domingo, 20 de julio de 2014

Espejos (80): VAMPIROS EN EL ESPEJO

"¿Podrán los vampiros ver su imagen reflejada en un espejo?"
 
No es que los vampiros padezcan de eisoptrofobia, también conocida como catoptrofobia (el temor enfermizo a los espejos), sino al hecho de que a la plata siempre se le ha considerado como un metal sagrado y es bien sabido que los espejos se fabricaban con una amalgama que incluía la plata entre sus componentes. Fue Bram Stoker en Drácula, un clásico publicado en 1897 que estableció buena parte de la mitología en torno al vampirismo, el primero en suponer, de acuerdo con la doctrina cristiana, que cuando los seres carecen de alma no son capaces de ver su imagen reflejada ante un espejo y como los vampiros son muertos vivientes, ya han perdido su alma. Por eso Jonathan Harker se percata, al llegar al castillo del conde, de la ausencia de espejos. Y, más tarde, cuando se encuentra en su habitación rasurándose ante un pequeño espejo, advierte que la imagen de Drácula no se refleja en él. Éste intenta justificarse con la queja de que los espejos no son más que un objeto de la vanidad humana y lo rompe.
 
Existen unos seres llamados vampiros. Algunos de nosotros tenemos la prueba de ello. Los vampiros existen y son fuertes y poderosos, están en este mundo para hacer el mal”, aseguraba el profesor Van Helsing, además de que: “Este ser no tiene sombra y su imagen no se refleja en un espejo".
 
Anne Rice, en cambio, asume una postura opuesta en sus obras a partir de Entrevista con el Vampiro, ya que según ella los vampiros están sujetos a las mismas leyes de la física que rigen el universo, sin embargo, esos mismos vampiros son capaces de volar manteniendo su cuerpo con apariencia humana. El caso es que, de acuerdo con esta autora, pueden verse reflejados en un espejo como cualquier mortal:
 
"La existencia, como he dicho, era posible. Siempre había la promesa detrás de sus labios burlones de que sabía grandes cosas o cosas terribles, que tenía comunicación con esferas sobrenaturales que yo ignoraba. Y todo el tiempo me despreciaba y me atacaba por mi amor a la vida, mi renuncia a matar y la casi pesadilla que representaba ese acto para mí. Se rió a carcajadas cuando yo descubrí que me podía mirar en un espejo y que las cruces no me hacían el menor efecto. Y se mofaba poniéndose el dedo sobre los labios cuando yo le preguntaba acerca de Dios o del demonio."
 
La muestra de que escritores previos la obra de Bram Stoker aceptaban la posibilidad del  reflejo de los vampiros en el espejo, se puede encontrar en un párrafo del relato Carmilla (1872), de Sheridan Le Fanu: "A eso de la una se me ocurrió echar otro vistazo a la habitación de Carmilla. Llegué allí y mi asombro no tuvo límites: ¡Carmilla estaba en su habitación, mirándose al espejo! No podía creer lo que mis ojos estaban viendo. Mi amiga me llamó con un gesto."
 
En La hermosa vampirizada, también conocida como La dama pálida (Histoire de la dame pâle), de Alexandre Dumas, la mujer que ha sido víctima inconsciente del vampiro, lo advierte ante el espejo:
 
"Me desperté a medianoche; mi lámpara ardía aún; intenté levantarme, pero estaba tan débil que hube de repetir la tentativa dos veces. Finalmente logré superar mi debilidad, y como despierta sentía en el cuello el mismo dolor que experimentara en el sueño, me arrastré, apoyándome en el muro, hasta el espejo, y miré. Algo que semejaba la punzadura de un alfiler marcaba la arteria de mi cuello. Creí que algún insecto me hubiera picado durante el sueño, y como me sentía abatida por la extenuación, me acosté de nuevo y me dormí. A la mañana me desperté como de costumbre; pero entonces sentí una tal debilidad como la experimentara sólo una vez en mi vida, a la mañana siguiente de un día en que fuera sangrada. Me miré en el espejo, y me sorprendí de mi extraordinaria palidez. La jornada transcurrió triste y oscura; yo experimentaba algo singular; cuando me encontraba en un lugar sentía necesidad de quedarme allí: cualquier cambio de posición me fatigaba."

¿Podrán los vampiros ver su imagen reflejada en un espejo? Quién tendrá, en este caso, la razón: ¿Bram Stoker o Anne Rice? Por encima de todo prevalece otra cuestión, la prodigiosa capacidad del vampirismo para prolongar sus mitos y contradicciones sin dejar de mantenerse vigente. Después de todo, ¿qué sería de la literatura fantástica sin la suspensión de la incredulidad?
 
Jules Etienne

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