"La víspera de la fiesta de Todos los Santos, el sol cubría las hojas de los árboles con una franja de sangre y oro..."
(Fragmento inicial)
Doce
caminos importantes atraviesan el bosque de Gávre. La víspera de la fiesta de
Todos los Santos, el Sol cubría aún las hojas de los árboles con una franja de sangre
y oro cuando por el camino del Este apareció, errante, una niñita. Llevaba un
pañuelo rojo a la cabeza, anudado bajo el mentón, una camisa de algodón gris
con un botón de cobre, una deshilachada falda, un par de pequeñas pantorrillas
doradas, redondas como husos, que se hundían en unos zuecos claveteados. Al
llegar a la gran encrucijada, sin saber hacia dónde ir, se sentó junto al mojón
indicador de kilómetros y se echó a llorar.
La
pequeña lloró durante mucho tiempo, tanto que la noche lo fue cubriendo todo
mientras las lágrimas corrían entre sus dedos. Las ortigas inclinaban sus racimos
de granos verdes. Los grandes cardos cerraban sus flores violetas, el camino
gris se obscurecía aún más, allá a lo lejos, en la bruma. Por el hombro de la
pequeña subieron de pronto dos garras y un hocico fino; luego todo un cuerpo
aterciopelado, seguido de una cola en forma de penacho, se acurrucó entre sus
brazos, y la ardilla puso su nariz en la corta manga de algodón. La niñita se
incorporó y penetró bajo los árboles, bajo la bóveda de ramas entrelazadas, con
espinosos matorrales salpicados de ciruelos silvestres, donde de pronto
surgían, rectos, hacia el cielo, algunos avellanos. En el fondo de una de esas
obscuras enramadas vio dos llamas muy rojas. La pelambre de la ardilla se
erizó. Algo rechinaba los dientes y el animal saltó al suelo. Pero tanto había
andado la pequeña por los caminos, que no sentía miedo, y avanzó hacia la luz.
Marcel Schwob (Francia, 1867-1905).
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