"Por dos largas orejas peludas que sobresalían del zurrón he visto ahorcar a un padre de seis hijos."
(Fragmento de la segunda parte: Por orden del rey. Libro segundo, capítulo XI:
Gwynplaine está en lo justo y Ursus en lo cierto)
¿Sabes que con sólo los conejos de los cotos del conde
Lindsey se podría alimentar a toda la gentuza de los Cinco Puertos? ¡Con que
rózate con eso! Allí imponen el orden. Ahorcan a todo cazador furtivo. Por dos
largas orejas peludas que sobresalían del zurrón he visto ahorcar a un padre de
seis hijos. Así es el señorío. El conejo de un lord vale más que un hombre. Los
señores existen, ¿comprendes, bribón? Y nosotros debemos considerar que está bien.
Además, si consideráramos que está mal, ¿qué les importaría? ¡El pueblo
haciendo objeciones! A Plauto mismo no se le habría ocurrido nada tan cómico.
Sería gracioso que un filósofo aconsejara a esa pobre diabla de multitud que
protestara contra el tamaño y el peso de los lores. Sería como si la oruga protestara
contra la pata del elefante. Yo vi un día un hipopótamo que caminaba sobre una
topinera; aplastó todo, pero era inocente. Ni siquiera sabía que existían los
topos aquel mastodonte bonachón. Querido, los topos que se aplastan son el
género humano. El aplastamiento es una ley. ¿Y crees tú que el topo no aplasta
nada? Es el mastodonte del insecto arador, que es, a su vez, el mastodonte de
otros insectos menores. Pero no razonemos. Hijo mío, las carrozas existen. El
lord va en ellas y el pueblo está bajo las ruedas. El sabio se aparta. Hazte a
un lado y deja pasar.
Víctor Hugo (Francia, 1802-1885).
(Traducido al español por Luis Echávarri).
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