(Fragmento)
Chucho le aprieta un seno. Ella se estremece. Solloza. Pausa. Se recarga en él.
Matilde: Yo te veía desde el balcón, cuando saltabas la reja del jardín. El gran danés salía a tu encuentro y te lamía las manos. Trepabas por la yedra. Un ruiseñor cantaba toda la noche.
Chucho: Lo oía cantar, contigo dormida sobre mi pecho. Era un cenzontle. Tus sábanas bordadas, ramos de flores y de iniciales, que acariciaba al mismo tiempo que tu cuerpo.
Matilde: Perfumaba las sábanas antes de que llegaras. Y tú cortabas algunas flores del jardín, para mí. Subías con ellas entre los dientes.
Chucho: Nos bañábamos juntos en tu tina, llena de espuma perfumada. Tenía patas de león, llaves doradas, jaboneras de porcelana en forma de esfinge.
Matilde: Tus manos ásperas, tu piel oscura, tu cuerpo duro, delgado, fuerte... (Solloza).
Chucho: Lo besabas todo, no te cansabas de tocarlo y de verlo.
Matilde: Nunca había visto un hombre desnudo. Me asombrabas, me aterrabas. Y después, me caías encima, como si fueras a destruirme, y eras tan tierno, tan dulce, tan amoroso... (Él la abraza).
Chucho: Nos dormimos una mañana. Y no pude salir. Permanecí en tu cuarto; como un fantasma retrasado. Cuando llegaron a limpiar me escondí en tu ropero. Me subiste comida, vino, pasteles... Cenamos juntos, en el suelo... Encendiste muchas velas...
Matilde: Qué terror más hermoso, todo el día... (Lo enfrenta) ¿Por qué no me dejaste huir contigo?
Chucho: Porque era yo un ladrón.
Emilio Carballido (México, 1925-2008).
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