lunes, 26 de septiembre de 2022

Equinoccio: NINFOLEPSIA, de William Faulkner

"... para ver como ella, chorreando, ascendía oscilante por la orilla."

(Fragmento)

El agua turbia chocaba contra su boca tratando de entrar en ella, y la luz del día aprisionada bajo el arroyo saltó de nuevo sobre la superficie en forma de ondas. Relucientes planos de luz incidían y quebraban la superficie, y se alejaban de él; y, pisoteando agua, sintiendo los zapatos empapados lo mismo que el pesado mono de trabajo, percibiendo el pelo pegado a su cara, para ver cómo ella, chorreando, ascendía oscilante por la orilla.

Avanzó agitando el agua, persiguiéndola. Parecía nunca alcanzar la orilla opuesta. Sus ropas empapadas, se pegaban a él como sirenas inoportunas, como mujeres; hasta ver el agua quebrada de su empeño coronada de estrellas. Al fin pudo alcanzar la sombra de los sauces y sintió bajo su mano la tierra húmeda y resbaladiza. Aquí y allá, raíces y ramas. Se incorporó con el agua escurriendo de su ropa, sentía que ésta se volvía primero liviana y después pesada. Sus zapatos avanzaban aplastándose dóciles pero la indumentaria anodina, adherida a la piel, obstaculizaba su carrera. Podía ver cómo su cuerpo, fantasmal en el crepúsculo sin luna, ascendía por la colina. Y corrió, maldiciendo, el agua todavía chorreando de su pelo, con un lamento húmedo de ropas y zapatos, maldiciendo esa suerte y su destino. Creyó que podría desenvolverse mejor sin los zapatos, y mientras seguía mirando la apagada llama de la mujer que corría, se los quitó y prosiguió la marcha tras ella. La ropa mojada le pesaba como plomo; jadeaba cuando alcanzó la cima de la colina. Y allí estaba ella, en un campo de trigo, bajo la ascendente luna llena del equinoccio de otoño, como un barco en un mar de plata.

William Faulkner (Estados Unidos, 1897-1962).
Obtuvo el premio Nobel en 1949.

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