(Fragmento de La viña mágica, capítulo VII)
De manera que así se las componían del mejor modo posible
los pobres muchachos; pero así y todo estaban cada vez más quemados, porque le
doy yo al más pintado eso de estar dos muchachos derritiéndose de amor uno por
otro, y tener que verse sólo desde lejos, y tener que hablarse sólo por
telégrafo. Luego pensaban que si no se habían de casar hasta que la cosecha de
vino de Allende igualase a la de Aquende, la cosa iba larga, porque, aun hechas
las viñas, no comienza a dar fruto, hasta los tres años. ¡Más de tres años haciendo
telégrafos! ¡El diablo tiene cara de conejo!
(Rebañaplatos, fragmento inicial del primer capítulo)
Tomillarejo y Retamarejo son dos pueblecillos de la Alcarria
que, como quien dice, se dan la mano, y siempre tendrá cada uno sus cincuenta
vecinos.
Aunque en los nombres de Tomillarejo y Retamarejo haya
alguna semejanza, no sucede así en el carácter de sus habitantes, porque todo
lo que tienen de sencillotes y a la buena de Dios los de Tomillarejo, tienen
los de Retamarejo de maliciosos y otras cosas que me callo, porque no he de ser
yo tan murmurador y burlón como ellos.
Andando por aquella comarca a caza, no de liebres ni conejos
ni perdices, que sólo cazo en el plato cuando se me ponen a tiro, sino a caza
de curiosidades populares, que son mi encanto, descubrí ambos pueblecillos
desde un altillo que hacía la carretera, y me parecieron tan
pintorescos, tan floridos y tan aromosos, que me decidí a pasar un par de días
en cualquiera de ellos.
Antonio de Trueba y de la Quintana, Antón el de los Cantares
(España, 1819-1889).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario