y ella entraría en el patio descrito y subiría a la sala redondeada donde puedes sentarte en los peldaños poco profundos y contemplar los seis tapices. En una isla milflores azul celeste la Dama sostiene un espejo en el que el unicornio, con las patas delanteras sobre el terciopelo rojo del forro de su vestido plegado hacia atrás, ve una diminuta imagen de sí mismo. Pero el óvalo del espejo corta la imagen precisamente en el nivel de su cabeza donde se eleva el cuerno: un cuerno blanco como su pelaje, rabo empenachado, melena y barba rizadas, un cuerno alto y delicadamente curvado. Dos mechones del pelo rubio de la Dama unidos con una cinta de perlas alrededor de su rostro oval (como el marco dorado que rodea al espejo) y entrelazado en lo alto de su cabeza a imitación del modelo del cuerno, que al mismo tiempo es un artificio, ¿eh?, el hueso a imitación de una espiral. Un león sonriente sujeta los estandartes heráldicos. Allí hay conejos, un perro, una jineta moteada. Zorros, onzas, cachorros de león, un halcón en persecución de una garza, perdices, uno mono doméstico atado con una cadena a una pequeña rueda -para evitar que trepe a los árboles-, se distinguen alrededor de la representación de los otro cuatro sentidos:
 
El León y el Unicornio escuchando la música que en el jardín interpreta la Dama con su órgano portátil.
 
La Dama ensartando claveles de dulce aroma en una guirnalda mientras su mono olisquea inquisitivamente una rosa hurtada de una cesta.
 
La Dama cogiendo dulces de una bandeja que le tiende a su doncella; es posible que piense alimentar con ellos a su periquito... el mono paladea algo exquisito en secreto.
 
La Dama toca el cuerno del Unicornio.
 
El sexto tapiz muestra a la Dama delante de un suntuoso pabellón o tienda, entreteniéndose con un alhajero. En los Bestiarios medievales se le llama «monochirus»; allí está, esta vez en pareja con el león, sujetando con una zarpa uno de los alerones de la tienda y sosteniendo su estandarte, graciosamente rampante (en la ridícula posición de un perro pordiosero). Alrededor del toldo de la tienda aparece la siguiente leyenda, tejida en oro: A mon seul désir.

Aquí están: para amarte dejándote venir a descubrir lo que amas.

Allí permanece con la vista fija, con la vista fija.

Un viejo mundo encantador, jardines y amables beldades entre amables bestias.

Semejante armonía en paz sensual con la época de las empulgueras y la mazmorra que ahí llega con su cuerno de marfil en espiral
ella permanece con la vista fija
engalanada, engatusada, afianzada por fin mediante una caricia...
¡Oh, la queridísima! ¡La maravilla! Nada sorprendente, nada abandonado al temor, aproximándose...

Ella permanece con la vista fija, con la vista fija.

Y si ha llegado la hora del cierre del museo podrá volver mañana y otro día, cualquier día, días.

Permanece con la vista fija, este ser que nunca ha sido.


Nadine Gordimer (Sudáfrica, 1923-2014) Obtuvo el premio Nobel en 1991.
Falleció ayer, 13 de julio de 2014.
 
(Traducido al español por Iris Menéndez)

domingo, 13 de julio de 2014

Espejos (73): ANTE EL ESPEJO, de Li Po


Mide mil varas mi cabello cano.
Y mis tristezas miden otro tanto.
Me miro en el espejo cristalino
y no me explico por qué está escarchado.
 
 
Li Po: Li Bai (China, 701-762)

sábado, 12 de julio de 2014

Espejos (72): UNIFORME DE GENERAL, de Mircea Eliade

"... las aguas del espejo ya no son lo que han sido. "

(Fragmento)

Seguidamente lo cogió de la mano y lo llevó hasta el espejo grande del salón, oculto bajo los cortinajes.
 
- Me ha dicho Marina que te gusta inventar toda clase de juegos y danzas, que te pintas solo para disfrazarte y que aves cantar y recitar poesías. ¿Es verdad?
 
- Es verdad, mon général.
 
- ¿Cuántos años tienes?
 
- Este año cumplí seis años.
 
- Así pues ya eres un hombrecito y puedo hablar en serio contigo. ¿Entiendes lo que te digo? ¿Entiendes todas las palabras?
 
- Lo entiendo, mon général.
 
Extendió el brazo y cogió con dos dedos el borde de la cortina.
 
- Me imagino que sabrás por qué he tapado el espejo. Pero de vez en cuando, en las fiestas, en ocasiones solemnes, como ocurrirá mañana, día de mi santo, me gusta correr las cortinas. Sólo que, ya ves, de tanto estar a oscuras, las aguas del espejo ya no son lo que han sido. Poco a poco van perdiendo su transparencia y formas raras de todas clases y de todos los colores están empezando a aparecer en el fondo del espejo. Algunas de esas formas son de una rara belleza, como si no fueran de este mundo. ¿Comprendes lo que quiero decir?
 
- Lo comprendo, mon général.
 
- Mientras otras parecen más raras, semejantes a las cuevas de las montañas o a rocas del fondo del mar o a la boca de un volcán después de una erupción. ¿Entiendes todas las palabras?
 
- Las entiendo, mon général.
 
- Y cuando apartemos los cortinajes y te veas de pronto entre tantas formas desconocidas y te veas a ti mismo moviéndote entre ellas (pero, al menos, al principio, seguramente no te reconocerás pues, ya te lo he dicho, el espejo ya no es lo que fue y a veces amplifica, alarga o ensancha e incluso desfigura), ¿no te dará miedo?
 
Lo miraba con desusada intensidad, como si de su respuesta dependiese alguna decisión importante. Él sonrió dulcemente, casi con ironía.
 
- No me dará miedo, mon général.
 
- Bien. Ésta es la sorpresa que quiero darles. Ni que decir tiene que esto es un secreto, no digas nada en casa. Mañana por la noche, después de servir el champán y cuando estemos todos reunidos aquí, en el salón...

 
Mircea Eliade (Rumania, 1907-1986)