"Estaba tendida de espaldas con las manos entrelazadas bajo la nuca (...) sus pechos quedaron descubiertos. Llegué junto a la cama y observé que tenía la cara maquillada."
(Fragmento final del capítulo 5)
Cuando regresé al apartamento, Holiday estaba en la cama aún. Estaba tendida de espaldas, con las manos enlazadas bajo la nuca. Me acerqué a la puerta abierta del dormitorio y la vi erguirse, retorciendo el cuerpo para quitarse de encima la sábana; sus pechos quedaron descubiertos. Llegué junto a la cama y observé que tenía la cara maquillada.
Me sonrió sin decir nada, mirándome por entre las pestañas: quería adoptar un aire de pereza.
- Está muy bien que te pongas seductora, maldita sea -le dije-. Acabo de pagar mil dólares por ti.
- ¿O sea, que ya no estoy entrampada? -preguntó.
- Por unos días -le respondí. Me desabotoné la camisa, guardé los billetes que me había dejado dentro, los que había birlado a Jinx y a Mason. No eran más de veinte dólares.
- ¿Eso es todo lo que nos queda? -exclamó Holiday.
- ¿Bromeas? -le dije, y saqué el resto del dinero de mis bolsillos para mostrárselo-. Yo soy un hombre que trabaja duro. Y creo que lo menos que una mujer debe hacer cuando su hombre
regresa a casa, cansado, es tenerle preparado un café caliente.
Se echó a reír, pateó la sábana con ambos pies y volvió su cuerpo desnudo hacia mí.
- ¿Qué me has dicho de café caliente? -preguntó.
«Tengo la esperanza de que uno de estos días podrá mirar ese cuerpo sin oír música maravillosa», pensé, mientras me guardaba el dinero en los bolsillos de la chaqueta.
- Oh, debes haber tenido alguna alucinación -le respondí; me quité la chaqueta y me metí en la cama con toda la demás ropa que llevaba-. No he dicho nada acerca de café caliente…
Horace McCoy (Estados Unidos, 1897-1955).
(Traducido al español por Ana Goldar).
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