Libro III: Los sensuales
Capítulo segundo: Isabel Smerdiachtchaia
(Fragmento)
Una noche de septiembre clara y cálida, en que la luna
brillaba en el cielo, a una hora avanzada, un grupo de cinco o seis alegres
trasnochadores embriagados regresaban del club a sus casas por el camino más
corto. La callejuela que seguían estaba bordeada a ambos lados por una valla
tras la cual se extendían las huertas de la: casas ribereñas. Desembocaba en un
pontón tendido sobre una de esas balsas alargadas a infectas a las que en
nuestro país se da el nombre de ríos. Allí durmiendo entre las ortigas, estaba Isabel
Los trasnochadores la vieron, se detuvieron cerca de ella y empezaron a reír y bromear
con el mayor cinismo. Un muchacho que figuraba en el grupo hizo esta singular
pregunta:
-¿Se puede considerar como mujer a semejante monstruo?
Todos contestaron negativamente con un gesto de
sincera aprensión. Pero Fiodor Pavlovitch, que formaba parte de la pandilla,
manifestó que se podía ver en ella una mujer perfectamente, y que incluso tenía
el excitante atractivo de la novedad y otras cosas parecidas. En aquella época,
Fiodor Pavlovitch se complacía en desempeñar su papel de bufón y le gustaba
divertir a los ricos como un verdadero payaso, aunque aparentemente era igual a
ellos. Con un crespón en el sombrero, pues acababa de enterarse de la muerte de
su primera esposa, llevaba una vida tan disipada, que incluso los libertinos
más curtidos se sentían cohibidos ante él. La paradójica opinión de Fiodor Pavlovitch
provocó la hilaridad del grupo. Uno de sus compañeros empezó a incitarle; otros
mostraron una mayor aprensión todavía, aunque siempre con grandes risas. Al
fin, todos siguieron su camino.
Fiódor Dostoyevski (Rusia, 1821-1881).
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