lunes, 20 de marzo de 2023

Conejos: APUNTES DE UN CAZA- DOR, PRIMER AMOR y AGUAS PRIMAVERALES, de Iván Turgéniev

"... entre la maleza corrió una liebre grande. Tras ella se lanzaron los galgos."

(
Fragmento de Chertapkanof y Tredopuskin)

Salimos del matorral. Cerca de nosotros dos perros ladraron, y entre la maleza corrió una liebre grande.

Tras ella se lanzaron los galgos. Luego llegó Chertapkanof. Procuraba en vano dirigir la jauría. De su ancha boca escapaban sonidos inarticulados e ininteligibles; se enfadaba con su cabalgadura y la hartaba de latigazos. Los lebreles buscaban, la liebre torció camino y cruzó como una flecha delante de Jermolai. Los perros salieron para otro lado.

- ¡Guarda: fuego! -gritó Chertapkanof.

Jermolai disparó el arma, la liebre rodó como una bola sobre la gramilla seca; saltó un perro y la atrapó.

Chertapkanof, en un abrir y cerrar de ojos se apeó, y sacando su puñal lo hundió hasta el mango en el cuerpo de la presa. Lanzó un grito de victoria y se llenó de orgullo cuando vio llegar a Tredopuskin.

- Debiéramos privarnos de la caza en esta estación del año -dije a Chertapkanof, señalándole un vecino campo de avena.

- Ese campo me pertenece -respondió con sequedad.

Le cortó las patas a la liebre y se la ató a la silla.

Y dijo a Jermolai:

- Según las leyes de la caza, te debo el tiro. En cuanto a usted, señor -dijo recalcando cada sílaba-, le quedo agradecido.

(...)

Tikone Tredopuskin no podía, como su amigo, enorgullecerse de su nacimiento. Su padre pertenecía al común y no adquirió la nobleza sino al precio de cuarenta años de un servicio asiduo e irreprochable. Pertenecía al número de esos hombres a quienes la mala suerte combate con una pertinacia que parece odio personal.

Durante sesenta años tuvo que luchar contra todas las miserias que son la herencia de la gente ínfima. Se debatía como un pez en el hielo; vivía al día, nunca durmió su borrachera completa.

El pobre hombre pasó así una existencia de mártir y murió en algo como un granero, sin dejar un solo céntimo a sus hijos. Luchó vanamente contra la desgracia, como una liebre caída en la red; todos sus esfuerzos lograban solamente que se enredase más en la malla.

Primer amor

(Fragmento inicial del capítulo XVIII)

Me levanté por la mañana con dolor de cabeza. Las emociones de la víspera estaban lejanas. En su lugar vino una perplejidad penosa y una tristeza que antes no había conocido. Era como si algo muriese en mí.

-¿Por qué parece un conejo al que le han extraído la mitad del cerebro? -me dijo al verme Lushin.

Aguas primaverales

(Fragmento del capítulo XXVI)

Después de tomar el café, ambos amigos -naturalmente, a pie- se dirigieron hacia Hausen, aldehuela poco lejana de Frankfurt y rodeada de bosques. Toda la cordillera de Taunus se veía desde allí como so estuviese al alcance de la mano. El tiempo era magnífico: brillaba el sol y difundía su calor, pero sin quemar; un viento fresco rumoreaba alegre entre el verde follaje; las sombras de algunas nubecillas que se cernían en lo alto del cielo corrían sobre la tierra como manchitas redondas, con un movimiento uniforme y rápido. Bien pronto se hallaron los jóvenes fuera de la ciudad, y anduvieron con paso firme y alegre por la carretera esmeradamente barrida. Al entrar en el bosque, dieron mil vueltas por él; después almorzaron fuerte en una posada de aldea. Enseguida subieron por la montaña, admirando el paisaje; echaron a rodar pedruscos por la pendiente, haciendo palmas al verlos rebotar como conejos, con saltos extravagantes y cómicos, hasta que un transeúnte, invisible para ellos, les dirigía desde el camino de abajo denuestos con voz fuerte y sonora. Se tumbaron encima de un musgo corto y seco, de un color amarillo violáceo; bebieron cerveza en otro figón, después, corrieron y saltaron a cual más. Descubrieron un eco y le dieron conversación; cantaron, gritaron, lucharon, rompieron ramas de árboles, adornaron los sombreros con guirnaldas de helecho, y hasta acabaron por bailar.

Iván Turguéniev (Ruso fallecido en Francia, 1818-1883).

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