"Sólo dos elementos: una dormeuse y su propia desnudez. No era posible desear cuadro viviente más espléndido, ni Imitación más minuciosa."
- Así!, así! está bien -dijo la condesa.
Con el rabillo del ojo se vela reflejada en el gran
espejo. Ante ella, sobre el plano del escritorio trumeau, reducido a una vívida miniatura sobre la parte
superior de una tabaquera, descansaba aquel cuadro
de Francois Boucher que los casanovistas conocen
como retrato de mademoiselle O'Murphy.
Estaban a la moda los cuadros vivientes y en la
Intimidad de una cita de amor, en el pequefio pabellón de deliciosas boiseries donde solla retirarse,
pretextando ante su marido tremendas jaquecas, la
condesa componla uno extraordinario. Imitaba a
la perfección el cuadro de Boucher, con ayuda de la
poca luz que le permitía emparejar sus años con los
de mademoiselle O'Murphy. Sólo dos elementos: una
dormeuse y su propia desnudez. No era posible desear cuadro viviente más espléndido, ni Imitación
más minuciosa.
Di Blasi se acercó para observar la miniatura;
luego volvió los ojos hacia el cuadro viviente. Se
inclinó para besar la nuca, los hombros. Ligera, su
mano recorrió aquel cuerpo cálido y suave, con movimientos ascendentes y descendentes que se demoraban en cada una de las mórbidas articulaciones,
en cada pliegue, como si quisiera ejecutar una talla
sobre una materia preciosa y dócil.
- Perfecto -dijo.
- Oh, eso no está en el cuadro -protestó la dama,
pero se volvió para mirarlo, entreabiertos los labios,
expuestos en totalidad los senos redondos, algo más grandes y pesados que los de mademoiselle O'Murphy, por cierto.
Una vez más estaban juntos sobre la dormeuse.
Cuando emergía nuevamente a esa luz de laca y de
oro, la condesa preguntó:
- El pintor, ¿cómo se llama el pintor?
- Boucher, creo, François Boucher.
Leonardo Sciascia (Italia, 1921-1989).
La ilustración corresponde a La odalisca rubia (L'odalisque blonde, 1751), también conocido como
el retrato de mademoisille O'Murphy -quien era amante del rey Luis XV-, de François Boucher.
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