Sobre el prado felpudo iba ella dormida.
De sus brazos colgaban sus frescuras las rosas,
y en temblor de cadencia bambaleaba la duda
de si era mujer hecha de mariposas.
Mariposas volaban en un coro de círculo
alrededor de los ímpetus de la rosa sensual
y era el oro sereno de sus trenzas un lírico
reventar de chispazos en un verso triunfal.
Sobre el prado iba ella toda desnuda,
en sus manos las rosas aleteaban cual si
en su esfuerzo quisieran remedar la alegría
de este baile esfumante como bello reír...
Carlos Pellicer
(México, 1897-1977).
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