"Un aparato fotográfico, cuyo dueño no apareció por ningún sitio, descansaba junto al mar sobre su trípode..."
Capítulo V
Capítulo V
(Fragmento)
La playa presentaba un aspecto desagradable. Sobre la
ancha y plana superficie de agua que separaba la playa del primer banco de
arena, se rizaban estremecidas y tenues olas que corrían de delante hacia
atrás. Otoño y decadencia parecían abrumar al balneario días antes animado por
tanta profusión de colores, y en aquel instante ya casi abandonado, tanto que
ni siquiera la arena estaba limpia. Un aparato fotográfico, cuyo dueño no
apareció por ningún sitio, descansaba junto al mar sobre su trípode, y el paño
negro que habían echado sobre él flotaba al viento.
Tadrio, junto con los tres o cuatro compañeros de
juego que le habían quedado, corría a la derecha de su caseta; luego se puso a
descansar en su silla de tijera, a mitad de camino entre el mar y la hilera de
casetas, con una manta sobre las piernas. Aschenbach lo contemplaba por última
vez. El juego, que no estaba ya vigilado, pues las mujeres debían de andar
ocupadas con el equipaje, era más violento que de costumbre. Aquel chico
robusto, con traje de marinero y cabello negro y liso a fuerza de pomada, a
quien llamaban Saschu, excitado y cegado por un puñado de arena que le habían
tirado a la cara, se dirigió hacia Tadrio y comenzó una lucha que pronto
terminó con la caída del polaco, que era el más débil. Después, como si en el
instante de la despedida ese sentimiento de humillación que suele poseer el
inferior se trocase en cruel brutalidad y quisiera tomar venganza de una larga
esclavitud, el vencedor no dejó libre al vencido, sino que, apoyando sobre la
espalda de éste sus rodillas, le oprimió la cara tan largo rato contra la
arena, que Tadrio, a quien la caída había dejado ya casi sin aliento, parecía a
punto de ahogarse. Sus intentos de desembarazarse de su opresor eran
contracciones, que cesaban a ratos y sólo sobrevenían como una convulsión.
Espantado, Aschenbach se disponía a intervenir en el instante en que el brutal
Saschu soltó a su víctima. Tadrio, muy pálido, se incorporó a medias, y
apoyándose en un brazo estuvo unos minutos inmóvil, el cabello en desorden y
los ojos húmedos. Luego se levantó para alejarse lentamente. Sus compañeros lo
llamaron alegremente al principio, luego temerosos y suplicantes. El moreno,
que sin duda sintió en seguida el remordimiento de su falta, le alcanzó y quiso
reconciliarse con él. Pero aquél lo rechazó con un movimiento de hombros.
Tadrio se dirigió en diagonal hacia el mar. Iba descalzo y vestía su traje
listado con una cinta roja.
Deteniéndose al borde del agua, con la cabeza baja,
empezó a dibujar en la arena húmeda con la punta del pie; luego entró en el
agua, que en su mayor profundidad no le llegaba ni a la rodilla, la atravesó
dudando, descuidadamente, y dejó el banco de arena. Allí se detuvo un momento,
con el rostro vuelto hacia la anchura del mar, luego empezó a caminar
lentamente, por la larga y angosta lengua de tierra, hacia la izquierda.
Separado de la tierra por el agua, separado de los compañeros por un movimiento
de altanería, su figura se deslizaba aislada y solitaria, con el cabello
flotante, allá por el mar, a través del viento, hacia la neblina infinita. Otra
vez se detuvo para contemplar el mar. De pronto, como si lo impulsara un
recuerdo, bruscamente, hizo girar el busto y miró hacia la orilla por encima
del hombro. El contemplador estaba allí, sentado en el mismo sitio donde por
primera vez la mirada de aquellos ojos de ensueño se había cruzado con la suya.
Su cabeza, apoyada en el respaldo de la silla, seguía ansiosamente los
movimientos del caminante. En un instante dado se levantó para encontrar la
mirada, pero cayó de bruces, de modo que sus ojos tenían que mirar de abajo
arriba, mientras su rostro tomaba la expresión cansada, dulcemente
desfallecida, de un adormecimiento profundo. Sin embargo, le parecía que, desde
lejos, el pálido y amable mancebo le sonreía y le saludaba.
Thomas Mann
(Escritor alemán nacionalizado primero checoslovaco y más tarde estadounidense, 1875-1955).
Obtuvo el premio Nobel en 1929.
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