domingo, 28 de febrero de 2021

Miércoles de ceniza: UNA DOBLE FAMILIA, de Honoré de Balzac

"Entre el lecho de su mujer y el suyo había un gran crucifijo, colocado allí como el símbolo de su destino."

(Fragmento)

No estar equivocado es uno de los sentimientos que reemplazan a todos los demás en estas almas despóticas. Desde hacía algún tiempo, se había entablado un secreto combate entre las ideas de los dos esposos, y el joven magistrado se cansó pronto de una lucha que jamás debía cesar. ¿Qué hombre y qué carácter resisten la visión de un semblante amorosamente hipócrita, y un reproche categórico opuesto continua- mente a los más insignificantes deseos? ¿Qué partido adoptar contra una mujer que se sirve de vuestra pasión para proteger su insensibilidad, que parece resuelta a permanecer suavemente inexorable, y que se dispone gozosa a desempeñar el papel de víctima, y mira a un marido como un instrumento de Dios y como un mal cuyo martirio le evita los del purgatorio? ¿Con qué descripción podría darse una idea de estas mujeres que hacen odiar la virtud desvirtuando los más dulces preceptos de una religión que San Juan resumía con: «Amaos los unos a los otros»? Como existiese en un almacén de modas un solo sombrero condenado a permanecer en exposición o a ser enviado a las colonias, Granville estaba seguro de que su mujer se lo pondría; si se fabricaba un tejido de un color o con un dibujo desgraciado, ella se lo colgaba. Estas pobres beatas son desesperantes en su manera de vestir. La falta de gusto es uno de los defectos inseparables de la falsa devoción. De este modo, en la existencia íntima, que requiere la mayor expansión, Granville se encontró sin compañía: tuvo que ir solo a las reuniones de sociedad, a las fiestas y a los espectá- culos. Nada en su casa le era simpático. Entre el lecho de su mujer y el suyo había un gran crucifijo, colocado allí como el símbolo de su destino. ¿No se representa en él una divinidad condenada a muerte, un hombre-dios muerto en toda la belleza esplendorosa de la vida y de la juventud? El marfil de aquella cruz era menos frío que Angélica crucificando a su marido en nombre de la virtud. La desgracia nació entre los dos lechos: aquella mujer joven no veía sino deberes en los goces del himeneo. Un miércoles de ceniza se suscitó allí la observancia de los ayunos; el pálido y lívido semblante con una voz tajante ordenó una cuaresma completa, sin que Granville juzgase oportuno escribir entonces al Papa, a fin de obtener su opinión del consistorio acerca del modo de observar la cuaresma, las témporas y las vigilias de las festivi- dades.

Honoré de Balzac (Francia, 1799-1850).

(Traducido al español por Aurelio Garzón del Camino).

sábado, 27 de febrero de 2021

EL MIÉRCOLES DE CENIZA, de Johann Georg Jacobi

"Baste de bailes ya: cese ya el canto de la loca alegría..."

(Diversas estrofas)

Basta de bailes ya: cese ya el canto
De la loca alegría; en el reposo
De la santa piedad hablen en tanto
Las fúnebres coronas con medroso
Lenguaje, y una cruz así nos diga:
Todo cuanto ha nacido
Quedará por la ley que a ello le obliga
En polvo y en ceniza convertido.

Desde el sagrado altar este lamento
Penetre en los palacios, que ensordezca
los alegres festejos con su acento,
Que los regios salones estremezca;
Porque el que empuña el cetro y a su frente
Ciña corona, en púrpura vestido,
Como el mendigo quedará igualmente
En polvo y en ceniza convertido.

(...)

Acude al templo; jóvenes y ancianos
Llenan humildes su recinto estrecho;
La madre coge al niño entre sus manos
Y le adormece en su amoroso pecho.
¡Él y ella y todo cuanto se desliza
Bajo la luz del sol que centellea,
en polvo vano y pálida ceniza
Quiere el Señor que convertido sea!

(...)

Los que entregan al Dios incomprensible
Su fe, donde la gracia resplandece,
¿Perecerán al fin? Es imposible,
Puesto que la esperanza no perece.
Ante el altar que el culto diviniza,
El hombre ha de postrarse ante la nada:
Emblema de la muerte es la ceniza,
Pero el alma será purificada.
 
 
Johann Georg Jacobi (Alemania, 1740-1814).

La ilustración corresponde a El combate entre don carnaval y doña cuaresma (1599), de Pieter Brueghel, el viejo.

viernes, 26 de febrero de 2021

Miércoles de ceniza: MEMORIAS (Historia de mi vida), de Giacomo Casanova

"Llegó el miércoles de ceniza, día en que se pasa sin trancisión de la locura a la piedad..."

(Fragmento del capítulo XI del tomo noveno)

La Pichona había sido actriz, como supe poco tiempo después de haberle sido presentado, y debía su fortuna a la protección del duque de Medinaceli. Este fue a visitarla un día de mucho frío y habiéndola encontrado sin fuego, por no tener con qué comprar carbón, le envió un brasero de plata, con cien mil duros en oro. Desde entonces, la Pichona vivía muy holgadamente y tenía una agradable tertulia.

Por aquellos días murió el duque, después de una enfermedad de cuarenta y ocho horas. Cuando la Pichona me anunció tan triste noticia, supe que era él quien me la había presentado en el baile, lo cual me sorprendió en extremo.

No tardé en proporcionarme una buena pareja para los bailes; la casualidad me hizo conocer a la hija de un zapatero remendón, muchacha muy linda, mezcla de devoción y lujuria, con la cual pasé muy buenos ratos.

Llegó el miércoles de ceniza, día en que se pasa, sin transición, de la locura a la piedad, del paganismo con sus bacanales al cristianismo con sus misterios y su símbolo más ortodoxo.

Pocos días después, un hombre de mal aspecto se me acercó en la calle y me dijo que lo siguiera a un claustro donde me diría algo que me interesaba mucho. Lo seguí en silencio, y cuando estuvo seguro de que nadie nos veía, me dijo que el alcalde Mesa iba a hacer una requisa en mi casa, aquella misma noche con todos sus secuaces.

- Y yo soy uno de ellos -añadió-. No ignora que tiene armas prohibidas, escondidas debajo de la estera, detrás de la estufa, y sabe, o cree saber, otras cosas que lo autorizan a llevarlo a la cárcel.

Alterado entonces por el aviso de aquel hombre, a causa de la circunstan- cia verdadera de las armas, le puse un doblón en la mano y me fui a mi casa, agarré mis armas bajo la capa y me refugié en casa de Mengs. Por pertenecer al rey, la casa en que vivía el célebre pintor era inviolable.

Al día siguiente, supe por mi patrón que el alcalde había hecho en mi cuarto la denunciada pesquisa con tres esbirros.

Giacomo Casanova (Italia, 1725-1798).

miércoles, 24 de febrero de 2021

Miércoles de ceniza: LA DAMA DE MONSOREAU, de Alexandre Dumas

"No comas sino pescado en miércoles de ceniza..."

(Fragmento del capítulo XVIII: El padre Gorenflot)

- Nos hallamos en uno de los primeros viernes de Cuaresma; hagamos algo por nuestra salvación, hermano mío -contestó Gorenflot con voz gangosa y levantando fervorosamente los ojos al cielo.

Chicot quedó asombrado. Sus miradas indicaban que ya más de una vez había visto a Gorenflot celebrar de distinta manera el santo tiempo de Cuaresma.

- ¡Nuestra salvación! -repitió- ¿y qué diantre tienen que ver el agua y las espinacas con nuestra salvación?

- No comas sino pescado en miércoles de ceniza, y en los viernes de Cuaresma la carne está prohibida -dijo Gorenflot.

Alexandre Dumas (Francia, 1802-1870).

martes, 23 de febrero de 2021

Miércoles de ceniza: LA ÚLTIMA CONFESIÓN, de Morris West

"... los Inquisidores obligados para siempre a perseguir mis ideas como fuegos fatuos..."

(Fragmento)

Mi estadía en Inglaterra constituyó el más feliz y fructífero período de mi vida. Hay otros, muchos otros que la enriquecieron, pero la lista es demasiado larga para darla aquí. Al fin y al cabo, estoy escribiendo mi apología personal y no la historia de una época, turbulenta y sangrienta, aunque lista para estallar con esplendor como lo hacen las flores primaverales en los campos de batalla.

Como escribía en mi propia lengua, continué produciendo mis obras con constancia y cada vez con mayor vigor: La cena del Miércoles de Ceniza, La causa, el principio y el uno, Del universo infinito y los mundos, La expulsión de la bestia triunfante.

No tengo el tiempo ni la inclinación para repetirlas aquí, pero se imprimen con el resto de mis trabajos. No todas serán quemadas cuando me quemen. Otras generaciones las leerán y juzgarán mucho después de que yo haya sido borrado de la faz de la Tierra. Hay momentos en que pienso en eso como en una revancha: los Inquisidores obligados para siempre a perseguir mis ideas como fuegos fatuos en la tierra pantanosa. Hay un refrán que dice para los Dioses, la venganza es un bocado sabroso. Yo, en vez de eso, digo que la verdad se defiende a sí misma y que nadie puede enterrarla tan profundamente que no vuelva a salir a la superficie, ratificada su gloria.

Morris West (Australia, 1916-1999).

lunes, 22 de febrero de 2021

Miércoles de ceniza: LA CENA DE LAS CENIZAS, de Giordano Bruno

"El miércoles próximo, dentro de ocho días, que será precisamente el miércoles de ceniza, estáis invitado..."

(Fragmento del segundo diálogo)

Teófilo: Entonces el señor Fulke Greville le dijo: «Por favor, señor Nolano, hacedme saber las razones por las que pensáis que la Tierra se mueve». El Nolano respondió que no podía darle razón alguna si no conocía su capacidad y que sin saber cómo podía ser entendida por él temía hacer lo de quienes exponen sus razones a las estatuas y van a hablar con los muertos. Le rogaba, por tanto, que se dignara en primer lugar a conocer proponiendo las razones que le persuadieran de lo contrario, puesto que en relación con las luces y la fuerza de ingenio que demostrara al aducir sus razones, podrían serle dadas las soluciones. Añadió ademas que, dado su deseo de mostrar la insuficiencia de las opiniones contrarias mediante los mismos principios con que se creen confirmadas, si se le procuraba el gran placer de encontrar personas estimadas idóneas para esta empresa, él siempre estaría dispuesto y preparado para responder. De esta manera se podría ver tanto mejor la virtud de los principios de su filosofía en oposición a la vulgar cuanta mayor oportunidad se le diera de responder y de dar explicaciones. Mucho gustó al señor Fulke esta respuesta: «Me hacéis, dijo, un grandísimo cumplido. Acepto vuestra proposición y voy a fijar una fecha en la que os enfrentarán personas que quizá no os priven de la oportunidad de exponer abiertamente vuestra doctrina. El miércoles próximo, dentro de ocho días, que será precisamente el miércoles de ceniza, estáis invitado junto con muchos nobles y doctos personajes, a fin de que después de comer se discuta de diversos y hermosos temas». «Os prometo -dijo el Nolano-, que no dejaré de estar presente ese día y siempre que se me ofrezca una ocasión similar, pues en la medida en que depende de mí nada es lo suficientemente importante para posponer mi deseo de aprender y de saber. Os ruego, sin embargo, que no me hagáis comparecer ante personas innobles, maleducadas y poco versadas en semejantes especulaciones». No cabe duda de que tenía motivos de temor, pues ha encontrado que muchos doctores de este país con los que ha tenido ocasión de hablar de letras tenían del patán, en su modo de proceder, más de lo que sería deseable. El señor Fulke respondió que no se preocupara, pues aquellos que le iba a presentar eran morigeradísimos y doctísimos. Así se acordó. Entonces, cuando llegó el día en cuestión (ayudadme, Musas, a contarlo)...

Prudencio: Apostrophe, pathos, invocatio poetarum more.

Giordano Bruno (Italia, 1548-1600).

(Traducido al español por Miguel Á. Granada).

La ilustración corresponde a un trabajo visual de Daniele Mizzoni sobre la estatua de Giordano Bruno en Roma.

domingo, 21 de febrero de 2021

Miércoles de ceniza: ESTEFANÍA LA DESDICHADA, de Lope de Vega


(Fragmento del acto II)

Estefanía
Ya todo me atemoriza,
en triste punto nací.

Mudarra
Hoy ha sido para mí
el Miércoles de Ceniza.
Yo vi una tapia caer,
que me dijo, y luego cierra:
"Acuérdate que eres tierra
y en tierra te has de volver"
Y, ¡vive Dios! si no corro
y dejo capa y espada,
que fuera tan polvo y nada,
que de sepultura ahorro.

Félix Lope de Vega y Carpio (España, 1562-1635).

La ilustración corresponde a la portada del manuscrito original de la obra fechada en 1604.

sábado, 20 de febrero de 2021

Miércoles de ceniza: RELATO XXXV de EL HEPTAMERÓN, de Margarita de Angulema

"Terminado el sermón, miró con atención para ver dónde celebraría misa el fraile y allí se presentó para recibir las cenizas de su mano."

(Fragmento inicial)

En la ciudad de Pamplona vivía una dama que era considerada bella y virtuosa, así como la más casta y piadosa de la tierra. Amaba a su esposo y era tan obediente con él que éste confiaba plenamente en ella. La dama siempre estaba presente en el servicio divino y los sermones, y solía persuadir a su esposo e hijos para que también los escucharan. Había cumplido los treinta años, esa edad en que las mujeres suelen reclamar más discreción que belleza, cuando el miércoles de ceniza acudió a la iglesia para recibir en su frente el emblema de la muerte. Encontró que el sermón estaba comenzando, lo predicaba un fraile estimado como un santo por todo el pueblo debido a su bondad y a una vida austera que lo había tornado delgado y pálido, pero no lo suficiente como para evitar que se le viera como uno de los hombres más apuestos que uno pudiera imaginarse.

La dama escuchó piadosa el sermón, sus ojos se mantenían fijos sobre el sacerdote y sus oídos y su mente se concentraban en lo que decía. Y sucedió que la dulzura de sus palabras atravesó los oídos de la dama hasta llegar a su corazón, mientras que le hermosura y gracia de su semblante paseaban ante su vista golpeando su alma de tal manera que se quedó extasiada. Terminado el sermón, miró con atención para ver dónde celebraría misa el fraile y allí se presentó para recibir las cenizas de su mano. Era tan blanco y hermoso como una dama y ella le prestó más atención a su figura que a las cenizas que éste pondría en su frente.

Margarita de Angulema: Margarita de Valois, Margarita reina de Navarra, Margarita de Alençon (Francia, 1492-1549).

viernes, 19 de febrero de 2021

Miércoles de ceniza: A UN RELOJ DE ARENA EL MIÉRCOLES DE CENIZA, de Bernardino de Rebolledo


Soneto LIV

Este polvo que agitan mar, y viento,
de vidrio a cárcel breve reducido,
las horas de la edad en repetido
y continuo señala movimiento;

representado con el mudo acento,
y por eso de pocos entendido,
entre el tiempo que fue y el que no ha sido
el presente que vino de un momento.

Al fenecer el curso de mi vida,
fenecerán los males que me han dado
noticia tal de la flaqueza humana.

Que ni temo el morir, ni se me olvida
que vidrio quebradizo, y aun quebrado,
soy ahora, y seré polvo mañana.


Bernardino conde de Rebolledo (España, 1597-1676).

jueves, 18 de febrero de 2021

Miércoles de ceniza: EL MERCADER DE VENECIA, de William Shakespeare


(Fragmento del acto segundo, escena V)

Launcelot: Vuestra señoría tenía el hábito de reprocharme el no poder jamás hacer nada sin órdenes.

(Entra Jessica).

Jessica: ¿Me llamáis? ¿Qué queréis?

Shylock: Estoy invitado a cenar, Jessica; he aquí mis llaves. Pero, ¿por qué había de ir? No es por afecto por lo que me invitan: quieren adularme. ¡Bah! Iré por odio, nada más que por hartarme a expensas del pródigo cristiano. Jessica, hija mía, vigila en la casa. Salgo verdaderamente contra ni deseo; algo se fragua contra mi reposo pues he soñado esta noche con sacos de dinero.

Launcelot: Os ruego, señor, que vayáis; mi joven amo aguarda vuestra «desgracia».

Shylock: Y yo la suya.

Launcelot: Y han conspirado juntos... no quiero deciros que veréis una mascarada, pero si la veis no fue entonces baldío el que mi nariz sangrara el último lunes de Pascua, a las seis de la mañana, que caía este año el mismo día que el Miércoles de Ceniza de hace cuatro años por la tarde.

Shylock: ¡Cómo! ¿Hay máscaras? Escúchame bien, Jessica. Cierra con cerrojo mis puertas y cuando escuches el tambor o el silbido ridículo del pifano de cuello encorvado, no te encarames a las ventanas, ni alargues tu cabeza sobre la vía pública para embobarte ante los payasos cristianos de pintados semblantes, sino, al contrario, tapa los oídos de mi casa, quiero decir, mis ventanas; no dejes entrar en mi severa morada los ruidos inútiles de la disipación. Por el báculo de Jacob juro que no tengo ninguna gana de festejar hoy; sin embargo, iré. Andad delante, bribón; decid que voy a llegar.

William Skakespeare (Inglaterra, 1564-1616).

(Traducido al español por María Enriqueta González Padilla).

La ilustración corresponde a Jessica (Mónica López) y Shylock (Tony Amendola) durante una puesta en escena de El mercader de Venecia, dirigida por Sharon Ott en 2010.

miércoles, 17 de febrero de 2021

La cruz de ceniza en la frente de los Buendía


Hoy es miércoles de ceniza. El mismo día en que los hijos del coronel Aureliano Buendía quedarían marcados para siempre en Cien años de soledad.

El miércoles de ceniza, antes de que volvieran a dispersarse en el litoral, Amaranta consiguió que se pusieran ropas dominicales y la acompañaran a la iglesia. Más divertidos que piadosos, se dejaron conducir hasta el comulgatorio donde el padre Antonio Isabel les puso en la frente la cruz de ceniza.

Se trataba de una cruz indeleble que no iba a ser posible lavar ni borrar a pesar de  la mágica herbolaria de Macondo.

En febrero, cuando volvieron los dieciséis hijos del coronel Aureliano Buendía, todavía marcados con la cruz de ceniza, Aureliano Triste les habló de Rebeca en el fragor de la parranda, y en medio día restauraron la apariencia de la casa, cambiaron puertas y ventanas, pintaron la fachada de colores alegres, apuntalaron las paredes y vaciaron cemento nuevo en el piso, pero no obtuvieron autorización para continuar las reformas en el interior. Rebeca ni siquiera se asomó a la puerta.

Después de que "el rechoncho y sonriente míster Herbert" descubriera las bondades de los plátanos de la región, la avalancha humana que los invade se volverá incon- tenible:

Otros dos hijos del coronel Aureliano Buendía, con su cruz de ceniza en la frente, llegaron arrastrados por aquel eructo volcánico, y justificaron su determinación con una frase que tal vez explicaba las razones de todos.

- Nosotros venimos -dijeron- porque todo el mundo viene.

En un principio, aquellas cruces que portaban en su frente los hermanos Buendía, causaban el efecto de motivar cierta reverencia:

Remedios, la bella, y, sus espantadas amigas, lograron refugiarse en una casa próxima cuando estaban a punto de ser asaltadas por un tropel de machos feroces. Poco después fueron rescatadas por los cuatro Aurelianos, cuyas cruces de ceniza infundían un respeto sagrado, como si fueran una marca de casta, un sello de invulnerabilidad.

La ceniza que, de acuerdo con los cánones de la fe, simboliza la naturaleza transitoria de la  condición humana, y queda establecida desde el Génesis: Memento, homo, quia pulvis es et in pulverum reverteris (Hombre, recuerda que polvo eres y al polvo volverás), comienza a cumplirse como si fuese una maldición que pesara sobre los Buendía, al suscitarse una enconada cacería anónima con puntual fatalidad:

Aquella noche de muerte, mientras la casa se preparaba para velar los cuatro cadáveres, Fernanda recorrió el pueblo como una loca buscando a Aureliano Segundo, a quien Petra Cotes encerró en un ropero creyendo que la consigna de exterminio incluía a todo el que llevara el nombre del coronel. No le dejó salir hasta el cuarto día, cuando los telegramas recibidos de distintos lugares del litoral permitieron comprender que la saña del enemigo invisible estaba dirigida solamente contra los hermanos marcados con cruces de ceniza.

Uno de los hermanos llevaba por nombre Aureliano Amador: "Lo recordaban muy bien por el contraste de su piel oscura con los grandes ojos verdes." Ejercía el oficio de carpintero "y vivía en un pueblo perdido en las estribaciones de la sierra", por lo que no resultaba tan sencilla la tarea de encontrarlo para advertirle lo que estaba aconteciendo.

Después de esperar dos semanas el telegrama de su muerte, Aureliano Segundo le mandó un emisario para prevenirlo, pensando que ignoraba la amenaza que pesaba sobre él. El emisario regresó con la noticia de que Aureliano Amador estaba a salvo. La noche del exterminio habían ido a buscarlo dos hombres a su casa, y habían descargado sus revólveres contra él, pero no le habían acertado a la cruz de ceniza.

Finalmente, como era predecible, el coronel culparía de aquella desgracia al cura Antonio Isabel, señalándole como el responsable de haber estigmatizado a su des- cendencia con ese marchamo inocultable:

Llegó hasta denunciar la complicidad del padre Antonio Isabel, por haber marcado a sus hijos con ceniza indeleble para que fueran identificados por sus enemigos. El decrépito sacerdote que ya no hilvanaba muy bien las ideas y empezaba a espantar a los feligreses con las disparatadas interpretaciones que intentaba en el púlpito, apareció una tarde en la casa con el tazón donde preparaba las cenizas del miércoles, y trató de ungir con ellas a toda la familia para demostrar que se quitaban con agua. Pero el espanto de la desgracia había calado tan hondo, que ni la misma Fernanda se prestó al experimento, y nunca más se vio un Buendía arrodillado en el comulgatorio el miércoles de ceniza.

De manera que quienes acostumbran a cumplir con este antiguo ritual religioso, podrán estar seguros de que nunca se van a topar con algún descendiente de Aureliano Buendía en la misma iglesia.

Jules Etienne

martes, 16 de febrero de 2021

Miércoles de ceniza: ESTE LOCO CARNAVAL DEL AMOR, de Heinrich Heine

"Mañana será miércoles de ceniza y entonces desde tu frente la cruz de cenizas hablará: «Mujer, recuerda que eres polvo.»"

Este loco carnaval del amor,
Este frenesí de nuestros corazones,
Llega a su fin, y decepciona
¡Mirándonos bostezar el uno al otro!
 
El cáliz está vacío
Y estaba lleno hasta el borde
Burbujas de embriaguez seductora;
El cáliz está vacío.
 
Y los violines también callaron
Tocaron con intensidad la danza,
La danza de la pasión;
Sí, los violines también callaron.
 
También se extinguen las luces,
Se habrá vertido la luz salvaje
Sobre los colores de la mascarada,
Sí, las luces también se extinguen.
 
Mañana será miércoles de ceniza
Y entonces desde tu frente
La cruz de cenizas hablará:
«Mujer, recuerda que eres polvo.»
 
(Dieser Liebe toller Fasching,
Dieser Taumel unsrer Herzen,
Geht zu Ende, und ernüchtert
Gähnen wir einander an!
 
Ausgetrunken ist der Kelch,
Der mit Sinnenrausch gefüllt war,
Schäumend, lodernd, bis am Rande;
Ausgetrunken ist der Kelch.
 
Es verstummen auch die Geigen,
Die zum Tanze mächtig spielten,
Zu dem Tanz der Leidenschaft;
Auch die Geigen, sie verstummen.
 
Es erlöschen auch die Lampen,
Die das wilde Licht ergossen
Auf den bunten Mummenschanz,
Auch die Lampen, sie erlöschen.
 
Morgen kommt der Aschenmittwoch,
Und ich zeichne deine Stirne
Mit dem Aschenkreuz und spreche:
Weib, bedenke, daß du Staub bist.)
 
Heinrich Heine
(Alemán fallecido en Francia, 1797-1856).

(Traducido del alemán por Jules Etienne).

lunes, 15 de febrero de 2021

Nieve: SERAFITA, de Honoré de Balzac

"... ver reflejados los colores del cielo en pleno invierno sobre el ancho espejo de las aguas del mar..."

(Fragmento del primer capítulo)
 
El invierno de 1799 a 1800 fue uno de los más crudos en el recuerdo de Europa; el mar de Noruega fue apresado en los fiordos, en los que, habitualmente, la violencia de la resaca impedía que se helara. Un viento, cuyos efectos lo asemejaban al levante español, había barrido el hielo del Stromfiord, empujando las nieves hacia el fondo del golfo. Hacía mucho tiempo que los habitantes de Jarvis no habían podido ver reflejados los colores del cielo, en pleno invierno, sobre el ancho espejo de las aguas del mar; era un curioso espectáculo que muy raramente se daba al pie de aquellas montañas, cuyas formas habían ido siendo niveladas por sucesivas capas de nieve y en las que aristas y precipicios no eran sino simples pliegues al lado de la inmensa túnica que la naturaleza había extendido sobre aquel paisaje, que se nos presentaba entonces resplandeciente y monótono a la vez. Las grandes cascadas formadas por el Sieg, súbitamente heladas, describían una enorme arcada bajo la cual hubieran podido pasar los habitantes, al resguardo de los torbellinos, si alguno de ellos se hubiera atrevido a husmear por las afueras del pueblo. Pero los peligros de la menor salida retenía en su casa a los más intrépidos cazadores, que temían perderse y terminar cayendo en un precipicio o alguna grieta. Nadie animaba, pues, con su presencia, el inmenso desierto blanco donde la única voz que de vez en cuando se oía era la de la brisa del Polo Norte. El cielo, casi siempre grisáceo, daba a los lagos el color del acero.

Honoré de Balzac (Francia, 1799-1850).

domingo, 14 de febrero de 2021

Nieve: TODO LO APRENDÍ DE QUIEN NUNCA FUE AMADO..., de Julio Llamazares


Todo lo aprendí de quien nunca fue amado:
la nieve y el silencio
y el grito de los bosques cuando muere el verano.
O aquella canción celta que Kerstin me cantaba:

¿Quién puede navegar sin velas? ¿Quién puede remar sin remos?
¿Quién puede despedirse de su amor sin llorar?

Pero ahora ya la nieve sustenta mi memoria. Y el silencio se espesa
tras los bosques doloridos y profundos del invierno.

Por eso puedo navegar sin velas. Por eso puedo remar sin remos.

Por eso puedo despedirme de mi amor sin llorar.


Julio Llamazares (España, 1955).

sábado, 13 de febrero de 2021

Nieve: MAÑANA INVERNAL, de Aleksandr Pushkin

"¿Qué me dices si al momento mando la yegua enganchar? Por la nieve mañanera será grata la carrera..."

Sol y helada. ¡Qué belleza!
Sacúdete la pereza.
¡Despierta, amor,que ya es hora!
Abre los ojos, preciosa,
y sé estrella prodigiosa
que se funda con la Aurora.

La nevasca con su velo
ocultaba ayer el cielo,
y era la luna lejana
mancha tras nubes sombrías.
Muy triste tú parecías...
¡Mira hoy por la ventana!

Bajo el terso azul sin sombras
se extienden blancas alfombras;
brilla el río bajo el hielo;
allá el bosque recoleto
se perfila negro y neto;
la nieve sonríe al cielo...

Al cuarto da su calor
un ambarino fulgor.
Chisporrotea el hogar,
fluye libre el pensamiento.
¿Qué me dices si al momento
mando la yegua a enganchar?

Por la nieve mañanera
será grata la carrera
de la yegua alborozada
en los campos ya dormidos,
los bosques antes tupidos
y la orilla tan amada.


Aleksandr Pushkin (Rusia, 1799-1837).

(Traducido del ruso por José Vento Molina).

viernes, 12 de febrero de 2021

Nieve: EL TERCER HOMBRE, de Graham Greene

"... sobre una cara angélica se ladeaba un bisoñé de nieve..."

(Fragmento del segundo capítulo)

La nieve daba un aire de comedia grotesca a los grandes y pomposos panteones familiares; sobre una cara angélica se ladeaba un bisoñé de nieve, un santo tenía un espeso mostacho blanco y sobre el busto de un funcionario civil de alta categoría llamado Wolfgang Gottmann había un chacó de nieve en un ángulo ebrio. Hasta el cementerio estaba dividido según las zonas de las Potencias; la zona rusa se distinguía por sus enormes estatuas de mal gusto de hombres armados; la francesa, por sus filas de anónimas cruces de madera y una desgarrada y cansada bandera tricolor. Luego, Martins recordó que Lime era católico y, por tanto, no era muy probable que le enterrasen en la zona británica que habían estado buscando en vano. Así que volvieron en el coche por el corazón del bosque donde las tumbas yacían como lobos entre los árboles, blancos ojos parpadeantes bajo los sombríos árboles siempre verdes. Una vez emergió de debajo de los árboles un grupo de tres hombres, con extraños uniformes dieciochescos en negro y plata y tocados con tricornios, que empujaban una especie de carreta: cruzaron un claro en el bosque de tumbas y desaparecieron de nuevo.

Graham Greene (Inglés fallecido en Suiza, 1904-1991).

jueves, 11 de febrero de 2021

NIEVE, de Vladimir Holan

"... donde se está mejor es sentado en la cocina, aunque sea la cocina del insomnio."

La nieve empezó a caer a medianoche. Y es verdad
que donde se está mejor es sentado en la cocina
aunque sea la cocina del insomnio.
Allí hace calor, te preparas algo, bebes vino
y miras por la ventana la eternidad familiar.
Por qué ibas a torturarte por saber si nacimiento y muerte
son sólo puntos,
puesto que la vida no es una línea recta.
Por qué ibas a atormentarte al ver el calendario
y a preocuparte por el valor que está en juego.
¿Y por qué ibas a admitir que no tienes
ni para los zapatos de Saskia?
¿Y por qué ibas a envanecerte
de que sufres más que los demás?
Aunque en la tierra no existiera el siencio
ese nevar lo habría inventado ya en su sueño.
Estás solo. Ningún gesto. Nada de qué hacer gala.


Vladimir Holan (Chequia, 1905-1980).

(Traducido al español por Clara Janés).

miércoles, 10 de febrero de 2021

Nieve: LOS MUERTOS, de James Joyce

"También caía en todo el desolado cementerio de la iglesia..."

(Párrafo final)

Unos cuantos golpes leves sobre el cristal lo hicieron asomarse por la ventana. Había empezado a nevar otra vez. Somnoliento, observó los copos, plateados y oscuros, cayendo oblicuos a contraluz de la lámpara. Había llegado el momento para él de emprender el viaje rumbo al oeste. Sí, los periódicos acertaron: la nieve era general sobre toda Irlanda. Estaba cayendo en cada zona de la oscura planicie central y en las colinas calvas, caía suave sobre el cerro de Allen y, más al oeste, suavemente caía sobre las turbias aguas del Shannon. También caía en todo el desolado cementerio de la iglesia junto a la colina, en la que Michael Furey yacía enterrado. Reposaba espesa, sobre las cruces corvas y las lápidas, sobre las lanzas de la reja, sobre las espinas yermas. Su alma se desvanecía lenta al escuchar caer la nieve leve sobre el universo y cayendo leve, como el descenso de su último suspiro, sobre todos los vivos y los muertos.

James Joyce (Irlanda, 1882-1941).

(Traducido del inglés por Jules Etienne).

martes, 9 de febrero de 2021

Febrero: NOCHE DE INVIERNO, de Boris Pasternak

"El viento azotó todo el mes de febrero y una y otra vez sobre la mesa ardía una vela, una vela ardía."

El viento azotaba la tierra entera,
por todos los confines.
En la mesa ardía una vela,
una vela ardía.

Igual que los enjambres de papalotes
durante el estío las llamas buscaban,
los blancos copos desde el patio
volaban hasta la ventana.

En los vidrios la borrasca
esculpía flechas y estrellas
y en la mesa ardía una vela,
una vela ardía.

En el cielo raso iluminado
las sombras se tendían,
cruce de manos, cruce de piernas,
destinos cruzados.

En el piso, estruendosos,
dos botines cayeron.
Desde el candelabro en lágrimas
la vela en el vestido goteaba.

Todo se perdía en la bruma
canosa y blanca de la nieve.
En la mesa ardía una vela,
una vela ardía.

Del rincón sopló hacia la vela
y el ardor de la tentación
alzó, como un ángel, dos alas
formando una cruz.

El viento azotó todo el mes de febrero
y una y otra vez
sobre la mesa ardía una vela,
una vela ardía.


Boris Pasternak (Rusia, 1890-1960).
Obtuvo el premio Nobel en 1958.

(Traducido del ruso por Carlos Abrego).

lunes, 8 de febrero de 2021

Febrero: HERMOSOS Y MALDITOS, de F. Scott Fitzgerald

"Todo el odio gratuito encerrado en el corazón de febrero estaba presente en el desolado y gélido viento..."

(Fragmento del capítulo Magia Negra)

El frío era realmente intenso. Todo el odio gratuito encerrado en el corazón de febrero estaba presente en el desolado y gélido viento que se abría camino a través de Central Park para recorrer luego la Quinta Avenida. Hablar era casi imposible, y el frío logró aturdir a Anthony de tal manera que cuando se volvió a la altura de la calle Sesenta y una, se dio cuenta de que Gloria no caminaba a su lado. Al mirar a su alrededor, la descubrió a cuarenta pies detrás de él, completamente inmóvil, el rostro oculto a medias por el cuello del abrigo de piel, e indignada o quizá divertida: Anthony no era capaz de decidir cuál de las dos cosas. El joven Patch volvió sobre sus pasos.

- ¡No quisiera interrumpir tu paseo! -exclamó ella.

- Lo siento muchísimo -respondió él lleno de confusión-. ¿Iba demasiado deprisa?

- Tengo frío -murmuró Gloria-. Quiero volver a casa. Y es verdad que vas demasiado de prisa.

- Lo siento mucho.

Uno al lado del otro emprendieron el camino de vuelta hacia el Plaza. A Anthony le hubiese gustado ver el rostro de Gloria.

F. Scott Fitzgerald (Estados Unidos, 1896-1940).

domingo, 7 de febrero de 2021

Febrero: CANCIÓN DE FEBRERO, de Jorge Valdés Díaz-Vélez

"La noche sin tu piel crece más honda por las calles donde asperjas la lluvia."

"sobre el pecho del cielo, palpitando..."
Jaime Gil de Biedma

Leve y triste la tarde se retira
contigo hacia el crepúsculo y las horas
empiezan a doler en los distantes
repliegues de la sábana. De pronto
la noche ha regresado y es difícil
no pensar en tu boca momentánea
o en las altas comarcas de tu cuerpo
en lienzos de algodón en alabanza.
Ahora que no estás, vuelvo a mirar
el rayo que dividen tus pestañas
y el estremecimiento de tu espalda
moldeándome los brazos, la sonrisa
de tu sexo en los vértigos del labio,
el instante fluvial de tu alegría.
A lo lejos respira el mar, asciende
la blanda superficie su clausura
bajo un raso de líquidos cristales.
La noche sin tu piel crece más honda
por las calles donde asperjas la lluvia.
En silencio te recuerdo, muchacha,
con las últimas brasas que se apagan
contra el pecho del cielo, palpitando.


Jorge Valdés Díaz-Vélez (México, 1955).

sábado, 6 de febrero de 2021

Febrero: EL HOMBRE HUECO, de John Dickson Carr

"... la prueba de que los muertos podían abandonar sus ataúdes y flotar en el aire..."

(Fragmento del capítulo I: La amenaza)

Eran veladas entretenidas que evocaban un tanto las posadas rurales, aunque se desarrollaban detrás de las lámparas de gas de Bloomsbury. Eran veladas entretenidas… hasta la noche del 6 de febrero, en que el presentimiento del terror entró tan súbitamente como una ráfaga al abrir una puerta.

Un viento áspero y cortante soplaba aquella noche -cuenta Mills-, y había una amenaza de nieve en el aire. Además del mismo Mills y Grimaud, sólo se hallaban reunidos en torno de la lumbre Pettis, Mangan y Burnaby. El profesor Grimaud había estado hablando -acentuando sus palabras con marcados ademanes de su cigarro- sobre la leyenda del vampirismo.

Sinceramente -dijo Pettis-, lo que me admira es su actitud respecto de todo esto. Yo, por mi parte, sólo estudio literatura; historias de fantasmas que jamás ocurrieron. Sin embargo, en cierto modo, creo en los fantasmas. Pero usted es una autoridad en sucesos comprobados, en cosas que nos vemos precisados a llamar hechos, a menos que podamos desmentirlas. Y sin embargo, no cree usted una palabra de lo que ha convertido en la cosa más importante de su vida. Es como si Bradshaw hubiera escrito un tratado para probar que la locomoción por vapor es imposible, o el editor de la Enciclopedia Británica insertado un prefacio explicando que no hay un solo artículo digno de fe en toda la obra.

Bueno, ¿y por qué no? -dijo Grimaud con aquel áspero y rápido ladrido que le era característico y que, al parecer, emitía sin despegar los labios-. Ve usted la moraleja, ¿verdad?

- ¿«El excesivo estudio lo volvió loco», quizá? -sugirió Burnaby.

Grimaud continuó con la vista clavada en el fuego. Mills dice que parecía más furioso de lo que hubiera justificado la impremeditada broma. Tenía el cigarro exactamente en mitad de la boca, y lo chupaba como hacen los niños con las barritas de menta.

Yo soy el hombre que sabía demasiado -dijo después de una pausa-. Y no hay constancia de que el sacerdote del templo haya sido siempre un creyente muy devoto. Como quiera que sea, esto se aparta de la cuestión. Lo que me interesa son las causas que se esconden detrás de estas supersticiones. ¿Cómo nació la superstición? ¿Qué es lo que le dio impulso, de modo que los ingenuos pudieran creer en ella? Por ejemplo: hablamos de la leyenda de los vampiros. Ahora es una creencia que prevalece en tierras eslavas. ¿De acuerdo? Alcanzó firme arraigo en Europa cuando, proveniente de Hungría, la barrió como una ráfaga entre 1730 y 1735. Bien, ¿cómo obtuvo Hungría la prueba de que los muertos podían abandonar sus ataúdes y flotar en el aire en forma de briznas de paja o pelusa hasta adoptar la forma humana para el ataque?

John Dickson Carr (Estados Unidos, 1906-1977).